El jueves fue bastante tranquilo, como lo sería el viernes. Ayudó el hecho de que uno de los que tenía que hacer cosas enfermó y mi labor quedó prácticamente restringida al KT o Knowledge Transfer con los que serían mis sustitutos. Bueno, eso y que también mi jefe habló conmigo para agradecerme el trabajo y darme su punto de vista sobre las cosas que había hecho bien y las cosas en las que debía prestar atención en un futuro.
Por lo demás, quizás lo más señalable sería que por la noche cayeron esos callos a la Bratislava que quedaban. Eso sí, el final quizás no fue el que merecían porque puse un poco de arroz para acompañarlos y, una vez el arroz estaba hecho, añadí los callos (uno de los dos tipos de gulash que había por allí) para calentarlos. Mientras se calentaban, terminé de hacer la maleta. No debió ser mucho tiempo, pero sí el justo para que el arroz se pegara al fondo a mala idea. Así que mis callos de despedida estuvieron ligeramente, aunque solo ligeramente, quemados y casi sin arroz. A pesar de todo estaban buenos, no me quejo.
El jueves por la noche lo dejé todo listo a falta de meter en la maleta al día siguiente el pijama y poco más. El viernes por la mañana cogí mi maleta, mi mochila con las cosas sueltas que llevaba, mi paraguas y pertrechado con la chaqueta, los guantes y el gorro di el último paseo desde el apartamento hasta el trabajo.
Una vez allí, tuve un sustillo con algo que no funcionaba (ya sabía yo que algo tendría que salir) pero al final pude ver lo que era y no era en sí un fallo. Por si acaso, hice un cambio para intentar evitar que pasara en un futuro y, junto con la última sesión con mis sustitutos me empecé a despedir de todo el mundo o al menos de todos los compañeros. Entonces me encontré con la sorpresa de que me habían llevado como regalo chocolate eslovaco y una botella de medio litro de Kofola. Ciertamente era algo testimonial pero lo realmente importante era el detalle, detalle que no habían tenido otros compañeros con los que, a lo largo de mi asignación allí, había tenido más trato.
Como momento divertido, uno de mis sustitutos le preguntó algo al que me había hecho el regalo, en un perfecto eslovaco, todo hay que decirlo. Y el del regalo respondió que no. Entonces yo dije que sí, que yo lo pagaba. Y a mí ya me respondió en inglés que no, que no hacía falta y tal. A lo que yo le pregunté: "Vale, pero la pregunta en eslovaco era esa, ¿no?". Y se rieron :-). Entonces comprendí yo también por qué el "regalante" me había preguntado durante la comida si llevaba la maleta llena.
Por cierto, la comida de despedida fue bastante apropiada, los halusky con queso que tanto me gustaban. Tanto que resistí mi reticencia tras la experiencia con la gastroenteritis, a pesar de que no creo que fuera el queso, sino en todo caso la salsa de yogur.
Tras la primera despedida, cogí todos mis bártulos y crucé el edificio para ir a devolver el portátil y la tarjeta de entrada. Antes, me pasé por la sala donde estaban mi jefe y el resto de compañeros, incluyendo el auditor italiano que ya había conocido yo en Málaga hacía año y pico. Allí estuvimos departiendo unos minutillos antes de mi "departure" y tras los típicos saludos y reparto de buenos deseos, volví a coger los bártulos y me fui con mi música a otra parte, la parte donde se devolvían los portátiles y la tarjeta de identificación, claro está. Una vez finalizados estos trámites, incluyendo las llaves del apartamento que las dejé también en recepción, me fui a esperar el taxi.
Aquel día había pedido el taxi media hora antes de lo normal. Siempre salía con la hora pegada al culo que diríamos nosotros y para el último día me apetecía ir con algo más de tiempo. Pero, a pesar de todo, me encontré con que había bajado quince minutos antes de la hora que le había dicho al taxista. Así que aproveché, abrí la maleta, metí la Kofola ya que esa vez sí que la iba a embarcar y me senté en un gélido banco de piedra a leer hasta que llegara el taxi.
Afortunadamente no tuve que esperar mucho, lo cual me vino bien porque mis asentaderas empezaban ya a quejarse del frío de la piedra. Llegaron dos taxis a la vez y, para no variar, me dirigí al que no era (que era al taxi cuyo conductor conocía). Fui para el otro, metí la maleta, el paraguas y camino a Viena.
Una vez en Viena, saqué los billetes pues con las prisas se me había olvidado hacer la reserva por internet. No me vino mal porque me dieron también el billete del París-Málaga y además el sitio creo recordar que no era malo.
Facturé la maleta, entré en la sala VIP y allí me acoplé en uno de los ordenadores que había libres junto a mi provisión de pedacitos de pastel, barras energéticas para llevar, cosas para untar en el pan y el Schweppes de limón amargo. Esa vez no hub Aproveché el tiempo para escribir en el blog las cosas que iba recordando y, entre una cosa y otra, dio la hora de tirar para la puerta de embarque, con la duda de si mi paraguas sería un impedimento. Afortunadamente no lo fue.
Entré en el avión con la tranquilidad de saber que no tendría que preocuparme de la maleta, a pesar de que sabía que al final del día tendría que abrir la correspondiente reclamación a Air Europa. El avión llegó a la hora prevista y, sin las prisas de otrora, pasé por la librería donde esta vez no compré ningún libro y de ahí a la sala VIP.
Allí, me encontré de nuevo con mi ex-compi, cogí un par de yogures y un plátano y ... para el avión. Esta vez tampoco hubo ningún espectáculo de gente gigantesca que se quejara por viajar en un sitio ínfimo, ningún "Je descends", nada. El viaje discurrió perfectamente, el "parato" tomó tierra en Málaga, puse la reclamación de la maleta y cogí el último taxi camino de casa. En el contador de viajes, la cuenta atrás había llegado a cero. Las vacaciones de verano me esperaban ... y en ello estamos :-).
Un saludo, Domingo.
jueves, 26 de noviembre de 2009
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13/11 Dovidenia II |
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09/11 Dovidenia I |
"Dovidenia" viene a ser como el "adiós/hasta luego" que se utiliza al despedirte de alguien a quien no conoces, en contraposición con el "Dovi" que se usa con los amiguetes. La verdad es que me cuesta trabajo decidirme entre si lo traduciría por "adiós" o por "hasta luego" pero bueno, tampoco es que la diferencia sea muy importante. Lo importante es que ese lunes era el comienzo del fin de la asignación y el comienzo de los últimos cuatro vuelos.
En concreto, con respecto al primer vuelo, creo que recordar que me presenté más o menos a la hora de siempre y en la cola me encontré con mi ex-compañero que acababa de facturar y se dirigía ya hacia la sala VIP. Yo saqué mis billetes y me sorprendí gratamente al ver que me daban la ventanilla de una de las primeras filas. Tras eso me dirigí a los rayos X y mientras esperaba para pasarlos me fijo en un policía que aparentemente salía de trabajar. Al mismo tiempo, un par de chavales, casi niñatos diría yo, lo abordan intercambian un par de palabras con él y le muestran una placa. Tras mostrarle la placa le comentan algo así como: "es que estamos destinados en el aeropuerto de Palma".
El policía les da el visto bueno y ellos entran dentro sin pasar por la casilla de salida, es decir por el arco de los Rayos. Otra vez vuelve a quedar claro que todas las famosas medidas de seguridad que te impiden, entre otras cosas, llevar un bote de desodorante o una lata de refresco (el que quiera publicidad que pague :-P) son medidas destinadas única y exclusivamente a desalentar a "graciosillos" o personas que tengan el juicio obnubilado. Una persona que quisiera pasar por los Rayos X de forma impune tan solo necesitaría una buena falsificación de la placa y, quizás, algún policía que no compruebe su identidad.
Tras esto, pasé a la sala VIP donde desayuné mi consabido tazón con cereales y, prácticamente sin solución de continuidad, montamos en el avión. Allí, estaba yo leyendo sin prestar mucha atención cuando me parece escuchar en inglés que el tiempo estimado de vuelo para el día era de dos horas y cuarenta minutos, aproximadamente veinte minutos más de lo habitual. Al recordar los problemas para embarcar de la semana anterior, se me encienden las luces de alarma y presto atención para ver si la información se ratificaba. Efectivamente, en francés dicen de nuevo lo de los cuarenta minutos. No lo había escuchado en español pero, parece que había poco margen para la duda.
En cualquier caso, habida cuenta de que no estaba en mi mano acelerar el avión o cambiar la dirección del viento, me puse a dormir. Me despertaría más o menos a la misma hora que siempre pero como el vuelo tardaba más, no tuve más remedio que intentar volver a dormirme. Eso pasaría un par de veces y, finalmente el avión aterrizó a la hora prevista ... suficientemente tarde como para que no me diera tiempo a re-desayunar en París. Afortunadamente, esa vez me encontraba en la parte delantera del avión por lo que iría en el primer autobús que saliera rumbo a la terminal. Y también afortunadamente, ese autobús no se vio interrumpido por ningún avión. Así que, junto a mi maleta, llegué a la puerta de embarque poco después de que la hubieran abierto, pero antes de que hicieran la última llamada.
Entré en el avión con destino Viena y .. el resto como siempre. En Viena cogí el taxi para Bratislava y, a diferencia de la vez anterior, continué leyendo en vez de contemplar el paisaje por última vez. Una vez en Bratislava, a trabajar.
Aquella semana fue probablemente la de más trabajo de todas. En cierta forma era lógico, ya se sabe que si no fuera por los últimos minutos habría un montón de cosas que no se harían. Si no recuerdo mal, tanto lunes como martes salí a casi a las 10 de la noche. El martes, además, recibí un correo preguntándome si era posible visitar el apartamento con posibles nuevos inquilinos. Contesté que sí. El apartamento ciertamente no estaba impecable pero sí visible. Pero el caso es que, en general, todas las mañanas dejaba el apartamento dejándolo medianamente arreglado pero justo aquella había salido dejando platos en el fregadero y la cama sin hacer. Así que, tras la comida, aproveché para ir al Lidl a hacer la última compra, (algo de zumo, unas galletas para Málaga y poco más) y para pasarme por el apartamento para dejarlo todo y quitar las cosas del medio.
Lo malo fue que, aunque llevaba paraguas, el viento descargaba en mí casi más agua que la que el paraguas paraba. Así que llegué al trabajo un pelín empapado, pero bueno.
En lo que al tema "cenas" respecta, lunes y martes fui terminando las provisiones que que quedaban, a falta posiblemente de un par de sopas de Noodles y de los callos a la Bratislava que me quedaban. El miércoles, sin embargo, probé algo que no había probado hasta entonces, sus pizzas.
Serían cerca de las ocho cuando nuestro jefe nos dijo que había pedido pizzas. La razón era que al día siguiente empezaban con la entrega de la documentación y debían estar ultimando los detalles que creyeran oportunos. Yo por mi parte me dedicaba también a dar los últimos toques a las cosas que prefería hacer yo en vez de que tuvieran que hacerlas mis sustitutos. Por mucho que hayamos estado las últimas tres semanas con reuniones diarias para enseñarles cómo funcionaba todo, ellos seguían sin tener la experiencia necesaria para ello, experiencia que no se adquiere en un mes a base de charlas sino durante años trabajando con esa tecnología en concreto. A pesar de todo, ayer me comentaron que habían resuelto uno de los problemas que a mí no me dio tiempo de resolver. Ciertamente no era demasiado complicado, pero al menos lo hicieron ellos solos.
