Como comentaba en la entrada anterior, durante la semana el frío fue la nota dominante. Frío que se exacerbaba más cuando tenía que acercarme al Lidl a comprar y a la salida me encontraba con que no podía poner las manos dentro de la chaqueta, debía llevar una mano con las compras y otra con el paraguas.
El viernes al menos ya no llovía. Eso sí, no sé si el mismo viernes o justo el día antes, ya me habían enseñado algunas fotos de la Eslovaquia nevada. Ambas Eslovaquias, la profunda y la no tan profunda. Un panorama francamente diferente al que me pintaba la gente en Málaga con casi una ola de calor. Pero bueno, así es la climatología.
Así que nada, el viernes por la mañana cogí mi maleta, no cogí el paraguas porque aparentemente no llovería (no lo hizo) y para el trabajo. Una vez allí, el trabajo normal, lo típico de los viernes y sobre las tres y media, rumbo a Viena. Eso sí, iba sin la chaqueta, que había vuelto a dejar en el trabajo para tenerla ya allí a la semana siguiente, y conjurado en llevarme unos guantes y un gorro la semana siguiente, tal como así hice.
En el aeropuerto de Viena, volví a repetir lo de siempre, incluyendo la maleta, que dejé frente a la zona de los ordenadores y mientras yo me dedicaba a dar buena cuenta de las cosillas que ponían por allí. Lo último fue una botella de agua "de fresa" y es que también allí tienen numerosos tipos de aguas ... esta en particular, con gas.
Al final no usé el ordenador porque estaban ocupados y ya iba siendo hora de tirar para la puerta de embarque, tiré para allá con mi tarjeta de embarque impresa, acompañada de la "impresión" de Air France que decía que ya era cliente platino, por si algún incrédulo no se fiaba de mi palabra. Ese fin de semana, recibiría la tarjeta oro y ya no tendría que llevar la fotocopia, algo es algo.
Pues eso, con la tarjeta de embarque y la "fotocopia", llegué a la puerta de embarque y poco después ya estaba yo volando rumbo a París. A la llegada a París, saludé a mi ex-compañero, aunque después de haber sacado la tarjeta de embarque allí pues otra vez estábamos con las bromas de no poder hacerlo en Viena. Estuve en la sala unos minutos, lo justo para intentar tomarme un yogur, aunque sin mucho éxito pues los habían quitado todos. Al no encontrar el yogur, recuerdo que probé alguna galleta y una especie de rosquillos minúsculos de masa y zumbando para el avión.
Allí, me esperaba una de las filas más retrasadas y creo recordar que una pareja de hispanoamericanos mayorcetes, muy amables, que me preguntaban de todo y a cada pregunta se disculpaban y luego agradecían la respuesta. Les deseé que tuvieran una buena estancia en Málaga y que no hiciera tanto calor como había hecho durante la semana. Yo creo que al final tuvieron suerte pues la temperatura fue bastante buena.
Al final, el avión llegó, yo cogí mi maleta, mi taxi ... y a casa. Aunque en este caso la anécdota con los taxistas fue que el que me tocó andaba despistadillo y de repente me preguntó ... ¿Habíamos metido algo en el maletero?. Pues sí, habíamos metido mi maleta, que agradecería sacáramos antes de que se fuera :-).
Y ya está, en casa para pasar el corto fin de semana y dispuesto para la gastroenteritis que me tocaría vivir a la semana siguiente.
Un saludo, Domingo.
miércoles, 28 de octubre de 2009
16/10 Vuelta al calor
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