El jueves fue bastante tranquilo, como lo sería el viernes. Ayudó el hecho de que uno de los que tenía que hacer cosas enfermó y mi labor quedó prácticamente restringida al KT o Knowledge Transfer con los que serían mis sustitutos. Bueno, eso y que también mi jefe habló conmigo para agradecerme el trabajo y darme su punto de vista sobre las cosas que había hecho bien y las cosas en las que debía prestar atención en un futuro.
Por lo demás, quizás lo más señalable sería que por la noche cayeron esos callos a la Bratislava que quedaban. Eso sí, el final quizás no fue el que merecían porque puse un poco de arroz para acompañarlos y, una vez el arroz estaba hecho, añadí los callos (uno de los dos tipos de gulash que había por allí) para calentarlos. Mientras se calentaban, terminé de hacer la maleta. No debió ser mucho tiempo, pero sí el justo para que el arroz se pegara al fondo a mala idea. Así que mis callos de despedida estuvieron ligeramente, aunque solo ligeramente, quemados y casi sin arroz. A pesar de todo estaban buenos, no me quejo.
El jueves por la noche lo dejé todo listo a falta de meter en la maleta al día siguiente el pijama y poco más. El viernes por la mañana cogí mi maleta, mi mochila con las cosas sueltas que llevaba, mi paraguas y pertrechado con la chaqueta, los guantes y el gorro di el último paseo desde el apartamento hasta el trabajo.
Una vez allí, tuve un sustillo con algo que no funcionaba (ya sabía yo que algo tendría que salir) pero al final pude ver lo que era y no era en sí un fallo. Por si acaso, hice un cambio para intentar evitar que pasara en un futuro y, junto con la última sesión con mis sustitutos me empecé a despedir de todo el mundo o al menos de todos los compañeros. Entonces me encontré con la sorpresa de que me habían llevado como regalo chocolate eslovaco y una botella de medio litro de Kofola. Ciertamente era algo testimonial pero lo realmente importante era el detalle, detalle que no habían tenido otros compañeros con los que, a lo largo de mi asignación allí, había tenido más trato.
Como momento divertido, uno de mis sustitutos le preguntó algo al que me había hecho el regalo, en un perfecto eslovaco, todo hay que decirlo. Y el del regalo respondió que no. Entonces yo dije que sí, que yo lo pagaba. Y a mí ya me respondió en inglés que no, que no hacía falta y tal. A lo que yo le pregunté: "Vale, pero la pregunta en eslovaco era esa, ¿no?". Y se rieron :-). Entonces comprendí yo también por qué el "regalante" me había preguntado durante la comida si llevaba la maleta llena.
Por cierto, la comida de despedida fue bastante apropiada, los halusky con queso que tanto me gustaban. Tanto que resistí mi reticencia tras la experiencia con la gastroenteritis, a pesar de que no creo que fuera el queso, sino en todo caso la salsa de yogur.
Tras la primera despedida, cogí todos mis bártulos y crucé el edificio para ir a devolver el portátil y la tarjeta de entrada. Antes, me pasé por la sala donde estaban mi jefe y el resto de compañeros, incluyendo el auditor italiano que ya había conocido yo en Málaga hacía año y pico. Allí estuvimos departiendo unos minutillos antes de mi "departure" y tras los típicos saludos y reparto de buenos deseos, volví a coger los bártulos y me fui con mi música a otra parte, la parte donde se devolvían los portátiles y la tarjeta de identificación, claro está. Una vez finalizados estos trámites, incluyendo las llaves del apartamento que las dejé también en recepción, me fui a esperar el taxi.
Aquel día había pedido el taxi media hora antes de lo normal. Siempre salía con la hora pegada al culo que diríamos nosotros y para el último día me apetecía ir con algo más de tiempo. Pero, a pesar de todo, me encontré con que había bajado quince minutos antes de la hora que le había dicho al taxista. Así que aproveché, abrí la maleta, metí la Kofola ya que esa vez sí que la iba a embarcar y me senté en un gélido banco de piedra a leer hasta que llegara el taxi.
Afortunadamente no tuve que esperar mucho, lo cual me vino bien porque mis asentaderas empezaban ya a quejarse del frío de la piedra. Llegaron dos taxis a la vez y, para no variar, me dirigí al que no era (que era al taxi cuyo conductor conocía). Fui para el otro, metí la maleta, el paraguas y camino a Viena.
Una vez en Viena, saqué los billetes pues con las prisas se me había olvidado hacer la reserva por internet. No me vino mal porque me dieron también el billete del París-Málaga y además el sitio creo recordar que no era malo.
Facturé la maleta, entré en la sala VIP y allí me acoplé en uno de los ordenadores que había libres junto a mi provisión de pedacitos de pastel, barras energéticas para llevar, cosas para untar en el pan y el Schweppes de limón amargo. Esa vez no hub Aproveché el tiempo para escribir en el blog las cosas que iba recordando y, entre una cosa y otra, dio la hora de tirar para la puerta de embarque, con la duda de si mi paraguas sería un impedimento. Afortunadamente no lo fue.
Entré en el avión con la tranquilidad de saber que no tendría que preocuparme de la maleta, a pesar de que sabía que al final del día tendría que abrir la correspondiente reclamación a Air Europa. El avión llegó a la hora prevista y, sin las prisas de otrora, pasé por la librería donde esta vez no compré ningún libro y de ahí a la sala VIP.