Yo ya estaba hambriento cuando llegaron las pizzas y las fantas que habían pedido. Antes de coger la mía, aproveché para ir a la cafetería por servilletas, que nadie había llevado y tras dejarlas allí, le hinqué el diente a mi primer trozo de cuatro quesos: deliciosa. Luego probaría otras, con salami, con no sé qué cosas más, pero la cuatro quesos sin duda fue la mejor. Tanto que un par de horas más tarde, antes de salir, no pude evitar la tentación de coger otro pedazo y comérmelo.
Tras la cena, continué con mi trabajo y, afortunadamente, pude acabarlo. Coincidió entonces que también acababan los compañeros que quedaban allí y los esperé para salir juntos. Cuando salimos, yo me dirigía ya al apartamento cuando me dijeron que me acercaban en el coche. La verdad es que no hubiera sido necesario pues no me importaba caminar un rato (era tarde pero no tanto y la zona era segura), pero ellos insistieron y me dejaron en la puerta del apartamento.
Allí, casi terminé la maleta (la terminaría al día siguiente) y me acostaría para afrontar los dos últimos días que, por suerte, fueron más tranquilos.
Un saludo, Domingo.
martes, 24 de noviembre de 2009
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06/11 De contrabando y Je descends |
Tras la impresión de la nieve, el resto de la semana fue más tranquilito. Algo de lluvia, incluso sensación de que lo que caía a 20 ó 30 metros de altitud era todavía nieve, pero nada que hiciera pensar que esto era así una vez bajabas a comer. Por lo demás, en el trabajo se empezaba a notar que yo me iba a la semana siguiente y querían que dejara listo todo aquello que pudiese quedarse listo.
Mientras, por la noche me iba dedicando a comerme las pocas provisiones que me iban quedando. Así, cayeron un par de sopas de noodles instantáneos y las salchichas esas resecas, que a pesar de todo estaban muy buenas. Además, pedí al equipo encargado de todo lo relacionado con el alojamiento que me devolvieran de una vez las sábanas que me había llevado para allá y que ellos habían cogido para llevarlas a la tintorería tres semanas antes. Lo hicieron y las pude meter en la maleta que volvería a llevar para Málaga, de nuevo sin facturarla.
En lo concerniente a la maleta, al final de esa semana ya solo quedaba la ropa que usaría la semana siguiente y poco más. Aparentemente, las cuatro o cinco semanas que había estado transportando cosas de vuelta a Málaga habían dado sus frutos. Ciertamente tuve que traerme todo lo que me llevé, las cosas que había comprado allí y alguna que otra más que a saber de dónde salieron :-). Esa semana, además, también tuve que transportar de vuelta un pequeño cargamento de contrabando. El contenido ... pimentón dulce.
Debió ser el jueves, estaba chispeando pero no llovía. Salí del apartamento un poco antes y me dirigí al mercadillo de al lado del apartamento. Solo un par de veces había estado yo allí y nunca por la mañana. Vi a un montón de personas de aquí para allí haciendo sus compras mientras yo lo iba recorriendo en busca del pimentón dulce que me habían encargado comprar. Tras pasar por algún que otro tenderete "de chinos" con las típicas cosas de bazar, de telas, de fruta etc., llegué al que andaba buscando.
Allí, aproximadamente en medio de todo, estaba un señor rodeado de bolsitas de diferentes sabores, olores y colores. En muchas de ellas había Sladká paprika o pimentón dulce, que era el que yo perseguía. Supuestamente ese debía ser más o menos casero y por tanto bueno, más o menos como el de Budapest. Así que compré; dos bolsas de medio kilo para ser más exactos. ¿El precio?: 0,93 euros los 100 gramos si no recuerdo mal. Además, me resultó curioso pues tenían bolsitas con 100, 200, 300, 400, 500 y 1000 gramos y todas ellas al mismo precio, 0,93 euros los 100 gramos. No era como en otros sitios que por comprar más te salía algo más barato.
Y poco más, metí las bolsas de pimentón dentro del maletín del portátil y para el trabajo. Luego por la noche, las sacaría y nada más abrir el maletín pude notar el olor que emanaba la bolsa que a su vez contenía las dos bolsas de pimentón. Cogí, metí la bolsa que contenía las dos bolsas dentro de una tercera de basura, a la que di unas vueltas y para dentro de la maleta. Muy mal debía tratar la maleta para que aquel oro rojo sufriera algún daño.
Finalmente, el viernes cogería mi maletita, el resto de mis cosas y para el trabajo. Una vez allí, pues lo mismo de siempre y, sobre las 15:30, el taxi para Viena. Allí, me encontré de nuevo con que no tenía el billete para Málaga y que lo tendría que pedir de nuevo en París. Como quiera que ya sabía como iba aquello, me dirigí a la sala VIP para picotear algo antes de marchar para la puerta de embarque.
Allí, lo primero que hice fue ir a coger una de las barritas de cereales que regalaban a modo de promoción. Entonces la chica me miró con mala cara y musitó algo. Pregunté si era a mí y entonces la chica pareció un tanto azorada. Supongo que sería mi magnetismo personal. O bien eso o bien que se había dado cuenta de que iba a echarme la bronca por coger la barrita de cereales para llevármela cuando en realidad yo no iba a abandonar la sala sino de camino a la zona donde estaba el resto de la comida. Así que me preguntó si me iba, le dije que no y ya no me dijo nada más.
A decir verdad, era algo que casi me esperaba porque otras semanas había aprovechado yo la coyuntura para coger un par de barritas para el camino, antes, durante o después del refrigerio, y pensé que lo mismo no les hacía mucha gracia. Pero esta vez no, esta vez (y sobre todo después de la clara intención de la chica) cogí mi barrita de cereales y me la comí allí. Ciertamente era muy buena aunque eso que decía la publicidad de que eran un Brain Booster habría que verlo.
Tras la barrita, aproveché también para coger mi Limón amargo Schweppes, los pastelitos de turno. Casi cuando me iba, llevaron además los patés para la cena (eran las 4 y media y a partir de esa hora ya es de noche en Viena). En particular pusieron uno que era un tanto curioso, el Chicken Tika spread. Incluso arriesgándome a que luego me tuvieran que llamar por megafonía (no sucedió) no pude resistirme a la tentación y tuve que probarlo. La verdad es que no estaba mal y, si bien era un pelín picante, algo más que en los restaurantes indios de aquí, la verdad es que se dejaba comer.
Tras el refrigerio, cogí mi maleta, mi avión (ayudado por el hecho de que me situé en un sitio apropiado para pasar de los primeros y así no tener problemas con la maleta) y poco después aterrizaría en París más o menos a la hora de siempre. Bajamos del avión, probé si podía sacar la tarjeta de embarque en las máquinas automáticas (me dijeron que nones) y a continuación al correspondiente puesto de Air France. Allí me asombré cuando vi que me dieron un pasillo bastante adelantado pues suponía que ya solo quedarían asientos en la parte de atrás.
Tras obtener la carta de embarque, me pasé por la librería y compré un par de libros en francés. Había que aprovechar pues a saber cuándo se iba a volver a presentar la ocasión. Tras eso, entré en la sala VIP donde me encontré de nuevo con mi ex-compañero de trabajo que estaba allí con uno de sus jefes con quien intercambié unas cuantas palabras en francés (me preguntó por mi trabajo en Bratislava). Yo creo que se pensó que era un freelance como mi antiguo compañero de trabajo. Tras eso, cogimos carretera, manta camino de los rayos X.
Allí, fuimos testigos de una curiosa pelea entre alguien que quería pasar sin enseñar la tarjeta de embarque y el personal de Air France que decía que tenía que mostrar el documento correcto. Pero no fue eso lo más curioso, lo más curioso fue que me muestran el contenido de la maleta en los rayos X y me preguntan por un par de círculos que aparecían como a mitad de la imagen. Les dije que no recordaba lo que había puesto allí que tuviera esa forma y entonces me mandaron junto con otra chica que era la encargada de abrir maletas.
Creí entender que la de los Rayos X le decía que "no era orgánico" pero que no sabía qué era. Yo pensé que podía ser una pequeña funda de almohada que me había llevado en su momento para Bratislava y que había doblado de forma un tanto rara, pero no comprendía el por qué de esa forma circular. Abrí la maleta, señalé un objeto y me dijeron que no. Entonces me señalaron una bolsa con un sospechoso contenido rojo, en dos bolsitas para ser más exactos, y que a los rayos X aparecían como dos círculos. Entonces lo comprendí todo.
Le dije en un francés deficiente que eran especias mientras preguntaba a mi ex-compañero cómo se decía la palabra en francés. Resultó que casi lo había dicho bien. De hecho la chica nada más escuchar la palabra defectuosa lo comprendió todo y me dijo que no había problema. También es posible que lo oliera porque fue nada más abrir la maleta y salir un potente olor a sladká paprika. Luego pensé que lo curioso era que no me hubieran dicho nada en Viena. Aunque quizás lo que había dicho la de Rayos X es que era orgánico y por tanto no debía tratarse ni de ningún tipo de explosivo plástico ni de drogas. Pero vete a saber.
Así que nada, a la puerta de embarque y a continuación al avión. Allí me encontré con que mi sitio en el pasillo estaba ocupado por un señor francés, bastante protestón que decía que no se podía poner en medio porque el hueco de los asientos era bastante pequeño y él bastante grande. Efectivamente así era pero si ya lo sabía debería haber pedido desde el primer momento (agencia de viajes o llegar muy pronto al aeropuerto) que le dieran una salida de emergencias. Evidentemente no era mi culpa y yo no podía hacer nada. La azafata se lo explicó y él, refunfuñando, se puso en el asiento del medio mientras yo ocupaba, de forma bastante incómoda, el del pasillo.
Mientras, la azafata hablaba con más gente diciendo que el avión iba lleno y que todavía tenían que llegar siete u ocho personas. En cualquier caso, si no llegaban, la tripulación ya procedería a barajar pasajeros para que todo el mundo fuera contento. Yo medio rezaba para que faltara gente y no tuviera que aguantar dos horas y media al francés al lado. Mientras tanto, yo continuaba leyendo. Unos minutos después, un señor de unos casi sesenta años se acerca con cara descompuesta a la azafata y le dice en un impecable francés: "Je descends, je descends". La azafata, para no ser menos le responde en un castellano también impecable: "¿Entonces no quiere volar?. Y él, repetido como un disco rayado volvió a la carga con que se bajaba. Y digo que si se bajó. El único problema es que, con él, debía ir todo su equipaje de mano o no de mano, condenando al avión a salir con retraso.
Efectivamente, salimos con retraso pero al final la llegada fue más o menos a la hora prevista así que tampoco fue para tanto. Además, al final faltó más gente y yo ni siquiera tuve que moverme mucho para pasar a otro lugar más cómodo. En la misma fila, en el otro lado y junto a la ventana además, hubo un sitio para mí. Al acabar el vuelo me esperaba el último fin de semana antes de mi vuelta definitiva.
Un saludo, Domingo.
sábado, 14 de noviembre de 2009
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02/11 Esta mañana vi nevar |
http://www.youtube.com/watch?v=iOPIyKiKPPQ
Hay gente a quien no le gusta, dicen que no sabe cantar. Y yo digo que me gusta y que lo de saber o no cantar no es tan importante, al fin y al cabo hay tantos autores sin voz ... Es más, probablemente los mejores cantaautores son los que no tienen voz porque prácticamente solo dependen de sus letras. Yo como cantautor no serviría, ni por voz ni por letras. En particular estas fueron las letrillas que se me ocurrieron esa semana:
Esta mañana vi nevar, Los copos revolotear, Y no estabas tú. | Aunque iba a trabajar, Me tuve que parar, ¿No lo harías tú? | Era algo tan especial, Lo tuve que fotografiar, Ya las veras tú. | Continué para currar, Y empezó a arreciar, Que no veas tú. |
... Y ahí me quedé. Intenté sacar alguna que otra rima más relacionada con lo fuerte que me parecía la nevada al verla por la ventana o cómo por la noche ya no había ni rastro de nieve pero me di por vencido. Además, ya era suficiente para cantarlo llegada la ocasión :-).
