Miércoles y Jueves pasaron volados y viernes como siempre. El trabajo, el taxi y a casa. Dejé en el trabajo la mochila del portátil y pertrechado con la que le había comprado a mi hermano llegué al aeropuerto de Viena.
Había sacado previamente la tarjeta de embarque por internet, aprovechando las nuevas tecnologías y, lo reconozco, en un intento vano de sacar también la de Air Europa. En el aeropuerto intenté de nuevo sacarla pero también sin éxito. Además pude comprobar que mi intento para viajar con algo más de espacio tampoco había surtido efecto.
Sabiendo ya lo que había, me volví a dirigir a Air France en Viena para que me dieran el billete de Air Europa pero me dijeron que no, que naranjas de la China. Por lo visto antes tenían un acuerdo que ha finalizado y Air France ya no puede facturar así "en remoto". Al responder que hasta hacía un par de semanas se podía, me confirmaron que, efectivamente, así era, pero que esta nueva medida era muy reciente. De hecho me aconsejaron enviar una carta a Aire Europa quejándose. No lo hice, la verdad.
Tras la confirmación de los billetes, fui por segunda vez a la sala VIP donde probé de nuevo los alimentos que por allí había mientras comprobaba que se podía navegar perfectamente en los ordenadores que a tal efecto tenían dispuestos. No recuerdo si llegué a mover en la partida de ajedrez pero sí que recuerdo que la vi desde allí al igual que el correo. Tras ello, me fui para la puerta de embarque y, a diferencia de la vez anterior, esta vez la cola fue más llevadera.
Austrian me llevó, como siempre, sano y salvo a París y allí en París saqué el billete y armado con él entré en la tan traída y llevada Sala VIP. Allí, medio refugiado de molestas miradas estaba mi ex-compañero al que me uní. Aproveché los pocos minutos restantes para tomarme un zumo y un "algo", incluyendo unas galletitas que no estaban mal. Esa tarde me hinché de comer, lo reconozco. Eso sí, al menos eso me permitió no tener que cenar a las 12 de la noche.
Llegada la hora salimos de la sala y descubrí un pasadizo mágico por el que pueden ir los VIP, sin necesidad de esperar cola. Además está muy bien porque está justo en frente de la sala (¡qué casualidad!, ¿verdad?). Y así, mientras que él iba la servicio yo esperaba en la cola leyendo y descontando los minutos que faltaban para llegar.
El avión llegó como siempre, yo también y a empezar el fin de semana de tres días que debía ser el prólogo del fin de semana que iba a pasar en Viena.
Un saludo, Domingo.
miércoles, 7 de octubre de 2009
25/09 Sala VIP París
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