sábado, 14 de noviembre de 2009

02/11 Esta mañana vi nevar

http://www.youtube.com/watch?v=iOPIyKiKPPQ

Hay gente a quien no le gusta, dicen que no sabe cantar. Y yo digo que me gusta y que lo de saber o no cantar no es tan importante, al fin y al cabo hay tantos autores sin voz ... Es más, probablemente los mejores cantaautores son los que no tienen voz porque prácticamente solo dependen de sus letras. Yo como cantautor no serviría, ni por voz ni por letras. En particular estas fueron las letrillas que se me ocurrieron esa semana:


Esta mañana vi nevar,
Los copos revolotear,
Y no estabas tú.

Aunque iba a trabajar,
Me tuve que parar,
¿No lo harías tú?

Era algo tan especial,
Lo tuve que fotografiar,
Ya las veras tú.

Continué para currar,
Y empezó a arreciar,
Que no veas tú.


... Y ahí me quedé. Intenté sacar alguna que otra rima más relacionada con lo fuerte que me parecía la nevada al verla por la ventana o cómo por la noche ya no había ni rastro de nieve pero me di por vencido. Además, ya era suficiente para cantarlo llegada la ocasión :-).

Aunque, vayamos por partes. Todo empieza el lunes dos de Noviembre. Aquí era fiesta por eso de que se pasaba del domingo al lunes, pero allí no. Además, en su momento intenté preguntar si era posible el cambio de billete y, aunque era posible, incluía una penalización por lo que, además de gastar un día de mis vacaciones, tendría que hablar con el gerente para que lo autorizara y demás. Al final decidí ir a trabajar y ya está.

Esa mañana, la del comienzo de la penúltima semana en Bratislava, sí pude desayunar en el aeropuerto. Un par de galletas y mi tazón con cereales, algo parecido a lo que desayunaría los días siguientes cortesía de Air France, pero eso es otra cosa. Así que nada, desayuné y camino al avión con el mi ex-compañero. Aquel día me tocó una fila retrasadilla por lo que deseé no tener problemas con el autobús luego para coger el vuelo a Viena. No debí desearlo. El vuelo pasó "comme d'habitude" y aterrizó también "comme d'habitude". Excepto un par de aterrizajes algo más bruscos, el resto la verdad es que han estado bien. Así que cogí mi maleta y esperé para salir. Salí, entré en el autobús que estaba lo suficientemente vacío como para saber que había habido otro antes.

Sabiendo que iba justo para coger el avión y todavía más justo para entrar a re-desayunar, me puse al lado de la puerta que suponía abrirían. Y al final la abrieron, pero diez minutos después de lo previsto, pues ese fue el tiempo que el autobús estuvo esperando a que un avión de Ryan Air aparcara unos metros adelante. Y mientras que el avión se decidía o no a aparcar, escuchaba a unas chicas que se iban de vacaciones a la India y confiaban en tener las maletas a su llegada. No pude evitar meterme donde no me llamaban y comentarles que el trato de las maletas en París no era el que normalmente cabía esperar. Tras echarme en cara mi pesimismo, les deseé suerte, les comenté que se informaran de las indemnizaciones por pérdida de equipaje y las dejé con el optimismo propio de quien va por primera vez a algún lado pasando por París sin mucho tiempo para el cambio de avión.

Una vez aparcados, el autobús prosiguió, llegó a la terminal, subí las escaleras justo para escuchar cómo estaban llamando por megafonía para que fuéramos embarcando. Y eso hice, pasé por los rayos X VIP y gracias a que no tuve que esperar cola, llegué al avión justo para que la azafata me preguntara si iba para Viena. Le dije que sí y me dijo que era el último. Comprobó mi billete y me dirigí al avión, adelantando por el camino a un par de señoras mayores que parecían tomárselo con más calma. Entré en el avión preocupado sobre todo por dónde podría colocar mi maleta y pronto me di cuenta de que iba a ser misión imposible.

Tras uno o dos minutos entre abrir y cerrar los compartimentos de los equipajes comprobando que no quedaba ningún sitio donde poner la maleta vacía, una azafata me dijo que fuera hasta el final y la colocara en un sitio que se ve tienen dedicado para sus cosillas o para casos como ese. Coloqué la maleta encima de otra, alegrándome de que estuviera vacía y de que no pudieran decirme nada por el hecho de que fuera ligeramente más grande de lo que debiera.

El resto del vuelo fue normal, con la excepción de que el libro que llevaba pensaba que me iba a durar más y al final me duró menos ... bastante menos de lo esperado. Bueno, el caso es que llegamos a Viena y me esperé pacientemente a que bajara la gente para ir a recoger mi maleta. Cuando finalmente pude llegar a ella, allí estaba la azafata esperándome y me la dio con un "it's very heavy!!!". Ahora que lo pienso, le debía haber respondido algo así como que ya se lo había dicho antes, cosa que era cierta o como que no quería pagar sobrepeso al facturarla o algo así. El caso es que solamente reí y me fui con mi maleta a otra parte ... la salida para coger el taxi.