Aunque, vayamos por partes. Todo empieza el lunes dos de Noviembre. Aquí era fiesta por eso de que se pasaba del domingo al lunes, pero allí no. Además, en su momento intenté preguntar si era posible el cambio de billete y, aunque era posible, incluía una penalización por lo que, además de gastar un día de mis vacaciones, tendría que hablar con el gerente para que lo autorizara y demás. Al final decidí ir a trabajar y ya está.
Esa mañana, la del comienzo de la penúltima semana en Bratislava, sí pude desayunar en el aeropuerto. Un par de galletas y mi tazón con cereales, algo parecido a lo que desayunaría los días siguientes cortesía de Air France, pero eso es otra cosa. Así que nada, desayuné y camino al avión con el mi ex-compañero. Aquel día me tocó una fila retrasadilla por lo que deseé no tener problemas con el autobús luego para coger el vuelo a Viena. No debí desearlo. El vuelo pasó "comme d'habitude" y aterrizó también "comme d'habitude". Excepto un par de aterrizajes algo más bruscos, el resto la verdad es que han estado bien. Así que cogí mi maleta y esperé para salir. Salí, entré en el autobús que estaba lo suficientemente vacío como para saber que había habido otro antes.
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26/10 Anochece que no es poco |
Iba a titularlo "La semana perdida" porque apenas recordaba nada de la misma. Supongo que lo ocurrido en las últimas dos semanas prácticamente hizo que esta en concreto se perdiera como lágrimas en la lluvia ... o algo así, o quizás no. El caso es que tampoco es para tanto. Aplicando un poco la lógica para sacar conclusiones acerca de cuándo hice esto o aquello y con un poco de esfuerzo, las cosas van saliendo. Es algo que la verdad es que he descubierto durante el trabajo en Bratislava debido a que, excepto al principio cuando llevaba el portátil en el avión, el resto del tiempo nunca he tenido el blog actualizado. Y tan es así que las últimas semanas las escribiré/describiré ya desde Málaga. Y nada, me pongo a ello. Este primer trozo no será tampoco muy complicado pues lo estuve escribiendo ayer en la sala VIP del aeropuerto de Viena por lo que fundamentalmente va a ser copiar y pegar.
El caso es que teniendo en cuenta que tanto la semana pasada como esta tuve problemas para coger el avión a Viena (lo cogí por los pelos), y que esos problemas no habían ocurrido antes, puedo colegir y colijo que aquel día no tuve ninguno. Aquel día lo que sí creo recordar es que no pude desayunar en Málaga. Aunque la sala VIP pone que abre a las 6 y media, siempre suele estar abierta a las 6, pero no esta vez. Teniendo en cuenta que se puede empezar a embarcar a las 6 y media, si un día se retrasan hay bastantes posibilidades de que no te dé tiempo a entrar, que fue justo lo que pasó esta vez. Así que nada, me eché a dormir en el avión y como los ángeles (también supongo).
Al llegar a París, entré en la sala de allí y sí aproveché para desayunar. Recuerdo además parte de la imagen, yo con la maleta en una de las mesitas que hay detrás del mostrador de bienvenida a la izquierda, dejando allí momentáneamente las cosas para ir a por otras. Puede que fuera también aquel día, si no fue la semana anterior, al acabar dejé la sala mordisqueando un croassant que acabaría justo al llegar a los rayos X. Pero antes de eso, como digo, desayuné. Y no solo desayuné, también tomé provisiones. En particular cogí una bolsita con cereales que me servirían para desayunar luego en Bratislava. Pero eso tampoco es necesario que se sepa y por eso no lo cuento :-).
Una vez en Bratislava, recuerdo que me sentí extraño cuando al salir de una reunión el mismo lunes, llegué a mi sitio y vi que ya era de noche. Consulté la hora en mi reloj y vi que eran poco más de las cinco. Una rápida mirada al tiempo en Internet y vi que, si ya casi unas semanas antes estaba anocheciendo poco después de las seis, ahora con el con el cambio horario anochecía antes de las cinco, a las cinco menos cuarto o así. Con horarios así se comprende que en el resto de Europa las 7 sea hora de cenar o que a esa hora ya esté prácticamente todo cerrado. A pesar de todo, en Bratislava seguían los comercios abiertos hasta casi las 10, todo un logro.
Salí tarde del trabajo, para variar y no sé si ese mismo día o quizás el día siguiente, aproveché también para hacer la que sería la última compra más o menos grande en el Lidl. En particular, habida cuenta de que me quedaban poco más de dos semanas, quise probar alguna de las cosas que, por hache o por be (no sé si lo había escrito así alguna vez) nunca había probado. Así que me tuve que decantar y me decanté por un pan de medio kilo que me encantó (que conste que no me lo comí de una vez) . Pero claro, el pan habría que acompañarlo con algo y ese algo fueron unos choricillos arrugados que me miraron con ojos de penita. Luego pude comprobar que todo había sido una artimaöa y que me habían dado salchicha por chorizo. Aunque la verdad, como para los guiris todo es "sausage" o su equivalente en eslovaco, tampoco les echo la culpa.
Por último, creo que compraría también postres y quizás algo más ... algo más que al final me ha sobrado, como los noodles instantáneos :-). Sobre el resto de la semana, poco más. Como siempre trabajando hasta tarde, aunque la verdad es que prácticamente hasta la misma hora a la que me hubiera quedado de estar en España por lo que tampoco me quejo.
Eso sí, a la hora de las comidas tocaba tener cuidado con lo que comía porque todavía no sentía el estómago bien al 100%. Por eso y a pesar de que no es seguro que la culpa la tuviera el queso frito, se quedó allí con la excusa de que iba acompaöado de patatas fritas y no me hacían mucho tilín. A la semana siguiente sí que recuerdo que vi un plato "especial" con muy buena pinta y me lo comí con patatas y todo :-).
Pero en lo que respecta a esa semana, ya no queda mucho más que contar. El viernes, tuvo lugar la letanía habitual de estas últimas semanas, que incluía cargar con la maleta desde el apartamento hasta el trabajo, luego por el aeropuerto, rezar para que no me hicieran embarcarla y no tener que esperar hasta el sábado o el domingo para abrirla. Afortunadamente no ha pasado en ninguna de las ocasiones y, hoy mismo, me da igual que la dejen o no porque la he embarcado.
El caso es que llegué como siempre al aeropuerto y mientras tomaba un refrigerio en la sala VIP, me dio por mirar el monitor con los vuelos y vi que el mío estaba listo para embarcar algo así como 15 o 20 minutos antes de lo habitual. Miré el billete y vi que efectivamente salía antes. En ese momento me acordé también que, efectivamente, ya en su momento vi que esto pasaría, aunque me había olvidado completamente. Así que salí deprisa y corriendo para la puerta de embarque esperando no llegar demasiado tarde y tener hueco para poner la maleta. Mientras aceleraba el paso por la terminal, miraba al negro cielo que había fuera y comprobaba que no estaba negro porque hubiera nubarrones, era solo porque eran las cuatro y media. En cualquier caso, al final no hubo problema y el susto pasó pronto.
Al salir antes, también llegó antes, aunque no mucho más de lo normal. Allí en París tuve que sacar la tarjeta de embarque para Málaga puesto que era imposible sacarla por internet. Me tocó un asiento trasero, el último del avión, en el pasillo junto a un padre francés y su hijo español. El vuelo lo pasé leyendo y sin reclinar el asiento porque, en primer lugar, no suelo hacerlo y en segundo lugar, no era posible al tratarse del último del avión :-).
Llegué a Málaga con mi maletita a la hora acostumbrada y poco más. Hasta la semana siguiente que casi pierdo el avión como decía al principio.
Un saludo, Domingo.
jueves, 5 de noviembre de 2009
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22/10 Tónica de Limón |
El jueves me levanté ya más o menos bien de arriba y de abajo, pero con pocas ganas, evidentemente, de comer sólido. Así que decidí comprar Aquarius o en su defecto cualquier otra bebida isotónica. Así que nada, fui al Lidl y tras dar varias vueltas me fui con la impresión de que no había mirado bien porque no había visto nada que se le pareciera. Lo único era una botella de algo llamado "Tonic" que vete tú a saber si era tónica o no. La tónica era mi segunda opción, claro está.
Del Lidl pasé a un ultramarinos que hay cerca del apartamento y donde había visto un frigorífico con bebidas. Pero nada, muchas bebidas pero nada de Aquarius. Y de ahí pasé al lado de otro sitio parecido con idéntico resultado y por último a un supermercado lo suficientemente grande como para estar seguro de que allí no podría faltar. Es más, dudaba incluso si mirar en el trabajo pues me sonaba haber visto a algún compañero con una lata pero bueno, la verdad es que yo necesitaba una botella de más de un litro más que una lata.
Así que llego al supermercado y por más que miro y remiro no hay nada. Como ya se habían acabado todas mis opciones, me decanto por un "Limón amargo Schweppes" que al final resultó ser justo lo que yo supuse, tónica con un toque de limón que estaba aceptablemente buena y que encima me venía bien para lo mío. Pagué el euro y pico que costaba y me fui al trabajo haciendo cábalas acerca del dinero que me había gastado en comer esa semana y que ascendía a la friolera cantidad de algo más de un euro al día para comer y cenar. Eso sí, con amplios períodos en los que no había comido nada y que falseaban terriblemente la estadística, pero para eso están las estadísticas :-).
Y en el trabajo pues vuelta al mismo, sin apenas voz y bebiendo tónica cada dos por tres. Así me pasé el día, rechazando amablemente la invitación a comer de mis compañeros e hidratando mi cuerpo con un par de litros de tónica limonada. Al llegar la noche, me hice una sopita de noodles instantáneos que me demostró que mi estómago no estaba todavía al 100% y poco más. No recuerdo bien si la maleta la hice el jueves o si la había hecho ya el mismo miércoles pero bueno, evidentemente es día la maleta ya estaba hecha y presta a viajar conmigo de vuelta al día siguiente.
El día siguiente, viernes, empezó la normalización. Comí algo de arroz y mi estómago lo toleró con normalidad. Luego, sobre las tres y media el taxi rumbo a Viena, allí la sala VIP donde probé alguna que otra cosilla y, sobre todo, limón amargo Schweppes (lo que son las cosas) y rumbo a París y luego a Málaga donde llegaría, como siempre, sobre las 11 y algo de la noche para entrar en casa casi a las 12.
Un saludo, Domingo.
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19/10 La gastro |
Y no es el Gastro-passe o algo así que viene a ser el equivalente eslovaco del Ticket Restaurant, Ticket Restaurant que también tienen por aquí, por otro lado. Bueno, cualquiera que haya leído la entrada anterior sabe que me refiero a una gastroenteritis pero no adelantemos acontecimientos y cada cosa a su debido tiempo.