Allí, me encontré de nuevo con mi ex-compi, cogí un par de yogures y un plátano y ... para el avión. Esta vez tampoco hubo ningún espectáculo de gente gigantesca que se quejara por viajar en un sitio ínfimo, ningún "Je descends", nada. El viaje discurrió perfectamente, el "parato" tomó tierra en Málaga, puse la reclamación de la maleta y cogí el último taxi camino de casa. En el contador de viajes, la cuenta atrás había llegado a cero. Las vacaciones de verano me esperaban ... y en ello estamos :-).
Un saludo, Domingo.
jueves, 26 de noviembre de 2009
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13/11 Dovidenia II |
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09/11 Dovidenia I |
"Dovidenia" viene a ser como el "adiós/hasta luego" que se utiliza al despedirte de alguien a quien no conoces, en contraposición con el "Dovi" que se usa con los amiguetes. La verdad es que me cuesta trabajo decidirme entre si lo traduciría por "adiós" o por "hasta luego" pero bueno, tampoco es que la diferencia sea muy importante. Lo importante es que ese lunes era el comienzo del fin de la asignación y el comienzo de los últimos cuatro vuelos.
En concreto, con respecto al primer vuelo, creo que recordar que me presenté más o menos a la hora de siempre y en la cola me encontré con mi ex-compañero que acababa de facturar y se dirigía ya hacia la sala VIP. Yo saqué mis billetes y me sorprendí gratamente al ver que me daban la ventanilla de una de las primeras filas. Tras eso me dirigí a los rayos X y mientras esperaba para pasarlos me fijo en un policía que aparentemente salía de trabajar. Al mismo tiempo, un par de chavales, casi niñatos diría yo, lo abordan intercambian un par de palabras con él y le muestran una placa. Tras mostrarle la placa le comentan algo así como: "es que estamos destinados en el aeropuerto de Palma".
El policía les da el visto bueno y ellos entran dentro sin pasar por la casilla de salida, es decir por el arco de los Rayos. Otra vez vuelve a quedar claro que todas las famosas medidas de seguridad que te impiden, entre otras cosas, llevar un bote de desodorante o una lata de refresco (el que quiera publicidad que pague :-P) son medidas destinadas única y exclusivamente a desalentar a "graciosillos" o personas que tengan el juicio obnubilado. Una persona que quisiera pasar por los Rayos X de forma impune tan solo necesitaría una buena falsificación de la placa y, quizás, algún policía que no compruebe su identidad.
Tras esto, pasé a la sala VIP donde desayuné mi consabido tazón con cereales y, prácticamente sin solución de continuidad, montamos en el avión. Allí, estaba yo leyendo sin prestar mucha atención cuando me parece escuchar en inglés que el tiempo estimado de vuelo para el día era de dos horas y cuarenta minutos, aproximadamente veinte minutos más de lo habitual. Al recordar los problemas para embarcar de la semana anterior, se me encienden las luces de alarma y presto atención para ver si la información se ratificaba. Efectivamente, en francés dicen de nuevo lo de los cuarenta minutos. No lo había escuchado en español pero, parece que había poco margen para la duda.
En cualquier caso, habida cuenta de que no estaba en mi mano acelerar el avión o cambiar la dirección del viento, me puse a dormir. Me despertaría más o menos a la misma hora que siempre pero como el vuelo tardaba más, no tuve más remedio que intentar volver a dormirme. Eso pasaría un par de veces y, finalmente el avión aterrizó a la hora prevista ... suficientemente tarde como para que no me diera tiempo a re-desayunar en París. Afortunadamente, esa vez me encontraba en la parte delantera del avión por lo que iría en el primer autobús que saliera rumbo a la terminal. Y también afortunadamente, ese autobús no se vio interrumpido por ningún avión. Así que, junto a mi maleta, llegué a la puerta de embarque poco después de que la hubieran abierto, pero antes de que hicieran la última llamada.
Entré en el avión con destino Viena y .. el resto como siempre. En Viena cogí el taxi para Bratislava y, a diferencia de la vez anterior, continué leyendo en vez de contemplar el paisaje por última vez. Una vez en Bratislava, a trabajar.
Aquella semana fue probablemente la de más trabajo de todas. En cierta forma era lógico, ya se sabe que si no fuera por los últimos minutos habría un montón de cosas que no se harían. Si no recuerdo mal, tanto lunes como martes salí a casi a las 10 de la noche. El martes, además, recibí un correo preguntándome si era posible visitar el apartamento con posibles nuevos inquilinos. Contesté que sí. El apartamento ciertamente no estaba impecable pero sí visible. Pero el caso es que, en general, todas las mañanas dejaba el apartamento dejándolo medianamente arreglado pero justo aquella había salido dejando platos en el fregadero y la cama sin hacer. Así que, tras la comida, aproveché para ir al Lidl a hacer la última compra, (algo de zumo, unas galletas para Málaga y poco más) y para pasarme por el apartamento para dejarlo todo y quitar las cosas del medio.
Lo malo fue que, aunque llevaba paraguas, el viento descargaba en mí casi más agua que la que el paraguas paraba. Así que llegué al trabajo un pelín empapado, pero bueno.
En lo que al tema "cenas" respecta, lunes y martes fui terminando las provisiones que que quedaban, a falta posiblemente de un par de sopas de Noodles y de los callos a la Bratislava que me quedaban. El miércoles, sin embargo, probé algo que no había probado hasta entonces, sus pizzas.
