sábado, 14 de noviembre de 2009

26/10 Anochece que no es poco

Iba a titularlo "La semana perdida" porque apenas recordaba nada de la misma. Supongo que lo ocurrido en las últimas dos semanas prácticamente hizo que esta en concreto se perdiera como lágrimas en la lluvia ... o algo así, o quizás no. El caso es que tampoco es para tanto. Aplicando un poco la lógica para sacar conclusiones acerca de cuándo hice esto o aquello y con un poco de esfuerzo, las cosas van saliendo. Es algo que la verdad es que he descubierto durante el trabajo en Bratislava debido a que, excepto al principio cuando llevaba el portátil en el avión, el resto del tiempo nunca he tenido el blog actualizado. Y tan es así que las últimas semanas las escribiré/describiré ya desde Málaga. Y nada, me pongo a ello. Este primer trozo no será tampoco muy complicado pues lo estuve escribiendo ayer en la sala VIP del aeropuerto de Viena por lo que fundamentalmente va a ser copiar y pegar.

El caso es que teniendo en cuenta que tanto la semana pasada como esta tuve problemas para coger el avión a Viena (lo cogí por los pelos), y que esos problemas no habían ocurrido antes, puedo colegir y colijo que aquel día no tuve ninguno. Aquel día lo que sí creo recordar es que no pude desayunar en Málaga. Aunque la sala VIP pone que abre a las 6 y media, siempre suele estar abierta a las 6, pero no esta vez. Teniendo en cuenta que se puede empezar a embarcar a las 6 y media, si un día se retrasan hay bastantes posibilidades de que no te dé tiempo a entrar, que fue justo lo que pasó esta vez. Así que nada, me eché a dormir en el avión y como los ángeles (también supongo).

Al llegar a París, entré en la sala de allí y sí aproveché para desayunar. Recuerdo además parte de la imagen, yo con la maleta en una de las mesitas que hay detrás del mostrador de bienvenida a la izquierda, dejando allí momentáneamente las cosas para ir a por otras. Puede que fuera también aquel día, si no fue la semana anterior, al acabar dejé la sala mordisqueando un croassant que acabaría justo al llegar a los rayos X. Pero antes de eso, como digo, desayuné. Y no solo desayuné, también tomé provisiones. En particular cogí una bolsita con cereales que me servirían para desayunar luego en Bratislava. Pero eso tampoco es necesario que se sepa y por eso no lo cuento :-).

Una vez en Bratislava, recuerdo que me sentí extraño cuando al salir de una reunión el mismo lunes, llegué a mi sitio y vi que ya era de noche. Consulté la hora en mi reloj y vi que eran poco más de las cinco. Una rápida mirada al tiempo en Internet y vi que, si ya casi unas semanas antes estaba anocheciendo poco después de las seis, ahora con el con el cambio horario anochecía antes de las cinco, a las cinco menos cuarto o así. Con horarios así se comprende que en el resto de Europa las 7 sea hora de cenar o que a esa hora ya esté prácticamente todo cerrado. A pesar de todo, en Bratislava seguían los comercios abiertos hasta casi las 10, todo un logro.

Salí tarde del trabajo, para variar y no sé si ese mismo día o quizás el día siguiente, aproveché también para hacer la que sería la última compra más o menos grande en el Lidl. En particular, habida cuenta de que me quedaban poco más de dos semanas, quise probar alguna de las cosas que, por hache o por be (no sé si lo había escrito así alguna vez) nunca había probado. Así que me tuve que decantar y me decanté por un pan de medio kilo que me encantó (que conste que no me lo comí de una vez) . Pero claro, el pan habría que acompañarlo con algo y ese algo fueron unos choricillos arrugados que me miraron con ojos de penita. Luego pude comprobar que todo había sido una artimaöa y que me habían dado salchicha por chorizo. Aunque la verdad, como para los guiris todo es "sausage" o su equivalente en eslovaco, tampoco les echo la culpa.

Por último, creo que compraría también postres y quizás algo más ... algo más que al final me ha sobrado, como los noodles instantáneos :-). Sobre el resto de la semana, poco más. Como siempre trabajando hasta tarde, aunque la verdad es que prácticamente hasta la misma hora a la que me hubiera quedado de estar en España por lo que tampoco me quejo.

Eso sí, a la hora de las comidas tocaba tener cuidado con lo que comía porque todavía no sentía el estómago bien al 100%. Por eso y a pesar de que no es seguro que la culpa la tuviera el queso frito, se quedó allí con la excusa de que iba acompaöado de patatas fritas y no me hacían mucho tilín. A la semana siguiente sí que recuerdo que vi un plato "especial" con muy buena pinta y me lo comí con patatas y todo :-).

Pero en lo que respecta a esa semana, ya no queda mucho más que contar. El viernes, tuvo lugar la letanía habitual de estas últimas semanas, que incluía cargar con la maleta desde el apartamento hasta el trabajo, luego por el aeropuerto, rezar para que no me hicieran embarcarla y no tener que esperar hasta el sábado o el domingo para abrirla. Afortunadamente no ha pasado en ninguna de las ocasiones y, hoy mismo, me da igual que la dejen o no porque la he embarcado.

El caso es que llegué como siempre al aeropuerto y mientras tomaba un refrigerio en la sala VIP, me dio por mirar el monitor con los vuelos y vi que el mío estaba listo para embarcar algo así como 15 o 20 minutos antes de lo habitual. Miré el billete y vi que efectivamente salía antes. En ese momento me acordé también que, efectivamente, ya en su momento vi que esto pasaría, aunque me había olvidado completamente. Así que salí deprisa y corriendo para la puerta de embarque esperando no llegar demasiado tarde y tener hueco para poner la maleta. Mientras aceleraba el paso por la terminal, miraba al negro cielo que había fuera y comprobaba que no estaba negro porque hubiera nubarrones, era solo porque eran las cuatro y media. En cualquier caso, al final no hubo problema y el susto pasó pronto.

Al salir antes, también llegó antes, aunque no mucho más de lo normal. Allí en París tuve que sacar la tarjeta de embarque para Málaga puesto que era imposible sacarla por internet. Me tocó un asiento trasero, el último del avión, en el pasillo junto a un padre francés y su hijo español. El vuelo lo pasé leyendo y sin reclinar el asiento porque, en primer lugar, no suelo hacerlo y en segundo lugar, no era posible al tratarse del último del avión :-).

Llegué a Málaga con mi maletita a la hora acostumbrada y poco más. Hasta la semana siguiente que casi pierdo el avión como decía al principio.

Un saludo, Domingo.

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