La semana empieza con ... aviones, taxis, salas VIP, etc. Ese día en cuestión creo recordar que desayuné en Málaga mi taza de leche con frutos secos o muesli o lo que sea que ponen allí en la sala VIP. A continuación cogí el avión y me encontré con que el asiento de al lado iba vacío. Aunque el Málaga-París es el vuelo en el que menos disfruto de un asiento contiguo vacío, la verdad es que me alegró. Antes de dormirme, además me dio tiempo a saber que en la fila de la lado había una famila de 7 u 8 personas, incluyendo un niño pequeño, divididos en dos o tres filas. Además, en un momento dado la azafata se acercó para ayudarles aunque la verdad es que lo tenían todo bastante bien controlado. Eso sí, la señora, joven pero señora, necesitó apenas unos segundos para aclararle a la azafata que el niño pequeño no pagaba billete porque lo llevaba en brazos.
Y poco más, caí frito, como siempre, despertándome cuando el avión llegaba a París. Aunque al llegar noté que algo había cambiado con respecto a antes de dormirme. En particular, ya no disponía de tanto espacio libre. Una rápida, aunque somnolienta, mirada me sirvió para darme cuenta de que el hombre que había iniciado el viaje en el pasillo estaba ahora a mi lado, el que estaba en el pasillo de la otra fila ahora estaba en el pasillo de la mía y el resto de la familia se había reorganizado.
Debido sobre todo al sueño, tardé en darme cuenta de que lo que habían hecho era ponerse más cómodos, en particular la señora que llevaba el niño. Vieron el asiento libre entre mi persona y uno de los miembros del clan y, amparados por la oscuridad, el sueño y la superioridad en número, lo conquistaron. No los critico, yo creo que hubiera hecho lo mismo. Eso sí, al despertarme el que estaba a mi lado, que parecía uno de los patriarcas y como tal, o quizás no como tal pero el caso es que lo hizo, me habló directamente en plan jocoso alabando el viaje que me había pegado. Le comenté lo de la biodramina y esas cosas y nada, a abandonar el avión se había dicho.
Yo cogí mi maleta, esa misma que me lleva acompañando durante los últimos viajes y que, Dios mediante, me permitirá recoger todas las cosas para la semana que viene que será mi última semana aquí. Total, que cojo mi maleta casi vacía, ocupada solo por una mochila también vacía y para la sala VIP de Air France. Esta vez, como ya me conocía el cuento, no pregunté si al vuelo le faltaba mucho para salir. Entré y me di prisa. Re-desayuné, cogí además unos cereales para desayunar en Bratislava cuando se me acabara el pan, el tostador o ambos, cogería alguna cosilla más para el camino y pitando de nuevo. Llegué a la puerta de embarque justo cuando este empezaba así que todo perfecto.
De ese vuelo no recuerdo mucho, salvo que creo que no me comí el sandwich entero, creo que solo una parte y que me tocó a mi lado otro espécimen raron en cuanto a los sitios se refiere. Este chico en cuestión se tiró todo el viaje en el asiento del medio teniendo libre como tenía el asiento del pasillo. Pero nada, aquella era mi semana de los compañeros extraños de avión.
Tras eso, la llegada a Viena, el taxi a Bratislava y poco más. Nada más llegar vi que no hacía tanto frío como la semana anterior aunque desde luego no estaba en Málaga. Ese lunes trabajaría como ya casi todos los días hasta tarde y poco más.
Y en estas que llega el martes. Llega y empieza con un posible causante de la gastroenteritis, el desayuno. El otro posible causante es la comida porque desde luego la cena no fue. Ese semana además había empezado una promoción por la cual todos los días hay un menú que vale 2,49 euros en vez de los 3,95 habituales (el menú está compuestos de una sopa y un segundo plato y no incluye bebida, ni pan ni postre). Al estar en eslovaco la verdad es que no sabía muy bien cuál de los menús era el de 2,49 pero daba igual, a esos precios tampoco es que me fuera yo a pelear con nadie. Así que me decidí por el plato que más me apetecía que era el queso empanado con las patatas cocidas y la salsa de yogur.
Me lo comí pero o bien era culpa del desayuno y al final no tenía mucha hambre o bien era culpa del plato en cuestión y el queso y la salsa no los notaba yo como siempre. Pero nada, no le di mayor importancia y de vuelta al trabajo. Acabé también tardecillo, sobre las 8 y media y antes de volver al apartamento me pasé por el Lidl para comprar provisiones. Ya en el camino y a la salida del Lidl me empecé a encontrar regular. Esperaba yo que el aire fresquito me mejorara pero no hubo suerte. Así que llegué a casa y ... empezó el show.
Fue un show muy atípico para mí con funciones a primera hora de la parte de arriba y a última de la de abajo y entonces comprendí perfectamente a mi abuela cada vez que ella ha tenido un ataque y luego describía gráficamente cómo se sentía. Yo la verdad es que me encontraba bastante confiado en que sería una cosa temporal y que en cuanto echara lo que me había sentado mal, me pondría bien. Pero ese momento no llegaba. Y no solo no llegaba sino que además la cantidad de líquido que había expulsado de mi cuerpo no parecía importar al cuerpo para seguir arrojando líquido. Entonces sí que me empecé a preocupar algo más por un posible riesgo de deshidratación por muy remoto que este fuera.
Intenté en la medida de lo posible tomar líquidos, incluso tomar algo de yogur natural que según con quien hables es lo mejor o lo peor que puedes hacer. A mí no me sentó mal. Tampoco sé si me sentó bien porque lo expulsé rápidamente junto con el poco plátano que había ingerido. Así estuve aproximadamente desde las 9 de la noche que empezaría hasta la una y pico de la mañana.
Aquella noche, en vez de echarme en el sofá me acosté en la cama, preparé el cubo de la fregona ... por si acaso y cada cierto tiempo me levantaba. Como digo, a la 1 y media o cosa así conseguí dormirme y cada cierto tiempo me despertaba con el malestar propio de la situación. Me levanté un par de veces para vomitar, aunque no demasiado y a continuación bebía algo de agua y me volvía a acostar. A la segunda o tercera vez ya simplemente bebía el sorbito de agua.
Ahí más o menos sabía ya dos cosas, la primera es que iba a estar varios días ronco y la segunda que el miércoles no iría a trabajar. De hecho, sobre las 8 y algo me desperté, cogí el ordenador que se había quedado encendido toda la noche en la mesita de noche, por si necesitaba hablar con alguien con carácter de urgencia y mandé el consabido correo informando de que no me encontraba en condiciones de ir a trabajar. Mi jefe ni me contestó pero bueno, es lo que hay :-).
Seguí durmiendo lo que pude hasta que sobre las 11 o las 12 llegó la señora de la limpieza. Llamó antes de entrar y luego empezó a decir cosas en un eslovaco que, por su procedencia cercana a la orilla izquierda del Danubio, no pude entender. Básicamente ella me decía que estaba allí para limpiar, si había algún problema y yo que estaba ronco perdido, casi mudo y que no había ningún problema. Así que nada, yo cerré la puerta, volví a acostarme y mientras ella estaría durante media hora o una hora haciendo el paripé. Llegado el momento se despidió y se marchó.
Entonces yo aproveché para salir y para asaltar la nevera en todo aquello que pudiera hacerme bien. Decidí que aquello sería un yogur natural y un plátano y poco a poco me lo fui tomando. A continuación me eché en la cama y me quedé dormido hasta que, unas horas más tarde, me desperté entre penumbras. Debían ser las seis o así y ya era de noche ... ¡¡¡Y eso que no habían cambiado todavía la hora!!!.
El resto de la tarde lo pasé con el ordenador, hablando, creo que ordenando algo las fotos y no recuerdo qué más. Por la noche pues más yogur y plátano y ya está, hasta el día siguiente cuando empezaría la búsqueda activa del Aquarius.
Un saludo, Domingo.
miércoles, 28 de octubre de 2009
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16/10 Vuelta al calor |
Como comentaba en la entrada anterior, durante la semana el frío fue la nota dominante. Frío que se exacerbaba más cuando tenía que acercarme al Lidl a comprar y a la salida me encontraba con que no podía poner las manos dentro de la chaqueta, debía llevar una mano con las compras y otra con el paraguas.
El viernes al menos ya no llovía. Eso sí, no sé si el mismo viernes o justo el día antes, ya me habían enseñado algunas fotos de la Eslovaquia nevada. Ambas Eslovaquias, la profunda y la no tan profunda. Un panorama francamente diferente al que me pintaba la gente en Málaga con casi una ola de calor. Pero bueno, así es la climatología.
Así que nada, el viernes por la mañana cogí mi maleta, no cogí el paraguas porque aparentemente no llovería (no lo hizo) y para el trabajo. Una vez allí, el trabajo normal, lo típico de los viernes y sobre las tres y media, rumbo a Viena. Eso sí, iba sin la chaqueta, que había vuelto a dejar en el trabajo para tenerla ya allí a la semana siguiente, y conjurado en llevarme unos guantes y un gorro la semana siguiente, tal como así hice.
En el aeropuerto de Viena, volví a repetir lo de siempre, incluyendo la maleta, que dejé frente a la zona de los ordenadores y mientras yo me dedicaba a dar buena cuenta de las cosillas que ponían por allí. Lo último fue una botella de agua "de fresa" y es que también allí tienen numerosos tipos de aguas ... esta en particular, con gas.
Al final no usé el ordenador porque estaban ocupados y ya iba siendo hora de tirar para la puerta de embarque, tiré para allá con mi tarjeta de embarque impresa, acompañada de la "impresión" de Air France que decía que ya era cliente platino, por si algún incrédulo no se fiaba de mi palabra. Ese fin de semana, recibiría la tarjeta oro y ya no tendría que llevar la fotocopia, algo es algo.
Pues eso, con la tarjeta de embarque y la "fotocopia", llegué a la puerta de embarque y poco después ya estaba yo volando rumbo a París. A la llegada a París, saludé a mi ex-compañero, aunque después de haber sacado la tarjeta de embarque allí pues otra vez estábamos con las bromas de no poder hacerlo en Viena. Estuve en la sala unos minutos, lo justo para intentar tomarme un yogur, aunque sin mucho éxito pues los habían quitado todos. Al no encontrar el yogur, recuerdo que probé alguna galleta y una especie de rosquillos minúsculos de masa y zumbando para el avión.
Allí, me esperaba una de las filas más retrasadas y creo recordar que una pareja de hispanoamericanos mayorcetes, muy amables, que me preguntaban de todo y a cada pregunta se disculpaban y luego agradecían la respuesta. Les deseé que tuvieran una buena estancia en Málaga y que no hiciera tanto calor como había hecho durante la semana. Yo creo que al final tuvieron suerte pues la temperatura fue bastante buena.
Al final, el avión llegó, yo cogí mi maleta, mi taxi ... y a casa. Aunque en este caso la anécdota con los taxistas fue que el que me tocó andaba despistadillo y de repente me preguntó ... ¿Habíamos metido algo en el maletero?. Pues sí, habíamos metido mi maleta, que agradecería sacáramos antes de que se fuera :-).
Y ya está, en casa para pasar el corto fin de semana y dispuesto para la gastroenteritis que me tocaría vivir a la semana siguiente.
Un saludo, Domingo.
martes, 27 de octubre de 2009
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12/10 Un frío de ... |
Mil demonios. La verdad es que me pregunto si no será un poco paradójico eso del frío de mil demonios y probablemente lo es pero es que eso es lo que hacía esa semana. Poco importa si los demonios estaban o no en su medio natural. Poco importa si es que los demonios se lo llevaban a uno al infierno y uno hasta lo agradecía con tal de no soportar el frío de aquí. Lo que importa es que aquella semana rozamos los 0 grados casi todos los días ... y encima llovía.