Cogí el taxi y, a diferencia de otros viajes, en esta ocasión no podía leer. Así que me dediqué a observar el trayecto, que tantas veces había hecho, y a poder ser comparar con mis recuerdos de la primera vez. Me vi recordando cuando vi los molinos de viento, algunas curvas del camino con la disposición de los molinos a un lado y a otro, salidas de autovía etc. Pero lo que más me llamó la atención fue el color de los árboles. Ya desde el avión había divisado un mini-bosque de color rojizo que sorprendió. Pero ahora desde el taxi pude comprobar que no era algo extraordinario sino todo lo contrario. Eran los colores del otoño, esos colores que se ven en alguna que otra presentación de Powerpoint que recibimos.

Había, por supuesto, árboles todavía verdes pero sin duda los que más me llamaban la atención eran aquellos cuyo color hacía presagiar que en cuestión de días ya apenas tendrían hojas. Esa sospecha se vería confirmada con posterioridad.

Poco después vería también los bloques de "Petrochalca" e intenté adivinar cuáles de los bloques habían sido pintados durante el tiempo que había pasado allí. Personalmente creo que unos cuantos pero nunca se sabe, lo mismo durante la ida me llamaron más la atención los edificios grises y sin pintar.

Y poco más. Llegué a Bratislava a la hora habitual, me puse a trabajar, a seguir formando a los chicos que me iban a dar el relevo y poco más.

Al día siguiente, me levanté, desayuné mis cereales (aunque la leche se me pegó un poco en el cacharro que tienen para calentar) y salí. Nada más salir del apartamento pude comprobar que caían copos de nieve. Mira tú por dónde, después de treinta y tantos años en Málaga, iba a necesitar ir a Bratislava para ver nevar. Sí, es un chiste malo, pero me gusta :-). Así que entré de nuevo al apartamento y cogí el paraguas.

La cámara de fotos ya la llevaba pues tenía pensado echar unas fotos al lugar del trabajo y a los compañeros así que ya simplemente era cuestión de saber cuántas fotos me dejarían hacer las pilas semi-gastadas. Me dejaron hacer bastantes.

Salí del edificio y vi como debía haber empezado a nevar no hacía mucho tiempo porque las cosas apenas tenían nieve encima. O quizás sí porque algunos coches tenían una cierta capita de nieve que además caía como si fuera espuma. De igual forma, los setos y algunos árboles acumulaban la nieve que caía. Por el contrario, el asfalto estaba limpio pues la nieve se fundía simplemente al contactar con él. Y lo mismo pasaba con mi chaqueta. La verdad es que era una sensación especial. Es una lluvia que cae muy despacio, siguiendo las caprichosas surtas que el viento le marca.

Empecé ya entonces a intentar inventar una canción ex-profeso para la ocasión. Ciertamente podía haber salido mejor, pero bueno. Mientras tanto, decidí tomar un camino diferente al habitual. Ese camino tenía la particularidad de poder ver qué pasaba con la piscina que había cerca del apartamento así como de ver un pequeño parque. En la piscina apenas vi nada, salvo que los bancos tenían mucha "caspa" :-). Pasada la piscina, había una zona con varios tocones y en los tocones había huellas de los niños que habían estado jugando por allí camino del colegio, supongo.

Yo, como un niño más, puse mi zapato sobre la nieve del tocón y fotografié la correspondiente huella. No por nada, sino por si a alguien se le ocurre decir que no dejé huella tras mi paso por Bratislava :-).

El parquecito estaba, como casi todas las zonas verdes que hasta el momento había visto, cubierto de nieve. Así que entre fotografía y paso salí a la altura de la tienda de ultramarinos "Sherlock" que había cerca del trabajo. En ese punto empezaba a nevar de forma algo más copiosa. Crucé el resto del camino hacia el edificio del trabajo y, a falta de que alguien me pudiera hacer una foto mientras nevaba, fotografié mi reflejo en el cristal de uno de los edificios colindantes.

Finalmente entré a trabajar y, desde mi sitio, veía perfectamente cómo nevaba y no solo eso. También veía cómo las corrientes de aire en ciertos sitios hacía que "nevara hacia arriba". Un par de horas después cesaría de nevar y, por la noche, al salir, me encontraría con que ya no había ni rastro de nieve. Una pena, definitivamente una pena porque a la semana siguiente llovería bastante pero de nevar, nada de nada.

Un saludo, Domingo.

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