Serían cerca de las ocho cuando nuestro jefe nos dijo que había pedido pizzas. La razón era que al día siguiente empezaban con la entrega de la documentación y debían estar ultimando los detalles que creyeran oportunos. Yo por mi parte me dedicaba también a dar los últimos toques a las cosas que prefería hacer yo en vez de que tuvieran que hacerlas mis sustitutos. Por mucho que hayamos estado las últimas tres semanas con reuniones diarias para enseñarles cómo funcionaba todo, ellos seguían sin tener la experiencia necesaria para ello, experiencia que no se adquiere en un mes a base de charlas sino durante años trabajando con esa tecnología en concreto. A pesar de todo, ayer me comentaron que habían resuelto uno de los problemas que a mí no me dio tiempo de resolver. Ciertamente no era demasiado complicado, pero al menos lo hicieron ellos solos.
Yo ya estaba hambriento cuando llegaron las pizzas y las fantas que habían pedido. Antes de coger la mía, aproveché para ir a la cafetería por servilletas, que nadie había llevado y tras dejarlas allí, le hinqué el diente a mi primer trozo de cuatro quesos: deliciosa. Luego probaría otras, con salami, con no sé qué cosas más, pero la cuatro quesos sin duda fue la mejor. Tanto que un par de horas más tarde, antes de salir, no pude evitar la tentación de coger otro pedazo y comérmelo.
Tras la cena, continué con mi trabajo y, afortunadamente, pude acabarlo. Coincidió entonces que también acababan los compañeros que quedaban allí y los esperé para salir juntos. Cuando salimos, yo me dirigía ya al apartamento cuando me dijeron que me acercaban en el coche. La verdad es que no hubiera sido necesario pues no me importaba caminar un rato (era tarde pero no tanto y la zona era segura), pero ellos insistieron y me dejaron en la puerta del apartamento.
Allí, casi terminé la maleta (la terminaría al día siguiente) y me acostaría para afrontar los dos últimos días que, por suerte, fueron más tranquilos.
Un saludo, Domingo.
martes, 24 de noviembre de 2009
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06/11 De contrabando y Je descends |
Tras la impresión de la nieve, el resto de la semana fue más tranquilito. Algo de lluvia, incluso sensación de que lo que caía a 20 ó 30 metros de altitud era todavía nieve, pero nada que hiciera pensar que esto era así una vez bajabas a comer. Por lo demás, en el trabajo se empezaba a notar que yo me iba a la semana siguiente y querían que dejara listo todo aquello que pudiese quedarse listo.
Mientras, por la noche me iba dedicando a comerme las pocas provisiones que me iban quedando. Así, cayeron un par de sopas de noodles instantáneos y las salchichas esas resecas, que a pesar de todo estaban muy buenas. Además, pedí al equipo encargado de todo lo relacionado con el alojamiento que me devolvieran de una vez las sábanas que me había llevado para allá y que ellos habían cogido para llevarlas a la tintorería tres semanas antes. Lo hicieron y las pude meter en la maleta que volvería a llevar para Málaga, de nuevo sin facturarla.
En lo concerniente a la maleta, al final de esa semana ya solo quedaba la ropa que usaría la semana siguiente y poco más. Aparentemente, las cuatro o cinco semanas que había estado transportando cosas de vuelta a Málaga habían dado sus frutos. Ciertamente tuve que traerme todo lo que me llevé, las cosas que había comprado allí y alguna que otra más que a saber de dónde salieron :-). Esa semana, además, también tuve que transportar de vuelta un pequeño cargamento de contrabando. El contenido ... pimentón dulce.
Debió ser el jueves, estaba chispeando pero no llovía. Salí del apartamento un poco antes y me dirigí al mercadillo de al lado del apartamento. Solo un par de veces había estado yo allí y nunca por la mañana. Vi a un montón de personas de aquí para allí haciendo sus compras mientras yo lo iba recorriendo en busca del pimentón dulce que me habían encargado comprar. Tras pasar por algún que otro tenderete "de chinos" con las típicas cosas de bazar, de telas, de fruta etc., llegué al que andaba buscando.
Allí, aproximadamente en medio de todo, estaba un señor rodeado de bolsitas de diferentes sabores, olores y colores. En muchas de ellas había Sladká paprika o pimentón dulce, que era el que yo perseguía. Supuestamente ese debía ser más o menos casero y por tanto bueno, más o menos como el de Budapest. Así que compré; dos bolsas de medio kilo para ser más exactos. ¿El precio?: 0,93 euros los 100 gramos si no recuerdo mal. Además, me resultó curioso pues tenían bolsitas con 100, 200, 300, 400, 500 y 1000 gramos y todas ellas al mismo precio, 0,93 euros los 100 gramos. No era como en otros sitios que por comprar más te salía algo más barato.
Y poco más, metí las bolsas de pimentón dentro del maletín del portátil y para el trabajo. Luego por la noche, las sacaría y nada más abrir el maletín pude notar el olor que emanaba la bolsa que a su vez contenía las dos bolsas de pimentón. Cogí, metí la bolsa que contenía las dos bolsas dentro de una tercera de basura, a la que di unas vueltas y para dentro de la maleta. Muy mal debía tratar la maleta para que aquel oro rojo sufriera algún daño.