Pero bueno, antes hay que llegar allí o aquí, según se mire. Para ello, cogí el Málaga-París de todos los lunes, con la diferencia de que esa vez vine en primera. Y no solo eso, resistí el sueño justo lo suficiente como para disfrutar del desayuno en primera, que por otro lado resultó ser más "lujoso" pero menos "apetitoso" que el bocadillo de jamón que yo me esperaba. Un bollito, jamón york, queso y alguna que otra fruslería más componían el desayuno, desayuno que acompañaba a la somera tacita de café con cereales/frutos secos que me había tomado en la sala VIP.
Después del desayuno, a dormir un rato y poco más. Llegando a París me despertaría para leer un poco y darme cuenta de que, efectivamente, ese lado es peor para viajar porque da el sol y se pone ardiendo. Y nada, el avión que llega, yo que me despido de mi ex compañero de trabajo y me dirijo a la sala VIP de París. Allí veo que hay un montón de aviones por salir y que, de los que salían, antes o a la misma hora que el mío, ninguno estaba embarcando todavía. Así que me dispuse a subir, acompañado de mi maleta pequeña, si no recuerdo mal.
Allí una chica, creo que con rasgos asiátidos, me atendió y muy amablemente me dijo que podía pasar. Entonces yo le pregunté que cómo iba de hora el avión pues había visto que no podía todavía nada. En esto que lo consulta y me dice que ... me vaya con viento fresco pues el avión iba a salir pronto. Yo me fui pensando que debería haberme callado pues todavía no se ve ningún movimiento en los monitores. Pero pronto cambiaría de opinión porque el embarque estaba empezando en ese momento y, de hecho, llegué para ponerme en la cola y al poco tiempo entrar en el avión.
Tras eso, avión hasta Viena, taxi hasta Bratislava y como de costumbre. Bueno no, como de costumbre no. Ya en París había notado un fresquete interesante y en Viena más si cabe. En Bratislava hacía frío y lo único que me salvaba es que la semana anterior me había dejado la chaqueta en el trabajo, con tal de no tener que cargar con ella.
El día pasó, salí tarde como casi siempre y me dirigí al apartamento ... a donde conseguí llegar a pesar del intenso frío. No sabía muy bien si era que hacía frío o si era que los veintitantos grados a los que estaba acostumbrado en Málaga, me habían estropeado el termómetro corporal. Comprobé que el termómetro corporal estaba bien porque, en primer lugar, notaba un frío tan intenso como el de los días más fríos que yo haya pasado nunca en Málaga (entre 3 y 5 grados) y además los pronósticos del tiempo confirmaban que esa semana los termómetros estarían precisamente alrededor de los 3 grados.
Las mismas predicciones anunciaban además posibilidad de nieve, algo completamente comprensible porque era cuestión de que hiciera menos de 0 grados y lloviera a la vez. Lo primero estaba cerca de producirse y lo segundo se produjo durante toda la semana.
Así que nada, con las manos embutidas en los bolsillos de la chaqueta, la calva perdiendo calor como si no costara y las orejas ayudando, llegué al apartamento ese lunes. El lunes iría algo mejor pertrechado aunque no mucho más pues lo fundamental eran el gorro y los guantes y ni una cosa ni las otras tenía yo en Bratislava. Eso sí, al día siguiente llevaría mi paraguas para cubrirme de la posibilidad de lluvia. Aunque como dijo un compañero, hacía viento y manejar el paraguas sería divertido.
El trabajo transcurrió como lleva transcurriendo los últimos meses y en particular las últimas semanas. Yo voy terminando mis cosas, voy enseñándoles a esta gente y día a día, se acerca el final de la asignación. Este día en concreto, casi se acerca también el final de mis manos. Con la chaqueta con el cuello hacia arriba como si fuera un vampiro y con la cremallera de la chaqueta subida y el cuello tapándome la boca, el frío en la cara se encontraba minimizado. Eso sí, en las orejas seguía haciendo un frío majete.
Y en las manos no digamos. Las manos las alternaba ora en el paraguas ora en el bolsillo para no congelármelas, a la vez que intentaba mantener el paraguas firme y no mojarme. Ahí me alegré también de haberme comprado un paraguas bueno porque por la calle se veía gente con su paraguas plegable ... plegado por el viento en la dirección contraria a la que el dueño estaba acostumbrado y sirviendo de poco, por no decir nada, contra la lluvia.
Y así pasaron el martes, el miércoles y el jueves y casi que el viernes cuando me volvería.
Un saludo, Domingo.
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08/10 Casi en tierra |
Otra vez se me ha acumulado el trabajo. Así que a ver de lo que me acuerdo de esa semana :-). Hay algo seguro y es que hizo un tiempo impresionante. Yo iba con mis manguitas cortas al medio día y pasaba calor. Luego, tanto por la mañana como por la tarde ya era otra cosa, ya tenías que tener la chaqueta pues refrescaba.
En sí de lo que es la semana, no recuerdo mucho. Sí que fue una sensación especial eso de estar el lunes a las 9 de la mañana en vez de a la 1 o las 2 de la tarde, descansado y sin haber pasado 8 horitas viajando. Por lo demás, creo que no mucho que comentar. Algún día seguramente lo utilicé en más o menos hacer la maleta. En la misma llevaba los pocos regalos que había comprado y posiblemente algunas de las primeras cosas que me empezaba a llevar, como por ejemplo algunas camisas de manga corta.
El caso es que, como quien no quiere la cosa, llegó el jueves. Y el juevés, si no recuerdo mal creo que tuvo lugar al típica reunión semanal, que habitualmente tiene lugar en la sala Málaga. Así que en cierta forma era premonitorio ... ¡¡volvía a Málaga!!. Aunque casi no vuelvo, pues esa fue probablemente la anécdota de la jornada.
El caso es que cogí mi taxi para Viena, llegué con mi tarjeta de embarque por internet (como siempre no había podido sacar la de París) y fui a embarcar la maleta. Me comentaron que no tenía la de París, yo respondí que no, que al parecer no se podía solo para ver con asombro que la chica me la daba. Mejor me hubiera quedado callado. Además, ya sé que me tengo que quedar callado con las tarjetas de embarque porque cada semana la situación es diferente.
Tras soltar la maleta, entré en la sala VIP, me estuve tomando mi refrigerio y, si no recuerdo mal, también estuve mirando mi correo en los ordenadores habilitados a tal efecto. Debí probar los "spread" de atún y el otro que suelen poner y los pastelitos. No sé si sería ese día pero recuerdo también haber probado algún pastelito que, aunque estaba muy bueno, parecía manteca pura.
Y poco más, llegado el momento fui para la puerta de embarque, esperé la cola de rigor y para el avión. En el avión me volví a poner púo, que decimos en el sur porque creo que me comí el sandwich y esa cosa parecida al flan que ponen con él y que en realidad está mucho más buena que el sandwich. A pesar de todo echo de menos las ensaladas, pero bueno. Y llegué a París.
En París, repetí la operación. Me cogí tres yogures, uno o dos de ellos de manzana con trocitos de la misma que estaba buenísimo y me senté al ordenador a la espera de que se acercara la hora del embarque. Aquel día además me extrañó no ver a mi ex-compañero de trabajo, aunque luego comprendería que era normal pues era jueves y no viernes. Y aquel día comprendí también su empeño por no esperar al último momento para embarcar. Si normalmente el embarque era a y 20, esta vez sobre y 10 empecé a recoger pues no quería tampoco colarme mucho.
Para asegurarme, fui al panel y me econtré con que todavía no había ninguna señal para ir a la puerta de embarque ni habían dicho nada por megafonía ni nada. No recuerdo muy bien si decidí ir al servicio aprovechando esta circunstancia pero lo que sí recuerdo es que salí, me dirigí a los rayos X de los clientes preferentes, me dijo la muchacha (muy ocupada con el móvil) que era más adelante (me extrañó pues estaba casi seguro de que era allí), anduve un poco más y confirmé mis sospechas, retrocedí hasta volver al sitio de la muchacha y le aclaré que tenía una tarjeta oro, ella me dijo que pasara y en ese momento ya me estaban llamando por megafonía diciendo que me diera prisa que el avión se iba. Debían ser y 20 o así, la hora normal de empezar a embarcar. Aunque también es cierto que eso fue lo que debió pasar en junio cuando me quedé en tierra porque el de Viena llegó tarde, claro está.
Total, que crucé como un rayo las dos o tres puertas que me separaban de la mía, mientras escuchaba mi nombre por segunda vez. Llegué, le di la tarjeta de embarque a la única azafata que había por allí (estaba todo más solo que la una) y tomé camino del avión. Cuál no sería mi sorpresa al ver que no había camino del avión sino camino al autobús. Ya todo cobró sentido. Había que coger el autobús, por lo tanto había que embarcar antes y si me llego a descuidar un poco más ... hago noche en París. Entré en el autobús y como un minuto después, se cerraban las puertas y nos llevaban al avión. Se ve que aquella semana iba de coger medios de transporte a última hora :-S.
En el autobús, recuerdo que me hice un pequeño lío entre el jersey, la mochililla, la mochila etc., pero bueno, nada que no se pudiera solventar pronto. Entré en el avión donde hacía un calor infernal, sobre todo comparado con el frío y la lluvia de fuera y camino a casa. A casa llegué unas horas después, justo a tiempo para comprobar que la maleta no había llegado. La muchacha ya hasta se acordaba de haberme visto antes con el mismo problema. Tras eso, el taxi ... y a disfrutar de un fin de semana algo más largo de lo normal en el que el concesionario tampoco me avisó, llegué tarde y tuve que ir al día siguiente a recoger el coche. En la línea de la semana, vamos.
Un saludo, Domingo.
lunes, 19 de octubre de 2009
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04/10 El castillo |
El Castillo de Bratislava, Bratislava Castle o Hrad Bratislava fue lo que vi el domingo, efectivamente. Bueno, también vi más monumentos pero de eso mejor no hablamos que puedo cobrar :-P.
El caso es que el domingo decidí que no iba a madrugar, que ya estaba bien. Y eso hice, aunque la verdad es que tampoco me levanté excesivamente tarde para lo que hubiera debido. Me levanté, desayuné, haraganeé un poco por allí, comí temprano (vamos a la hora típica de aquí, entre las doce y la una sería) y me preparé para salir a ver lo que me quedaba de ver de Bratislava.
Saldría aproximadamente a las tres de la tarde por lo que me quedaban, según mis cálculos, entre tres y cuatro horas de sol. Tiempo más que suficiente porque yo tampoco iba a estar andando más tiempo después de la caminata del día anterior. De hecho, pensé en ir andando hacia el centro comercial con el parque al lado y, a partir de ahí, empezar ya a hacer turismo. Pero me lo pensé mejor y decidí coger el autobús. Pasé, eso sí, andando por el mercadillo solo para ver que aun siendo domingo estaban por allí los vendedores de flores, algunas muy bonitas.
Así que me subí en el autobús, que llegó poco después y en cosa de quince minutillos o algo así ya estaba en el centro comercial. Me sorprendió encontrarlo abierto y aproveché para comprar unas camisetas a mi hermano, de esas con las que te daban además un balón. Salí con la compra y los balones desinflados y me adentré en el parque, que estaba llenito de gente. El parque, que era la segunda vez que veía, me gustó si cabe más que la primera vez, llamándome especialmente la atención unos bancos semicirculares, unos 210 grados si me apuráis, que había distribuidos a lo largo de todo el parque. Además, cada banco tenía en medio una especie de estatua que simbolizaba cada uno de los símbolos del zodiaco.
