lunes, 19 de octubre de 2009

04/10 El castillo

El Castillo de Bratislava, Bratislava Castle o Hrad Bratislava fue lo que vi el domingo, efectivamente. Bueno, también vi más monumentos pero de eso mejor no hablamos que puedo cobrar :-P.

El caso es que el domingo decidí que no iba a madrugar, que ya estaba bien. Y eso hice, aunque la verdad es que tampoco me levanté excesivamente tarde para lo que hubiera debido. Me levanté, desayuné, haraganeé un poco por allí, comí temprano (vamos a la hora típica de aquí, entre las doce y la una sería) y me preparé para salir a ver lo que me quedaba de ver de Bratislava.

Saldría aproximadamente a las tres de la tarde por lo que me quedaban, según mis cálculos, entre tres y cuatro horas de sol. Tiempo más que suficiente porque yo tampoco iba a estar andando más tiempo después de la caminata del día anterior. De hecho, pensé en ir andando hacia el centro comercial con el parque al lado y, a partir de ahí, empezar ya a hacer turismo. Pero me lo pensé mejor y decidí coger el autobús. Pasé, eso sí, andando por el mercadillo solo para ver que aun siendo domingo estaban por allí los vendedores de flores, algunas muy bonitas.

Así que me subí en el autobús, que llegó poco después y en cosa de quince minutillos o algo así ya estaba en el centro comercial. Me sorprendió encontrarlo abierto y aproveché para comprar unas camisetas a mi hermano, de esas con las que te daban además un balón. Salí con la compra y los balones desinflados y me adentré en el parque, que estaba llenito de gente. El parque, que era la segunda vez que veía, me gustó si cabe más que la primera vez, llamándome especialmente la atención unos bancos semicirculares, unos 210 grados si me apuráis, que había distribuidos a lo largo de todo el parque. Además, cada banco tenía en medio una especie de estatua que simbolizaba cada uno de los símbolos del zodiaco.

Hice fotos por allí por el parque, a la fuente, los bancos, una especie de mini-templo gótico que hay por allí y ya me dirigí al castillo, paseando por el lateral del río. Hice algunas fotos desde un barco atracado en el río al que se podía entrar, hice algunas fotos al río desde el inicio del puente, desde la mitad del puente, desde el final del puente etc. Por cierto, ese puente es el nuevo, no el de tablas por el que yo había paseado. Ese es una mole de acero y cemento que me inspiraba menos ternura :-).

Como digo, pasé el puente y llegado a un lugar a partir del cual se suponía que se podía llegar al castillo, me adentré por el casco antiguo de Bratislava que está justo al lado de la iglesia/catedral con la corona de no sé qué rey húngaro (entonces todo era Hungría) en la antena. Luego me di cuenta que es que me había ido por la parte de la derecha en vez de por la izquierda por la que hubiera podido llegar al castillo sin dar tanto rodeo. Pero no me importó porque la parte antigua de la ciudad era cuando menos curiosa. Casi tanto como una chica al lado de la cual pasé y que estaba metiendo la cámara en todos los edificios abandonados para sacar fotos :-S.

Tras el pequeño rodeo llegué a la parte baja del castillo y empecé a subir y a subir y a subir y ya está porque ya llegué. El castillo es bonito, aunque tampoco es que tenga mucho que ver. Eso sí, para dar un paseo tranquilo está muy bien. Hice fotos desde las almenas de la parte superior y fui bajando poco a poco por una especie de parque que tiene dentro dando vueltas, virando y revirando hasta que ya empezaba la bajada a la ciudad. Allí me encontré con un señor mayor, eslovaco de nacimiento y americano de adopción que había vivido en el castillo hacía sesenta años y que estaba allí con uno de sus nietos, sueco, con el que hablaba en inglés.

Este señor fue el que me contó algunas de las historias del castillo y también de la catedral con la corona en todo lo alto. Tenía pinta de ser todo un personaje (en el sentido positivo) y haber vivido mucho ... en San Francisco que era donde vivía y donde supongo que vive.

Y una vez visto el castillo, ya solo me restaba volver. Aunque antes me pasé por la catedral para verla por dentro. Antes no había querido entrar porque estaban oficiando misa y luego, luego no pude porque estaba cerrada. Así que nada, seguí hacia abajo hasta llegar a mi amigo el de la alcantarilla. Allí estaba intentando poner la cámara para sacarme una autofoto con las pocas pilas que le quedaban cuando apareció un adolescente japonés también más raro que un perro verde. Por algún motivo se había metido él un pedazo de viaje por media Europa a solas con su cámara. La verdad es que reconozco que cuando me preguntó si estaba solo me mosqueé un poco. El caso es que amablemente se ofreció a hacerme la foto, yo le correspondí como era natural y tras una conversación a ratos insustancial (resultó ser un fan del Valencia C.F. que veía la liga española en Japón) nos despedimos deseándonos suerte.

Bueno, ya queda poco, casi nada. Tras la foto con el de la alcantarilla, di un paseo por una zona que no conocía y donde había una señora en un puestecito vendiendo castañas y maíz asado. Pensé en comprar pero al final pensé que no valdría la pena pues sería igual que en España. Por cierto, el día anterior estuve por coger alguna castaña de las muchas que habían caído al suelo en el Stadt-Park pero como no me gustan crudas ...

Tras eso, ya sí que me dirigí al apartamento. Volví a pisar terreno conocido, lleno de obras que no estaban la última vez que pasé por allí, pero conocido y llegué a la parada del tranvía justo a tiempo para ver cómo no llegaba justo a tiempo. No quise arriesgarme a cogerlo sin billete y me tocó esperar diez o quince minutos más. Ese tiempo, unido al otro tanto que tardó en llegar, fue lo que tardé yo en hacer lo propio al apartamento. Allí, me relajé y ... a descansar, que al día siguiente había que trabajar.

Un saludo, Domingo.

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