Finalmente, el viernes cogería mi maletita, el resto de mis cosas y para el trabajo. Una vez allí, pues lo mismo de siempre y, sobre las 15:30, el taxi para Viena. Allí, me encontré de nuevo con que no tenía el billete para Málaga y que lo tendría que pedir de nuevo en París. Como quiera que ya sabía como iba aquello, me dirigí a la sala VIP para picotear algo antes de marchar para la puerta de embarque.
Allí, lo primero que hice fue ir a coger una de las barritas de cereales que regalaban a modo de promoción. Entonces la chica me miró con mala cara y musitó algo. Pregunté si era a mí y entonces la chica pareció un tanto azorada. Supongo que sería mi magnetismo personal. O bien eso o bien que se había dado cuenta de que iba a echarme la bronca por coger la barrita de cereales para llevármela cuando en realidad yo no iba a abandonar la sala sino de camino a la zona donde estaba el resto de la comida. Así que me preguntó si me iba, le dije que no y ya no me dijo nada más.
A decir verdad, era algo que casi me esperaba porque otras semanas había aprovechado yo la coyuntura para coger un par de barritas para el camino, antes, durante o después del refrigerio, y pensé que lo mismo no les hacía mucha gracia. Pero esta vez no, esta vez (y sobre todo después de la clara intención de la chica) cogí mi barrita de cereales y me la comí allí. Ciertamente era muy buena aunque eso que decía la publicidad de que eran un Brain Booster habría que verlo.
Tras la barrita, aproveché también para coger mi Limón amargo Schweppes, los pastelitos de turno. Casi cuando me iba, llevaron además los patés para la cena (eran las 4 y media y a partir de esa hora ya es de noche en Viena). En particular pusieron uno que era un tanto curioso, el Chicken Tika spread. Incluso arriesgándome a que luego me tuvieran que llamar por megafonía (no sucedió) no pude resistirme a la tentación y tuve que probarlo. La verdad es que no estaba mal y, si bien era un pelín picante, algo más que en los restaurantes indios de aquí, la verdad es que se dejaba comer.
Tras el refrigerio, cogí mi maleta, mi avión (ayudado por el hecho de que me situé en un sitio apropiado para pasar de los primeros y así no tener problemas con la maleta) y poco después aterrizaría en París más o menos a la hora de siempre. Bajamos del avión, probé si podía sacar la tarjeta de embarque en las máquinas automáticas (me dijeron que nones) y a continuación al correspondiente puesto de Air France. Allí me asombré cuando vi que me dieron un pasillo bastante adelantado pues suponía que ya solo quedarían asientos en la parte de atrás.
Tras obtener la carta de embarque, me pasé por la librería y compré un par de libros en francés. Había que aprovechar pues a saber cuándo se iba a volver a presentar la ocasión. Tras eso, entré en la sala VIP donde me encontré de nuevo con mi ex-compañero de trabajo que estaba allí con uno de sus jefes con quien intercambié unas cuantas palabras en francés (me preguntó por mi trabajo en Bratislava). Yo creo que se pensó que era un freelance como mi antiguo compañero de trabajo. Tras eso, cogimos carretera, manta camino de los rayos X.
Allí, fuimos testigos de una curiosa pelea entre alguien que quería pasar sin enseñar la tarjeta de embarque y el personal de Air France que decía que tenía que mostrar el documento correcto. Pero no fue eso lo más curioso, lo más curioso fue que me muestran el contenido de la maleta en los rayos X y me preguntan por un par de círculos que aparecían como a mitad de la imagen. Les dije que no recordaba lo que había puesto allí que tuviera esa forma y entonces me mandaron junto con otra chica que era la encargada de abrir maletas.
Creí entender que la de los Rayos X le decía que "no era orgánico" pero que no sabía qué era. Yo pensé que podía ser una pequeña funda de almohada que me había llevado en su momento para Bratislava y que había doblado de forma un tanto rara, pero no comprendía el por qué de esa forma circular. Abrí la maleta, señalé un objeto y me dijeron que no. Entonces me señalaron una bolsa con un sospechoso contenido rojo, en dos bolsitas para ser más exactos, y que a los rayos X aparecían como dos círculos. Entonces lo comprendí todo.
Le dije en un francés deficiente que eran especias mientras preguntaba a mi ex-compañero cómo se decía la palabra en francés. Resultó que casi lo había dicho bien. De hecho la chica nada más escuchar la palabra defectuosa lo comprendió todo y me dijo que no había problema. También es posible que lo oliera porque fue nada más abrir la maleta y salir un potente olor a sladká paprika. Luego pensé que lo curioso era que no me hubieran dicho nada en Viena. Aunque quizás lo que había dicho la de Rayos X es que era orgánico y por tanto no debía tratarse ni de ningún tipo de explosivo plástico ni de drogas. Pero vete a saber.
Así que nada, a la puerta de embarque y a continuación al avión. Allí me encontré con que mi sitio en el pasillo estaba ocupado por un señor francés, bastante protestón que decía que no se podía poner en medio porque el hueco de los asientos era bastante pequeño y él bastante grande. Efectivamente así era pero si ya lo sabía debería haber pedido desde el primer momento (agencia de viajes o llegar muy pronto al aeropuerto) que le dieran una salida de emergencias. Evidentemente no era mi culpa y yo no podía hacer nada. La azafata se lo explicó y él, refunfuñando, se puso en el asiento del medio mientras yo ocupaba, de forma bastante incómoda, el del pasillo.