Hice fotos por allí por el parque, a la fuente, los bancos, una especie de mini-templo gótico que hay por allí y ya me dirigí al castillo, paseando por el lateral del río. Hice algunas fotos desde un barco atracado en el río al que se podía entrar, hice algunas fotos al río desde el inicio del puente, desde la mitad del puente, desde el final del puente etc. Por cierto, ese puente es el nuevo, no el de tablas por el que yo había paseado. Ese es una mole de acero y cemento que me inspiraba menos ternura :-).
Como digo, pasé el puente y llegado a un lugar a partir del cual se suponía que se podía llegar al castillo, me adentré por el casco antiguo de Bratislava que está justo al lado de la iglesia/catedral con la corona de no sé qué rey húngaro (entonces todo era Hungría) en la antena. Luego me di cuenta que es que me había ido por la parte de la derecha en vez de por la izquierda por la que hubiera podido llegar al castillo sin dar tanto rodeo. Pero no me importó porque la parte antigua de la ciudad era cuando menos curiosa. Casi tanto como una chica al lado de la cual pasé y que estaba metiendo la cámara en todos los edificios abandonados para sacar fotos :-S.
Tras el pequeño rodeo llegué a la parte baja del castillo y empecé a subir y a subir y a subir y ya está porque ya llegué. El castillo es bonito, aunque tampoco es que tenga mucho que ver. Eso sí, para dar un paseo tranquilo está muy bien. Hice fotos desde las almenas de la parte superior y fui bajando poco a poco por una especie de parque que tiene dentro dando vueltas, virando y revirando hasta que ya empezaba la bajada a la ciudad. Allí me encontré con un señor mayor, eslovaco de nacimiento y americano de adopción que había vivido en el castillo hacía sesenta años y que estaba allí con uno de sus nietos, sueco, con el que hablaba en inglés.
Este señor fue el que me contó algunas de las historias del castillo y también de la catedral con la corona en todo lo alto. Tenía pinta de ser todo un personaje (en el sentido positivo) y haber vivido mucho ... en San Francisco que era donde vivía y donde supongo que vive.
Y una vez visto el castillo, ya solo me restaba volver. Aunque antes me pasé por la catedral para verla por dentro. Antes no había querido entrar porque estaban oficiando misa y luego, luego no pude porque estaba cerrada. Así que nada, seguí hacia abajo hasta llegar a mi amigo el de la alcantarilla. Allí estaba intentando poner la cámara para sacarme una autofoto con las pocas pilas que le quedaban cuando apareció un adolescente japonés también más raro que un perro verde. Por algún motivo se había metido él un pedazo de viaje por media Europa a solas con su cámara. La verdad es que reconozco que cuando me preguntó si estaba solo me mosqueé un poco. El caso es que amablemente se ofreció a hacerme la foto, yo le correspondí como era natural y tras una conversación a ratos insustancial (resultó ser un fan del Valencia C.F. que veía la liga española en Japón) nos despedimos deseándonos suerte.
Bueno, ya queda poco, casi nada. Tras la foto con el de la alcantarilla, di un paseo por una zona que no conocía y donde había una señora en un puestecito vendiendo castañas y maíz asado. Pensé en comprar pero al final pensé que no valdría la pena pues sería igual que en España. Por cierto, el día anterior estuve por coger alguna castaña de las muchas que habían caído al suelo en el Stadt-Park pero como no me gustan crudas ...
Tras eso, ya sí que me dirigí al apartamento. Volví a pisar terreno conocido, lleno de obras que no estaban la última vez que pasé por allí, pero conocido y llegué a la parada del tranvía justo a tiempo para ver cómo no llegaba justo a tiempo. No quise arriesgarme a cogerlo sin billete y me tocó esperar diez o quince minutos más. Ese tiempo, unido al otro tanto que tardó en llegar, fue lo que tardé yo en hacer lo propio al apartamento. Allí, me relajé y ... a descansar, que al día siguiente había que trabajar.
Un saludo, Domingo.
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03/10 Viena |
El sábado me levanté a la hora que tenía previsto, hice lo que tenía previsto (muchas de las cosas ya las había dejado preparadas la noche anterior, como los sandwiches, por ejemplo) y ... me di cuenta de que las pilas recargables no funcionaban. De hecho no sabía si serían las pilas recargables o mi fiel cámara. Así que me dirigí al Lidl con el temor de que el tiempo que perdiera allí me resultara finalmente valioso.
Ese no lo fue, pero el siguiente sí. Aproximadamente con 15 minutos de retraso sobre el plan previsto, salía del Lidl con mis 8 pilas (no recargables) y mi cámara funcionando. Me dirigí al tranvía/autobús que debía dejarme cerca del otro tranvía/autobús que debía dejarme en la estación. Pensé en caminar pues la parada estaba cerca pero como el 207 (ese es el número del tranvía en cuestión) estaba para salir, pues me esperé y ya está. Me monté y justo a la parada siguiente me bajé. Ahora ya era cuestión de ir a la otra parada ... y de acordarse cuál era esta, claro está. Y no, no me acordé.
Tan no me acordé que empecé a andar buscándola y lo que hice fue alejarme porque la tenía a mis espaldas. Cuando llevaba un rato andando me monté en otro autobús que iba para la estación de autobuses (yo iba a la de trenes) aunque finalmente decidí tomar el camino seguro, coger ir a la parada que conocía y desde allí caminar hasta la estación de trenes. Eso hice y por unos segundos no cogí un tercer autobús que me dejaba directamente en la estación. Así que el resto del camino, unos 10 minutos los hice andando.
Entré en la estación, saqué el billete, miré para el monitor y ... tenía que esperar 50 minutos. Eran las 11 en punto y hasta las 11:50 no pasaría el siguiente. Luego me di cuenta de que lo había perdido por un minuto ya que el billete fue imprimido a las 10:59 y el tren supuestamente salió a las 11:00. Es decir que mientras miraba el panel probablemente se iba el tren.
A pesar de todo, no cundió el desaliento entre mis filas. Cogí y saqué la guía de Viena, que hasta entonces no había podido mirar. Y así, ojeándola pasó el tiempo. Bueno ojeándola, comprando un recuerdo en la tienda (¡¡¡qué caros eran todos!!!) y por último sacando el almuerzo mientras esperaba, comiendo en un banco en el andén a que viniera el trencito de marras.
Acabé la comida y me puse a ojear el libro que llevaba mientras que el tren venía o no venía. En un momento dado, la megafonía empezó a emitir alaridos anunciando cambios de andenes. Yo no me preocupé porque no escuché el nombre de "Viena" por ningún lado. Pero en estas que miré el reloj y vi que casi era la hora y todavía no había venido mi tren. Es más, justo en el andén que estaba a mis espaldas había un tren y en esa parte del andén había un letrero que ponía "Viena" precisamente. Era un tanto extraño porque esas indicaciones estaban antes justo en la parte en la que yo me encontraba y no en la otra.
Así que, algo preocupado, pregunté al señor que había fuera del tren, algún tipo de revisor, si era el tren para Viena. Me dijo que sí, me abrió la puerta pues estaban todas cerradas y subí. 20 segundos después el tren salía y yo me sentaba aliviado, muy aliviado.
Luego ese mismo hombre pasó pidiendo los tickets, le di el mío y ya está. El viaje de ida la verdad es que lo pasé fundamentalmente leyendo y de vez en cuando escuchando a un chico sudamericano al que primero escuché hablar con alguien en inglés, luego durante mucho tiempo en español y finalmente con otra persona en alemán. De hecho se tiró casi todo el viaje hablando con el móvil. No fue todo porque esperó a que el móvil cogiera alguna compañía austriaca.
Resultó ser un informático que había trabajado durante mucho tiempo en Viena y ahora estaba en Bratislava, junto a alguno que no sabía hacer la O con un canuto, o al menos algo así manifestaba. Llevaba además una maleta grande para recoger las últimas cosas que tenía en Viena pues aparentemente se estaba terminando de mudar.
Al final el tren llegó, me bajé, la estación muy bien y tras unas cuantas escaleras mecánicas ... el caso Gürtel que me explota en las narices. Allí había un cartelito del Wien Gürtel que supongo que es la circunvalación de Viena.
Salí y a unos 100 ó 200 metros a la derecha me encontré el Belvedere. Ya me habían comentado que estaba muy cerca pero no pensé que tanto. Entré en el jardín y empecé a hacer fotos a todo, se meneara o no. El lago estaba seco porque estaban haciendo obras pero la parte de los jardines era ciertamente muy bonita. Allí aproveché las características de mi siempre fiel Pentax para salir en algunas instantáneas.
Crucé todo el parque, incluyendo una paradita para hacer un par de fotos a un par de parejas y salí a lo que para mí era Viena, Viena. Muy cerca me encontré una pequeña iglesia con una estatua de Juan Pablo II. Y también bastante cerca una plaza con una gran estatua aparentemente dedicada a los rusos que cayeron en la segunda guerra mundial. En el centro de la plaza había una gran fuente que, de forma natural, nos obsequiaba con un enorme arco iris. Hice fotos a todo, el monumento, la plaza, la fuente y el arco iris. En un par de ellas también salí yo.
Y tras mirar el mapa, pensé que lo mejor sería acudir a la catedral para, una vez allí, coger los autobuses turísticos de forma que me pudiera hacer una idea de los mejores sitios de la ciudad y, en todo caso, volver al día siguiente.
Anduve un rato y llegué al parque de la ciudad, Stadt Park, parque por el que tenía que pasar para llegar a la catedral. El parque era también bastante bonito e incluía, en sitios estratégicos, monumentos a los principales músicos que alguna vez han estado vinculados a la ciudad.
Tras fotografiar el parque, seguí hasta la catedral a donde no tardé mucho en llegar. Allí, vi el autobús de turno, empecé a hablar con el vendedor de tickets quien debió reconocer mi acento o mi atuendo y rápidamente me dijo que si hablaba español. Él, al igual que la mayoría de sus compañeros, resultó ser ecuatoriano. El conductor del autobús, por el contrario, parecía ser italiano.
Me vendió el recorrido dos, que permitía hacer dos excursiones. Eso sí, me lo explicó fatal y tardé bastante en saber cómo iba todo. Por lo pronto no supe nada porque había llegado justo cuando el autobús se marchaba y debía esperar unos 15-20 minutos hasta que llegara el siguiente. Eso no era un problema porque todavía tenía que visitar la catedral y, en su interior, cambiar las pilas de la cámara que ya se habían agotado.
Entré dentro, no hice ninguna foto con flash tanto por respeto como por mantener vivas las pilas (sin mucho éxito) y unos minutos después, contento con las fotos que había hecho, salí de nuevo a ver si había llegado el autobús. Por cierto que la catedral era bonita pero probablemente más bonita por fuera que por dentro.
Me subí en el autobús y, una vez dentro, me tomé mi biodramina ... just in case. El autobús arrancó y 15 ó 20 minutos después paró en la Ópera. El vendedor ya me había dicho que allí tendría que esperar y yo ya estaba avisado pero el señor árabe mayor que iba con su esposa bastante más joven y su joven hija no estaba avisado y se sentía casi estafado.
Total que como debía esperar unos 30 minutos a que pasara el siguiente, me dispuse a recorrer toda la zona; zona que acabó resultándome muy bonita. Estaba la ópera, había un edificio que parecía una estación de trenes antigua pero que debía ser otra cosa, había una especie de mirador con una estatua ecuestre y había otro parque con una gran estatua de Beethoven si no recuerdo mal. Faltando unos cinco minutos para las cuatro, volví sobre otros pasos que no eran los míos temiendo que el autobús saliera sin mí ... otra vez.
