Otra vez se me ha acumulado el trabajo. Así que a ver de lo que me acuerdo de esa semana :-). Hay algo seguro y es que hizo un tiempo impresionante. Yo iba con mis manguitas cortas al medio día y pasaba calor. Luego, tanto por la mañana como por la tarde ya era otra cosa, ya tenías que tener la chaqueta pues refrescaba.
En sí de lo que es la semana, no recuerdo mucho. Sí que fue una sensación especial eso de estar el lunes a las 9 de la mañana en vez de a la 1 o las 2 de la tarde, descansado y sin haber pasado 8 horitas viajando. Por lo demás, creo que no mucho que comentar. Algún día seguramente lo utilicé en más o menos hacer la maleta. En la misma llevaba los pocos regalos que había comprado y posiblemente algunas de las primeras cosas que me empezaba a llevar, como por ejemplo algunas camisas de manga corta.
El caso es que, como quien no quiere la cosa, llegó el jueves. Y el juevés, si no recuerdo mal creo que tuvo lugar al típica reunión semanal, que habitualmente tiene lugar en la sala Málaga. Así que en cierta forma era premonitorio ... ¡¡volvía a Málaga!!. Aunque casi no vuelvo, pues esa fue probablemente la anécdota de la jornada.
El caso es que cogí mi taxi para Viena, llegué con mi tarjeta de embarque por internet (como siempre no había podido sacar la de París) y fui a embarcar la maleta. Me comentaron que no tenía la de París, yo respondí que no, que al parecer no se podía solo para ver con asombro que la chica me la daba. Mejor me hubiera quedado callado. Además, ya sé que me tengo que quedar callado con las tarjetas de embarque porque cada semana la situación es diferente.
Tras soltar la maleta, entré en la sala VIP, me estuve tomando mi refrigerio y, si no recuerdo mal, también estuve mirando mi correo en los ordenadores habilitados a tal efecto. Debí probar los "spread" de atún y el otro que suelen poner y los pastelitos. No sé si sería ese día pero recuerdo también haber probado algún pastelito que, aunque estaba muy bueno, parecía manteca pura.
Y poco más, llegado el momento fui para la puerta de embarque, esperé la cola de rigor y para el avión. En el avión me volví a poner púo, que decimos en el sur porque creo que me comí el sandwich y esa cosa parecida al flan que ponen con él y que en realidad está mucho más buena que el sandwich. A pesar de todo echo de menos las ensaladas, pero bueno. Y llegué a París.
En París, repetí la operación. Me cogí tres yogures, uno o dos de ellos de manzana con trocitos de la misma que estaba buenísimo y me senté al ordenador a la espera de que se acercara la hora del embarque. Aquel día además me extrañó no ver a mi ex-compañero de trabajo, aunque luego comprendería que era normal pues era jueves y no viernes. Y aquel día comprendí también su empeño por no esperar al último momento para embarcar. Si normalmente el embarque era a y 20, esta vez sobre y 10 empecé a recoger pues no quería tampoco colarme mucho.
Para asegurarme, fui al panel y me econtré con que todavía no había ninguna señal para ir a la puerta de embarque ni habían dicho nada por megafonía ni nada. No recuerdo muy bien si decidí ir al servicio aprovechando esta circunstancia pero lo que sí recuerdo es que salí, me dirigí a los rayos X de los clientes preferentes, me dijo la muchacha (muy ocupada con el móvil) que era más adelante (me extrañó pues estaba casi seguro de que era allí), anduve un poco más y confirmé mis sospechas, retrocedí hasta volver al sitio de la muchacha y le aclaré que tenía una tarjeta oro, ella me dijo que pasara y en ese momento ya me estaban llamando por megafonía diciendo que me diera prisa que el avión se iba. Debían ser y 20 o así, la hora normal de empezar a embarcar. Aunque también es cierto que eso fue lo que debió pasar en junio cuando me quedé en tierra porque el de Viena llegó tarde, claro está.
Total, que crucé como un rayo las dos o tres puertas que me separaban de la mía, mientras escuchaba mi nombre por segunda vez. Llegué, le di la tarjeta de embarque a la única azafata que había por allí (estaba todo más solo que la una) y tomé camino del avión. Cuál no sería mi sorpresa al ver que no había camino del avión sino camino al autobús. Ya todo cobró sentido. Había que coger el autobús, por lo tanto había que embarcar antes y si me llego a descuidar un poco más ... hago noche en París. Entré en el autobús y como un minuto después, se cerraban las puertas y nos llevaban al avión. Se ve que aquella semana iba de coger medios de transporte a última hora :-S.
En el autobús, recuerdo que me hice un pequeño lío entre el jersey, la mochililla, la mochila etc., pero bueno, nada que no se pudiera solventar pronto. Entré en el avión donde hacía un calor infernal, sobre todo comparado con el frío y la lluvia de fuera y camino a casa. A casa llegué unas horas después, justo a tiempo para comprobar que la maleta no había llegado. La muchacha ya hasta se acordaba de haberme visto antes con el mismo problema. Tras eso, el taxi ... y a disfrutar de un fin de semana algo más largo de lo normal en el que el concesionario tampoco me avisó, llegué tarde y tuve que ir al día siguiente a recoger el coche. En la línea de la semana, vamos.
Un saludo, Domingo.
martes, 27 de octubre de 2009
08/10 Casi en tierra
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