Mientras, la azafata hablaba con más gente diciendo que el avión iba lleno y que todavía tenían que llegar siete u ocho personas. En cualquier caso, si no llegaban, la tripulación ya procedería a barajar pasajeros para que todo el mundo fuera contento. Yo medio rezaba para que faltara gente y no tuviera que aguantar dos horas y media al francés al lado. Mientras tanto, yo continuaba leyendo. Unos minutos después, un señor de unos casi sesenta años se acerca con cara descompuesta a la azafata y le dice en un impecable francés: "Je descends, je descends". La azafata, para no ser menos le responde en un castellano también impecable: "¿Entonces no quiere volar?. Y él, repetido como un disco rayado volvió a la carga con que se bajaba. Y digo que si se bajó. El único problema es que, con él, debía ir todo su equipaje de mano o no de mano, condenando al avión a salir con retraso.
Efectivamente, salimos con retraso pero al final la llegada fue más o menos a la hora prevista así que tampoco fue para tanto. Además, al final faltó más gente y yo ni siquiera tuve que moverme mucho para pasar a otro lugar más cómodo. En la misma fila, en el otro lado y junto a la ventana además, hubo un sitio para mí. Al acabar el vuelo me esperaba el último fin de semana antes de mi vuelta definitiva.
Un saludo, Domingo.
sábado, 14 de noviembre de 2009
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02/11 Esta mañana vi nevar |
http://www.youtube.com/watch?v=iOPIyKiKPPQ
Hay gente a quien no le gusta, dicen que no sabe cantar. Y yo digo que me gusta y que lo de saber o no cantar no es tan importante, al fin y al cabo hay tantos autores sin voz ... Es más, probablemente los mejores cantaautores son los que no tienen voz porque prácticamente solo dependen de sus letras. Yo como cantautor no serviría, ni por voz ni por letras. En particular estas fueron las letrillas que se me ocurrieron esa semana:
Esta mañana vi nevar, Los copos revolotear, Y no estabas tú. | Aunque iba a trabajar, Me tuve que parar, ¿No lo harías tú? | Era algo tan especial, Lo tuve que fotografiar, Ya las veras tú. | Continué para currar, Y empezó a arreciar, Que no veas tú. |
... Y ahí me quedé. Intenté sacar alguna que otra rima más relacionada con lo fuerte que me parecía la nevada al verla por la ventana o cómo por la noche ya no había ni rastro de nieve pero me di por vencido. Además, ya era suficiente para cantarlo llegada la ocasión :-).
Aunque, vayamos por partes. Todo empieza el lunes dos de Noviembre. Aquí era fiesta por eso de que se pasaba del domingo al lunes, pero allí no. Además, en su momento intenté preguntar si era posible el cambio de billete y, aunque era posible, incluía una penalización por lo que, además de gastar un día de mis vacaciones, tendría que hablar con el gerente para que lo autorizara y demás. Al final decidí ir a trabajar y ya está.
Esa mañana, la del comienzo de la penúltima semana en Bratislava, sí pude desayunar en el aeropuerto. Un par de galletas y mi tazón con cereales, algo parecido a lo que desayunaría los días siguientes cortesía de Air France, pero eso es otra cosa. Así que nada, desayuné y camino al avión con el mi ex-compañero. Aquel día me tocó una fila retrasadilla por lo que deseé no tener problemas con el autobús luego para coger el vuelo a Viena. No debí desearlo. El vuelo pasó "comme d'habitude" y aterrizó también "comme d'habitude". Excepto un par de aterrizajes algo más bruscos, el resto la verdad es que han estado bien. Así que cogí mi maleta y esperé para salir. Salí, entré en el autobús que estaba lo suficientemente vacío como para saber que había habido otro antes.
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26/10 Anochece que no es poco |
Iba a titularlo "La semana perdida" porque apenas recordaba nada de la misma. Supongo que lo ocurrido en las últimas dos semanas prácticamente hizo que esta en concreto se perdiera como lágrimas en la lluvia ... o algo así, o quizás no. El caso es que tampoco es para tanto. Aplicando un poco la lógica para sacar conclusiones acerca de cuándo hice esto o aquello y con un poco de esfuerzo, las cosas van saliendo. Es algo que la verdad es que he descubierto durante el trabajo en Bratislava debido a que, excepto al principio cuando llevaba el portátil en el avión, el resto del tiempo nunca he tenido el blog actualizado. Y tan es así que las últimas semanas las escribiré/describiré ya desde Málaga. Y nada, me pongo a ello. Este primer trozo no será tampoco muy complicado pues lo estuve escribiendo ayer en la sala VIP del aeropuerto de Viena por lo que fundamentalmente va a ser copiar y pegar.
El caso es que teniendo en cuenta que tanto la semana pasada como esta tuve problemas para coger el avión a Viena (lo cogí por los pelos), y que esos problemas no habían ocurrido antes, puedo colegir y colijo que aquel día no tuve ninguno. Aquel día lo que sí creo recordar es que no pude desayunar en Málaga. Aunque la sala VIP pone que abre a las 6 y media, siempre suele estar abierta a las 6, pero no esta vez. Teniendo en cuenta que se puede empezar a embarcar a las 6 y media, si un día se retrasan hay bastantes posibilidades de que no te dé tiempo a entrar, que fue justo lo que pasó esta vez. Así que nada, me eché a dormir en el avión y como los ángeles (también supongo).