No fue así, esta vez lo cogí y empecé el recorrido de la línea azul, que cruzaba los puentes un par de veces, iba hasta un parque/bosque y sitio de recreo, volvía y poco más. Bueno sí, las casas de colores creo que estaban también por el camino, aunque a la ida. De la vuelta me acuerdo de poco. De hecho el final de ese recorrido es posible que lo hiciera adormilado debido a la biodramina.
Me bajé ... como pude pues no sabía muy bien si el autobús iba a empezar con el segundo viaje o si era el mismo. Mientras dudaba, una gran cantidad de gente empezó a entrar, se acumularon en la puerta y me impedían salir. Conseguí zafarme y al preguntar en el autobús de al lado me dijeron que subiera, cogí un mapita de los que había a la entrada y ya entonces lo entendí todo. Había tres líneas de autobuses y con el ticket que yo había comprado tenía derecho a coger dos de ellas.
Así que nada, cogí la segunda que en realidad era la continuación de la primera que había cogido como una hora antes. Pasamos por el centro de la ciudad, vimos algunos sitios importantes a la par que bonitos y en cuestión de escasos minutos ya estábamos otra vez en la catedral. En la parada siguiente, habida cuenda de que iba a volver a la Ópera, me bajé.
Definitivamente los autobuses me sirvieron para saber que, andando, ya había visto probablemente lo mejor del centro. Volví para atrás, entré en una tienda (un supermercado Spar), compré algunas cosas típicas y de nuevo para la catedral. Pasé junto a ella por una calle que no había visto antes y al final desemboqué en la calle comercial o al menos la más comercial.
La paseé mientras empezaba a anochecer (así resultaba especialmente atrayente) incluyendo un convento franciscano que había por allí cerca y que me resultó especialmente extraño ver. Y ya viendo que la noche se me echaba encima, puse proa al Belvedere.
La verdad es que el Belvedere se me resistió porque al principio me pasé de frenada y volví al parque. Allí tuve que dar un par de vueltas hasta que ya, con la ayuda del plano que había pedido por la mañana en un hotel, conseguí centrarme. Seguí aquella calle y llegué a la plaza con la fuerte y posteriormente a la iglesia con la estatua de Juan Pablo II.
El Belvedere estaba a escasos metros. Entré por una puerta por la que no sabía si se podía entrar pues aparentemente era para visitar el interior o para asistir a alguna representación y yo la utilicé simplemente para pasar hacia dentro de los jardines. En realidad creo que sí que no había ningún problema, pero yo no estaba seguro.Y además de no estar seguro estaba preocupado por la posibilidad de perder el tren. Crucé a paso ligero el Belvedere y hacia la zona media vi una salida lateral. Dudé si cogerla pero pensé que mejor irme de Viena con el recuerdo del paseo por el Belvedere ... hice mal. Llegué al final del Belvedere y ese acceso ya estaba cerrado así que, de nuevo tuve que volver sobre mis pasos hasta salir por la puerta lateral. Hasta entonces calculaba que llegaría con entre 10 y 15 minutos de adelanto. Ya no lo tenía tan claro.
A pesar de todo, lo que quedaba de camino era corto y llegué a la estación en un momento, efectivamente con unos 10 minutos de antelación. Allí, me monté en el tren y cuando me disponía a leer escuché a unos españoles que preguntaban por la estación a la cual iba a parar el tren. Me acerqué y les comenté dónde era. Se alegraron, evidentemente, y luego me invitaron a ir el resto del viaje con ellos.
Resultaron ser dos mujeres, una de unos cuarenta y otra de unos 30, que trabajan en una aseguradora en Madrid y que estaban en Bratislava enseñando a las chicas que les van a quitar el trabajo a fecha uno de enero de 2010 y el novio de la joven que había ido a visitarlas a Bratislava.
Pasamos el viaje comentando cosas de la ciudad, sus problemas con el alojamiento y como al principio hasta tuvieron que compartir habitación porque a una le habían dado una habitación sin cama. Comentamos también las cosas curiosas del país y entre pitos y flautas el tren llegó a Bratislava. Allí, ellos se fueron para sus apartamentos y yo para el mío, que estaba completamente al otro lado de la ciudad.
Sobre las 9 o así llegaría yo al apartamento y ya fue cosa de ducharse cenar y lo normal de todos los días. Bueno, decidí también que no volvería al día siguiente a Viena sino que lo dedicaría a ver lo que me quedaba por ver de Bratislava.
Un saludo, Domingo.
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01/10 La Fiesta |
Pues al final sí que pasó algo el jueves, algo que he recordado hace poco. El jueves, yo estaba más que hecho a la idea de que iba a salir tarde, tal como llevaba haciendo esa semana. Sin embargo, sobre las cuatro de la tarde o así, empiezo a ver desfilar a mis compañeros con dirección a la puerta. Esto no es nada nuevo, de vez en cuando tienen reuniones a las que van todos y a las que, obviamente, yo no voy porque no pinto nada.
Pero curiosamente esta vez me preguntaron que si yo iba. Pregunté que qué tipo de reunión era y me dijeron que una que hacen con carácter trimestral para ver el estado de la cosa. Yo entendía que no debía ir porque al fin y al cabo soy de la misma empresa pero de otro país. Pero no, me dijeron que no había problema en que fuera. Total que salimos y, pasado aquel sitio donde me llevaron a comer halusky la primera semana, a unos 15-20 minutos de distancia andando, todo el mundo entró en un edificio. El edificio era cuando menos extraño, con murales llenos de gráficos en plan cómic. Algunos de los personajes de tan curioso retablo me eran conocidos, o al fueron reconocidos por mí. En particular estaba Marilyn Manson, Prince y alguno que otro más. Pregunté por la peculiar decoración y me comentaron que aquello era un pub que se llenaba hasta arriba los viernes por la noche.
Entramos y en lo que normalmente debe ser una pista de baile había dispuestas multitud de sillas. Nos sentamos de cara al sitio donde supongo que actuarán los grupos en directo y de espaldas al bar. Sobre nuestras cabezas pendían las típicas bolas "multiespeculares" y focos de colores ... convenientemente apagados. Allí estuvimos durante casi una hora, tiempo durante el cual los peces gordos de Bratislava explicaron lo que tenían que explicar dando en la sección final de ruegos y preguntas, toda una lección de arte y tronío que ni José Tomás en sus mejores tardes en la Monumental (que por cierto, parece que van a cerrar).
Entre los contertulios allí presentes, (contertulios oradores, claro está) destacó uno de los jefes a nivel mundial o cuasi mundial dueño de un acentazo francés tan grande que yo casi estaba por pedirle que hablara en francés ya que probablemente lo entendería mejor :-). Este mismo señor estuvo presente en la reunión del día siguiente haciendo preguntas que, si bien eran fáciles, la gente no tenía especialmente preparadas y les llevó su tiempo salir airosos del tema.
Pero bueno, volviendo al tema de la fiesta, la reunión acabó y tras ella se suponía que todo el mundo se trasladaría a un pub/restaurante llamado "Road 69" que no debía estar muy lejos. Un compañero se ofreció a llevarme y, como quiera que yo tenía todas las cosas en la oficina, tuve que volver a por ellas. Allí me encontré con otro compañero que no iba a la fiesta porque tenía partido de Badminton :-).
Bajé y me encontré a Vlado, que así se llama el compañero, esperándome en su Skoda Octavia o algo así. Un coche bastante grande aunque también con sus añitos. Lo de los coches de aquí no termina nunca de sorprenderme porque claro, los nombres que para nosotros son conocidos desde hace poco allí, aquí tienen historia y más historia a sus espaldas.
Me monté en el coche y pusimos rumbo a la calle donde debía estar aquello. Era más o menos cerca de donde estaba el Carrefour, pero bastante alejado de mi apartamento. Enfilamos la calle hablando y comentando las diferencias entre los jefes eslovacos y los españoles y mirando a ambos lados a ver si veíamos algo. Eso hicimos hasta que la calle (una calle bastante larga) se acabó y comenzaba ya la autovía. Así que dimos la vuelta y empezamos a buscar en la dirección opuesta. Incluso nos paramos en una gasolinera y yo le pregunté al dependiente si conocía el lugar.
No ha colado, ¿no?. Pues sí, era difícil, pero había que intentarlo :-). Evidentemente no fui yo el que preguntó. Pero hubiera dado igual porque el dependiente tampoco sabía donde estaba el sitio. Así que Vlado llamó a nuestro jefe y él ya le explicó. De hecho, unos 200 metros más adelante, yo mismo vi el cartel indicatorio o indicativo hacia la derecha. Entramos y aparcamos en una amplia explanada que había a tal efecto.
Con paso decidido y algo de frío, entramos en el sitio mirando a diestra y siniestra a ver dónde estaban el resto de compañeros que habían ido en autobús porque decían que querían llegar antes ... no fuera a ser que se acabara la comida, supongo. Tomamos asiento y procedimos a llenar nuestros platos. Yo en la primera andanada probé el pollo, las verduras a la plancha y creo que algo de jamón york con ensalada o algo así. En la segunda andanada cayeron el salmón con salsa de mostaza o tártara (no recuerdo) y no sé qué más. Tras ello, el postre a base de manzana y diferentes tipos de queso :-).
Una vez bien cenados, llegó el turno de la música en vivo. Esta vez fue un grupo local con mucha fama y predicamento entre la juventud bratislaveña. En particular había más de uno y más de dos descoyuntados bailando al ritmo que tocaba la banda. Esto fue curioso porque el cantante me recordó a mi antiguo compañero de instituto Pablo, que también cantaba, aunque él era cantautor. Pero lo más curioso no fue eso, fue que antes de actuar lo vi con una camiseta un tanto extraña con un lema en inglés como de pertenecer a una banda de música y pensé que vaya personajes había por allí y las camisetas que me llevaban como si fueran músicos. Y al final resultó ser el cantante, tócate los ... teclados.
El espectáculo me gustó algo más que el de la otra fiesta al que me invitaron aunque como me dijo Vlado al día siguiente, el de la primera fiesta era mejor porque la cantante era una señorita de buen ver por mucho que no se supiera en qué idioma cantaba y que incluso alguna canción la acabara con un "Spasiva" con lo cual ya sí que no quedaba claro si estaban cantando en eslovaco o en ruso. Eso para ellos, para mí por supuesto era absolutamente indistinguible, a la par que indiferente e incluso inverosímil si se hubiera dado el caso.
Aunque antes debería haber dicho las tres o cuatro canciones que escuché, más que el espectáculo, porque no llegué a quedarme para verlo entero. Mi chófer personal debía irse y yo aproveché para irme con él. Le pedí que me dejara en algún sitio donde no tuviera que desviarse mucho y me dejó en el Lidl para acabar yendo hasta mi apartamento porque no podía dar la vuelta antes. En cualquier caso, no me importó porque tenía que comprar para el fin de semana y ya pensaba que no iba a poder hacerlo.
Y ya está, el viernes sí que estuve trabajando hasta tarde y el sábado iría a Viena.
Un saludo, Domingo.
miércoles, 7 de octubre de 2009
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29/09 Air France |
Esa semana fue más cortita o mucho más larga de lo común, según se mire. Hacía más de un mes que tenía los billetes. De hecho hacía más de un mes que tenía todos los billetes, no solo los de esa semana, pero el motivo era precisamente esa semana. No tenía ni idea de por qué pero con más de un mes de antelación sabía que no era posible viajar el lunes y volver el viernes tal como suelo.