Al llegar a París, entré en la sala de allí y sí aproveché para desayunar. Recuerdo además parte de la imagen, yo con la maleta en una de las mesitas que hay detrás del mostrador de bienvenida a la izquierda, dejando allí momentáneamente las cosas para ir a por otras. Puede que fuera también aquel día, si no fue la semana anterior, al acabar dejé la sala mordisqueando un croassant que acabaría justo al llegar a los rayos X. Pero antes de eso, como digo, desayuné. Y no solo desayuné, también tomé provisiones. En particular cogí una bolsita con cereales que me servirían para desayunar luego en Bratislava. Pero eso tampoco es necesario que se sepa y por eso no lo cuento :-).
Una vez en Bratislava, recuerdo que me sentí extraño cuando al salir de una reunión el mismo lunes, llegué a mi sitio y vi que ya era de noche. Consulté la hora en mi reloj y vi que eran poco más de las cinco. Una rápida mirada al tiempo en Internet y vi que, si ya casi unas semanas antes estaba anocheciendo poco después de las seis, ahora con el con el cambio horario anochecía antes de las cinco, a las cinco menos cuarto o así. Con horarios así se comprende que en el resto de Europa las 7 sea hora de cenar o que a esa hora ya esté prácticamente todo cerrado. A pesar de todo, en Bratislava seguían los comercios abiertos hasta casi las 10, todo un logro.
Salí tarde del trabajo, para variar y no sé si ese mismo día o quizás el día siguiente, aproveché también para hacer la que sería la última compra más o menos grande en el Lidl. En particular, habida cuenta de que me quedaban poco más de dos semanas, quise probar alguna de las cosas que, por hache o por be (no sé si lo había escrito así alguna vez) nunca había probado. Así que me tuve que decantar y me decanté por un pan de medio kilo que me encantó (que conste que no me lo comí de una vez) . Pero claro, el pan habría que acompañarlo con algo y ese algo fueron unos choricillos arrugados que me miraron con ojos de penita. Luego pude comprobar que todo había sido una artimaöa y que me habían dado salchicha por chorizo. Aunque la verdad, como para los guiris todo es "sausage" o su equivalente en eslovaco, tampoco les echo la culpa.
Por último, creo que compraría también postres y quizás algo más ... algo más que al final me ha sobrado, como los noodles instantáneos :-). Sobre el resto de la semana, poco más. Como siempre trabajando hasta tarde, aunque la verdad es que prácticamente hasta la misma hora a la que me hubiera quedado de estar en España por lo que tampoco me quejo.
Eso sí, a la hora de las comidas tocaba tener cuidado con lo que comía porque todavía no sentía el estómago bien al 100%. Por eso y a pesar de que no es seguro que la culpa la tuviera el queso frito, se quedó allí con la excusa de que iba acompaöado de patatas fritas y no me hacían mucho tilín. A la semana siguiente sí que recuerdo que vi un plato "especial" con muy buena pinta y me lo comí con patatas y todo :-).
Pero en lo que respecta a esa semana, ya no queda mucho más que contar. El viernes, tuvo lugar la letanía habitual de estas últimas semanas, que incluía cargar con la maleta desde el apartamento hasta el trabajo, luego por el aeropuerto, rezar para que no me hicieran embarcarla y no tener que esperar hasta el sábado o el domingo para abrirla. Afortunadamente no ha pasado en ninguna de las ocasiones y, hoy mismo, me da igual que la dejen o no porque la he embarcado.
El caso es que llegué como siempre al aeropuerto y mientras tomaba un refrigerio en la sala VIP, me dio por mirar el monitor con los vuelos y vi que el mío estaba listo para embarcar algo así como 15 o 20 minutos antes de lo habitual. Miré el billete y vi que efectivamente salía antes. En ese momento me acordé también que, efectivamente, ya en su momento vi que esto pasaría, aunque me había olvidado completamente. Así que salí deprisa y corriendo para la puerta de embarque esperando no llegar demasiado tarde y tener hueco para poner la maleta. Mientras aceleraba el paso por la terminal, miraba al negro cielo que había fuera y comprobaba que no estaba negro porque hubiera nubarrones, era solo porque eran las cuatro y media. En cualquier caso, al final no hubo problema y el susto pasó pronto.
Al salir antes, también llegó antes, aunque no mucho más de lo normal. Allí en París tuve que sacar la tarjeta de embarque para Málaga puesto que era imposible sacarla por internet. Me tocó un asiento trasero, el último del avión, en el pasillo junto a un padre francés y su hijo español. El vuelo lo pasé leyendo y sin reclinar el asiento porque, en primer lugar, no suelo hacerlo y en segundo lugar, no era posible al tratarse del último del avión :-).
Llegué a Málaga con mi maletita a la hora acostumbrada y poco más. Hasta la semana siguiente que casi pierdo el avión como decía al principio.
Un saludo, Domingo.
jueves, 5 de noviembre de 2009
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22/10 Tónica de Limón |
El jueves me levanté ya más o menos bien de arriba y de abajo, pero con pocas ganas, evidentemente, de comer sólido. Así que decidí comprar Aquarius o en su defecto cualquier otra bebida isotónica. Así que nada, fui al Lidl y tras dar varias vueltas me fui con la impresión de que no había mirado bien porque no había visto nada que se le pareciera. Lo único era una botella de algo llamado "Tonic" que vete tú a saber si era tónica o no. La tónica era mi segunda opción, claro está.
Del Lidl pasé a un ultramarinos que hay cerca del apartamento y donde había visto un frigorífico con bebidas. Pero nada, muchas bebidas pero nada de Aquarius. Y de ahí pasé al lado de otro sitio parecido con idéntico resultado y por último a un supermercado lo suficientemente grande como para estar seguro de que allí no podría faltar. Es más, dudaba incluso si mirar en el trabajo pues me sonaba haber visto a algún compañero con una lata pero bueno, la verdad es que yo necesitaba una botella de más de un litro más que una lata.
Así que llego al supermercado y por más que miro y remiro no hay nada. Como ya se habían acabado todas mis opciones, me decanto por un "Limón amargo Schweppes" que al final resultó ser justo lo que yo supuse, tónica con un toque de limón que estaba aceptablemente buena y que encima me venía bien para lo mío. Pagué el euro y pico que costaba y me fui al trabajo haciendo cábalas acerca del dinero que me había gastado en comer esa semana y que ascendía a la friolera cantidad de algo más de un euro al día para comer y cenar. Eso sí, con amplios períodos en los que no había comido nada y que falseaban terriblemente la estadística, pero para eso están las estadísticas :-).
Y en el trabajo pues vuelta al mismo, sin apenas voz y bebiendo tónica cada dos por tres. Así me pasé el día, rechazando amablemente la invitación a comer de mis compañeros e hidratando mi cuerpo con un par de litros de tónica limonada. Al llegar la noche, me hice una sopita de noodles instantáneos que me demostró que mi estómago no estaba todavía al 100% y poco más. No recuerdo bien si la maleta la hice el jueves o si la había hecho ya el mismo miércoles pero bueno, evidentemente es día la maleta ya estaba hecha y presta a viajar conmigo de vuelta al día siguiente.
El día siguiente, viernes, empezó la normalización. Comí algo de arroz y mi estómago lo toleró con normalidad. Luego, sobre las tres y media el taxi rumbo a Viena, allí la sala VIP donde probé alguna que otra cosilla y, sobre todo, limón amargo Schweppes (lo que son las cosas) y rumbo a París y luego a Málaga donde llegaría, como siempre, sobre las 11 y algo de la noche para entrar en casa casi a las 12.
Un saludo, Domingo.
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19/10 La gastro |
Y no es el Gastro-passe o algo así que viene a ser el equivalente eslovaco del Ticket Restaurant, Ticket Restaurant que también tienen por aquí, por otro lado. Bueno, cualquiera que haya leído la entrada anterior sabe que me refiero a una gastroenteritis pero no adelantemos acontecimientos y cada cosa a su debido tiempo.
La semana empieza con ... aviones, taxis, salas VIP, etc. Ese día en cuestión creo recordar que desayuné en Málaga mi taza de leche con frutos secos o muesli o lo que sea que ponen allí en la sala VIP. A continuación cogí el avión y me encontré con que el asiento de al lado iba vacío. Aunque el Málaga-París es el vuelo en el que menos disfruto de un asiento contiguo vacío, la verdad es que me alegró. Antes de dormirme, además me dio tiempo a saber que en la fila de la lado había una famila de 7 u 8 personas, incluyendo un niño pequeño, divididos en dos o tres filas. Además, en un momento dado la azafata se acercó para ayudarles aunque la verdad es que lo tenían todo bastante bien controlado. Eso sí, la señora, joven pero señora, necesitó apenas unos segundos para aclararle a la azafata que el niño pequeño no pagaba billete porque lo llevaba en brazos.
Y poco más, caí frito, como siempre, despertándome cuando el avión llegaba a París. Aunque al llegar noté que algo había cambiado con respecto a antes de dormirme. En particular, ya no disponía de tanto espacio libre. Una rápida, aunque somnolienta, mirada me sirvió para darme cuenta de que el hombre que había iniciado el viaje en el pasillo estaba ahora a mi lado, el que estaba en el pasillo de la otra fila ahora estaba en el pasillo de la mía y el resto de la familia se había reorganizado.
Debido sobre todo al sueño, tardé en darme cuenta de que lo que habían hecho era ponerse más cómodos, en particular la señora que llevaba el niño. Vieron el asiento libre entre mi persona y uno de los miembros del clan y, amparados por la oscuridad, el sueño y la superioridad en número, lo conquistaron. No los critico, yo creo que hubiera hecho lo mismo. Eso sí, al despertarme el que estaba a mi lado, que parecía uno de los patriarcas y como tal, o quizás no como tal pero el caso es que lo hizo, me habló directamente en plan jocoso alabando el viaje que me había pegado. Le comenté lo de la biodramina y esas cosas y nada, a abandonar el avión se había dicho.
Yo cogí mi maleta, esa misma que me lleva acompañando durante los últimos viajes y que, Dios mediante, me permitirá recoger todas las cosas para la semana que viene que será mi última semana aquí. Total, que cojo mi maleta casi vacía, ocupada solo por una mochila también vacía y para la sala VIP de Air France. Esta vez, como ya me conocía el cuento, no pregunté si al vuelo le faltaba mucho para salir. Entré y me di prisa. Re-desayuné, cogí además unos cereales para desayunar en Bratislava cuando se me acabara el pan, el tostador o ambos, cogería alguna cosilla más para el camino y pitando de nuevo. Llegué a la puerta de embarque justo cuando este empezaba así que todo perfecto.