En su momento no supe por qué era. Imaginaba que habría algún tipo de convención en París que había pillado también las conexiones a través de Viena. Luego pensé que más bien sería al revés, alguna convención en Viena ya que lo de París explicaría quizás lo del viernes en todo caso, pero no lo del lunes. Llegado el momento, mi teoría cambió y pensé que lo mismo era todo por la elección de la sede de los JJOO para 2016 que se realizó en Copenhague. Pensé que lo mismo habían asistido una gran cantidad no solo de mandatarios sino también de políticos, politicuelos, politicuchos y demás especies.
Pero tampoco, a la semana siguiente me enteraría ya de cuál fue la razón. Y la razón no es otra más que la fe, que mueve montañas. Y en este caso la fe cristiana porque el Papa había estado en Praga durante esa semana. Naturalmente muchos eligieron Viena como etapa intermedia.
Pero bueno, el caso es que mi jefe no quiso pagar por un billete de avión lo que normalmente costaban dos y no me quedó más remedio que pasar el fin de semana en Bratislava, retocando también un poco las fechas de ida y de vuelta. Esa fue la razón por la que esta vez volaba un martes.
El martes en cuestión, me levanté, cogí el vuelo hacia París aunque no sin haber desayunado antes en Málaga, en la ya famosa sala. Allí por cierto me enteré de por qué me daban invitaciones en vez de pasar directamente con el billete y era por lo de ser un vuelo de Air France aunque operado por Air Europa. De hecho, esta vez no me dieron invitación, me dijeron que pasara simplemente a la sala. Llegué allí y la muchacha al no ver la invitación y ver la "tarjeta" que llevaba que no era más que la que se puede imprimir de internet y parece más bien una fotocopia que otra cosa, llamó de nuevo. Tardaron algo pero al final le dijeron que me dejara pasar y eso hizo. Yo vagabundeé un poco por la sala y encontré leche caliente y fruta seca con los que me fabriqué un tazón de cereales ... o algo así que me gustó mucho y que me propuse repetir cuando tuviera ocasión.
Tras eso, estuve prácticamente solo un rato más y finalmente procedí a embarcar. El viaje fue como siempre y al llegar a París me fui ipso facto para la sala VIP pues sabía que tendría que esperar más tiempo del acostumbrado. Otro de los efectos del cambio de fechas era que esta vez no cogía el vuelo que normalmente cogía sino uno más tardío. Estuve en la sala y allí desayuné nada más llegar, fui testigo de cómo cambiaban la "configuración" de desayuno a comida y entonces probé los sandwiches (también cogí una barrita de cereales) y finalmente, llegada la hora, fui al segundo embarque del día.
Allí me encontré con cierta sorpresa que el avión era de Air France y no de Austrian Airlines como había sido hasta aquel momento. Claro, el cambio de hora no solo era un cambio de hora, era también un cambio de compañía. Entré y me recibió la sobrecargo que me preguntó si hablaba francés y de dónde era. Me pareció que cumplía casi con excesivo rigor sus labores de seguridad pero luego me di cuenta de que probablemente es su costumbre. Es posiblemente la sobrecargo más "extraña" que jamás haya visto y proporcionaba realmente una atención casi personalizada. Debería tener unos 40 y tantos o 50 años y hablaba como mínimo inglés, italiano y francés pero no hablaba alemán. De hecho, nadie en el avión hablaba alemán ya que dijeron por megafonía varias veces que la tripulación hablaba francés, inglés, italiano y español (creo que esos cuatro idiomas).
No sé si se mostraban tan amables porque en ese vuelo debería haber alguien que hablara alemán y no lo había pero el caso es que efectivamente siempre fueron muy amables. Luego se pasó varias veces por el avión preguntando a todo el mundo como estaba y a mí me volvió a preguntar si era el español.
Por último, por si tuviera hambre, también nos sirvieron algo para comer, unos pinchitos con verduras, creo. Desde luego nada que ver ni con los sandwiches de Austrian Airlines ni, menos todavía con Air Europa que no da ni la hora. El resto del viaje bien, leyendo hasta casi acabar "El nombre de la rosa" y una vez en Viena, me esperaba el taxi para Bratislava a donde llegué un par de horas después de lo acostumbrado.
El resto de la tarde pues trabajando lo que pude, salir tarde como casi siempre y poco más. Al día siguiente más o menos igual. Eso sí, con la sensación de ser martes cuando en realidad era miércoles, pero más o menos igual. De hecho pasaba el tiempo y yo no preparaba nada para el fin de semana, aparte de saber que quería ir a visitar Viena.
Y lo mismo aplica para el jueves y el viernes. Ambos días estuve trabajando hasta tarde y, como mucho, me acercaría a comprar al Lidl. De hecho al Lidl sí recuerdo que fui porque compré jamón ahumado para hacerme unos bocadillos el fin de semana, compré también fruta, zumos, agua etc. Eso posiblemente sería el mismo jueves o incluso el viernes.
El viernes se dio la circunstancia especial de que mis compañeros por primera vez me vieron quedarme (la otra vez me pedí el viernes) y alguno a las 6 ó 7 de la tarde me preguntaba con una sonrisa en los labios que si ese día me quedaba ... cuando obviamente estaba claro que sí. Pero bueno, el humor no ha hecho nunca daño a nadie :-).
Y pasaremos ya al capítulo Viena con todas sus "cosas a última hora".
Un saludo, Domingo.
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25/09 Sala VIP París |
Miércoles y Jueves pasaron volados y viernes como siempre. El trabajo, el taxi y a casa. Dejé en el trabajo la mochila del portátil y pertrechado con la que le había comprado a mi hermano llegué al aeropuerto de Viena.
Había sacado previamente la tarjeta de embarque por internet, aprovechando las nuevas tecnologías y, lo reconozco, en un intento vano de sacar también la de Air Europa. En el aeropuerto intenté de nuevo sacarla pero también sin éxito. Además pude comprobar que mi intento para viajar con algo más de espacio tampoco había surtido efecto.
Sabiendo ya lo que había, me volví a dirigir a Air France en Viena para que me dieran el billete de Air Europa pero me dijeron que no, que naranjas de la China. Por lo visto antes tenían un acuerdo que ha finalizado y Air France ya no puede facturar así "en remoto". Al responder que hasta hacía un par de semanas se podía, me confirmaron que, efectivamente, así era, pero que esta nueva medida era muy reciente. De hecho me aconsejaron enviar una carta a Aire Europa quejándose. No lo hice, la verdad.
Tras la confirmación de los billetes, fui por segunda vez a la sala VIP donde probé de nuevo los alimentos que por allí había mientras comprobaba que se podía navegar perfectamente en los ordenadores que a tal efecto tenían dispuestos. No recuerdo si llegué a mover en la partida de ajedrez pero sí que recuerdo que la vi desde allí al igual que el correo. Tras ello, me fui para la puerta de embarque y, a diferencia de la vez anterior, esta vez la cola fue más llevadera.
Austrian me llevó, como siempre, sano y salvo a París y allí en París saqué el billete y armado con él entré en la tan traída y llevada Sala VIP. Allí, medio refugiado de molestas miradas estaba mi ex-compañero al que me uní. Aproveché los pocos minutos restantes para tomarme un zumo y un "algo", incluyendo unas galletitas que no estaban mal. Esa tarde me hinché de comer, lo reconozco. Eso sí, al menos eso me permitió no tener que cenar a las 12 de la noche.
Llegada la hora salimos de la sala y descubrí un pasadizo mágico por el que pueden ir los VIP, sin necesidad de esperar cola. Además está muy bien porque está justo en frente de la sala (¡qué casualidad!, ¿verdad?). Y así, mientras que él iba la servicio yo esperaba en la cola leyendo y descontando los minutos que faltaban para llegar.
El avión llegó como siempre, yo también y a empezar el fin de semana de tres días que debía ser el prólogo del fin de semana que iba a pasar en Viena.
Un saludo, Domingo.
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21/09 Primera Casi |
Sí, Primera Casi en vez de Primera Clase :-). En realidad fui en Primera Clase pero casi que se lo podían haber dado a otro que lo disfrutara más que yo. Pero bueno, no adelantemos acontecimientos.
Llegué como siempre al aeropuerto y, por tercera semana, me dirigí a la cola VIP para luego, por segunda semana, ir a desayunar a la sala VIP. Llegué a la cola y observé con sorpresa que su longitud era prácticamente la mitad de la de la otra cola, la de clase turista. Entonces pensé por un lado que, a veces, esa cola tampoco servía para mucho mientras pensaba en que era afortunado por tener que esperar la mitad de cola, sensación que probablemente contrastaría con la sensación de infortunio que más de uno sentirá cuando vaya a su cola VIP y se encuentre con que, a pesar de todo, sigue teniendo que hacer cola.
Eventualmente la cola pasó, saqué mi billete y para la cafetería. Allí me encontré a mi antiguo compañero y estuvimos charlando los cinco o diez minutos que transcurrirían entre que yo llegué y que, desayunado, nos dirigimos hacia la puerta de embarque. En ese lapso de tiempo, además del desayuno, también fuimos testigos de cómo un par de franceses se pimplaban su cervecita y sus aceitunitas a la nada despreciable hora de las seis y media de la mañana.
Camino a la puerta de embarque, se pararon para saludarlo y ahí me enteré de que será papá en unos meses. ¡¡¡Menudo trajín le espera!!!. Luego, hablando con él también me enteré de algo que ya había escuchado en la cola de facturación y es que había overbooking. Lo que no sabía yo es que ese overbooking podía acabar en un "upgrade" a Primera Clase para los que tuvieran la tarjeta Oro o Platino, que era nuestro caso, que fue precisamente lo que pasó. A él se lo dijeron directamente y conmigo se hicieron rogar. Cuando ya marchaba para el pasillo, camino del finger, me llamaron para decirme que yo también iba en primera.
Y no es que aquí se pare la historia, pero casi. Entré en el avión, leí unos minutos hasta que fue a despegar y me quedé dormido. Era algo que ya sabía y lo lamentaba sobre todo por el bocadillo de jamón que me hubiera tomado o incluso guardado para el vuelo de Austrian. Pero nada, me desperté ya llegando a París. Mi compañero de aventuras me preguntó si al final había desayunado en el avión, le dije que no y poco más. Tras eso le pregunté por la sala VIP de Air France, cuya ubicación desconocía, a pesar de haberla buscado la semana anterior, aunque sin mucha convicción. Me dijo donde era y entonces entendí por qué no la había encontrado, se encontraba antes de pasar los Rayos X y no después como en Málaga. En Viena realmente era también antes pero bueno, en ese momento no se me ocurrió que pudiera ser así. Ya no me daba tiempo de verla porque comenzaban a embarcar pero me prometí que el viernes la vería y así podría saber si estaba tan bien como este chico decía.
Luego el avión para Viena, y ya a partir de ahí lo normal ... lo normal de cuando llevas maleta. Me la habían perdido, tuve que reclamar, ayudé también a una pareja de recién casados gaditanos con el mismo problema y escuché con resignación a los trabajadores de Air France que venían a dar a entender que la culpa era mía por coger dos vuelos tan seguidos.
Y poco más, mucho trabajo, muchas prisas que les han entrado ahora y poco más. Eso sí, el martes llamé preguntando por la maleta pues estuve todo el día de reuniones y, si me habían llamdo, no me había podido enterar. Me dijeron que estaba allí pero que aparentemente no me habían llamado y aunque me ofrecieron un servicio de taxi para llevar la maleta, ya era mucho jaleo y preferí que la entregaran normalmente al día siguiente. Mientras, aproveché la tarde para ir a comprar las cosas que necesitaba en el Centro Comercial Aupark. Ya el resto casi que mejor en el vuelo de vuelta.
Un saludo, Domingo.