De ese vuelo no recuerdo mucho, salvo que creo que no me comí el sandwich entero, creo que solo una parte y que me tocó a mi lado otro espécimen raron en cuanto a los sitios se refiere. Este chico en cuestión se tiró todo el viaje en el asiento del medio teniendo libre como tenía el asiento del pasillo. Pero nada, aquella era mi semana de los compañeros extraños de avión.
Tras eso, la llegada a Viena, el taxi a Bratislava y poco más. Nada más llegar vi que no hacía tanto frío como la semana anterior aunque desde luego no estaba en Málaga. Ese lunes trabajaría como ya casi todos los días hasta tarde y poco más.
Y en estas que llega el martes. Llega y empieza con un posible causante de la gastroenteritis, el desayuno. El otro posible causante es la comida porque desde luego la cena no fue. Ese semana además había empezado una promoción por la cual todos los días hay un menú que vale 2,49 euros en vez de los 3,95 habituales (el menú está compuestos de una sopa y un segundo plato y no incluye bebida, ni pan ni postre). Al estar en eslovaco la verdad es que no sabía muy bien cuál de los menús era el de 2,49 pero daba igual, a esos precios tampoco es que me fuera yo a pelear con nadie. Así que me decidí por el plato que más me apetecía que era el queso empanado con las patatas cocidas y la salsa de yogur.
Me lo comí pero o bien era culpa del desayuno y al final no tenía mucha hambre o bien era culpa del plato en cuestión y el queso y la salsa no los notaba yo como siempre. Pero nada, no le di mayor importancia y de vuelta al trabajo. Acabé también tardecillo, sobre las 8 y media y antes de volver al apartamento me pasé por el Lidl para comprar provisiones. Ya en el camino y a la salida del Lidl me empecé a encontrar regular. Esperaba yo que el aire fresquito me mejorara pero no hubo suerte. Así que llegué a casa y ... empezó el show.
Fue un show muy atípico para mí con funciones a primera hora de la parte de arriba y a última de la de abajo y entonces comprendí perfectamente a mi abuela cada vez que ella ha tenido un ataque y luego describía gráficamente cómo se sentía. Yo la verdad es que me encontraba bastante confiado en que sería una cosa temporal y que en cuanto echara lo que me había sentado mal, me pondría bien. Pero ese momento no llegaba. Y no solo no llegaba sino que además la cantidad de líquido que había expulsado de mi cuerpo no parecía importar al cuerpo para seguir arrojando líquido. Entonces sí que me empecé a preocupar algo más por un posible riesgo de deshidratación por muy remoto que este fuera.
Intenté en la medida de lo posible tomar líquidos, incluso tomar algo de yogur natural que según con quien hables es lo mejor o lo peor que puedes hacer. A mí no me sentó mal. Tampoco sé si me sentó bien porque lo expulsé rápidamente junto con el poco plátano que había ingerido. Así estuve aproximadamente desde las 9 de la noche que empezaría hasta la una y pico de la mañana.
Aquella noche, en vez de echarme en el sofá me acosté en la cama, preparé el cubo de la fregona ... por si acaso y cada cierto tiempo me levantaba. Como digo, a la 1 y media o cosa así conseguí dormirme y cada cierto tiempo me despertaba con el malestar propio de la situación. Me levanté un par de veces para vomitar, aunque no demasiado y a continuación bebía algo de agua y me volvía a acostar. A la segunda o tercera vez ya simplemente bebía el sorbito de agua.
Ahí más o menos sabía ya dos cosas, la primera es que iba a estar varios días ronco y la segunda que el miércoles no iría a trabajar. De hecho, sobre las 8 y algo me desperté, cogí el ordenador que se había quedado encendido toda la noche en la mesita de noche, por si necesitaba hablar con alguien con carácter de urgencia y mandé el consabido correo informando de que no me encontraba en condiciones de ir a trabajar. Mi jefe ni me contestó pero bueno, es lo que hay :-).
Seguí durmiendo lo que pude hasta que sobre las 11 o las 12 llegó la señora de la limpieza. Llamó antes de entrar y luego empezó a decir cosas en un eslovaco que, por su procedencia cercana a la orilla izquierda del Danubio, no pude entender. Básicamente ella me decía que estaba allí para limpiar, si había algún problema y yo que estaba ronco perdido, casi mudo y que no había ningún problema. Así que nada, yo cerré la puerta, volví a acostarme y mientras ella estaría durante media hora o una hora haciendo el paripé. Llegado el momento se despidió y se marchó.
Entonces yo aproveché para salir y para asaltar la nevera en todo aquello que pudiera hacerme bien. Decidí que aquello sería un yogur natural y un plátano y poco a poco me lo fui tomando. A continuación me eché en la cama y me quedé dormido hasta que, unas horas más tarde, me desperté entre penumbras. Debían ser las seis o así y ya era de noche ... ¡¡¡Y eso que no habían cambiado todavía la hora!!!.
El resto de la tarde lo pasé con el ordenador, hablando, creo que ordenando algo las fotos y no recuerdo qué más. Por la noche pues más yogur y plátano y ya está, hasta el día siguiente cuando empezaría la búsqueda activa del Aquarius.
Un saludo, Domingo.