El sábado me levanté a la hora que tenía previsto, hice lo que tenía previsto (muchas de las cosas ya las había dejado preparadas la noche anterior, como los sandwiches, por ejemplo) y ... me di cuenta de que las pilas recargables no funcionaban. De hecho no sabía si serían las pilas recargables o mi fiel cámara. Así que me dirigí al Lidl con el temor de que el tiempo que perdiera allí me resultara finalmente valioso.
Ese no lo fue, pero el siguiente sí. Aproximadamente con 15 minutos de retraso sobre el plan previsto, salía del Lidl con mis 8 pilas (no recargables) y mi cámara funcionando. Me dirigí al tranvía/autobús que debía dejarme cerca del otro tranvía/autobús que debía dejarme en la estación. Pensé en caminar pues la parada estaba cerca pero como el 207 (ese es el número del tranvía en cuestión) estaba para salir, pues me esperé y ya está. Me monté y justo a la parada siguiente me bajé. Ahora ya era cuestión de ir a la otra parada ... y de acordarse cuál era esta, claro está. Y no, no me acordé.
Tan no me acordé que empecé a andar buscándola y lo que hice fue alejarme porque la tenía a mis espaldas. Cuando llevaba un rato andando me monté en otro autobús que iba para la estación de autobuses (yo iba a la de trenes) aunque finalmente decidí tomar el camino seguro, coger ir a la parada que conocía y desde allí caminar hasta la estación de trenes. Eso hice y por unos segundos no cogí un tercer autobús que me dejaba directamente en la estación. Así que el resto del camino, unos 10 minutos los hice andando.
Entré en la estación, saqué el billete, miré para el monitor y ... tenía que esperar 50 minutos. Eran las 11 en punto y hasta las 11:50 no pasaría el siguiente. Luego me di cuenta de que lo había perdido por un minuto ya que el billete fue imprimido a las 10:59 y el tren supuestamente salió a las 11:00. Es decir que mientras miraba el panel probablemente se iba el tren.
A pesar de todo, no cundió el desaliento entre mis filas. Cogí y saqué la guía de Viena, que hasta entonces no había podido mirar. Y así, ojeándola pasó el tiempo. Bueno ojeándola, comprando un recuerdo en la tienda (¡¡¡qué caros eran todos!!!) y por último sacando el almuerzo mientras esperaba, comiendo en un banco en el andén a que viniera el trencito de marras.
Acabé la comida y me puse a ojear el libro que llevaba mientras que el tren venía o no venía. En un momento dado, la megafonía empezó a emitir alaridos anunciando cambios de andenes. Yo no me preocupé porque no escuché el nombre de "Viena" por ningún lado. Pero en estas que miré el reloj y vi que casi era la hora y todavía no había venido mi tren. Es más, justo en el andén que estaba a mis espaldas había un tren y en esa parte del andén había un letrero que ponía "Viena" precisamente. Era un tanto extraño porque esas indicaciones estaban antes justo en la parte en la que yo me encontraba y no en la otra.
Así que, algo preocupado, pregunté al señor que había fuera del tren, algún tipo de revisor, si era el tren para Viena. Me dijo que sí, me abrió la puerta pues estaban todas cerradas y subí. 20 segundos después el tren salía y yo me sentaba aliviado, muy aliviado.
Luego ese mismo hombre pasó pidiendo los tickets, le di el mío y ya está. El viaje de ida la verdad es que lo pasé fundamentalmente leyendo y de vez en cuando escuchando a un chico sudamericano al que primero escuché hablar con alguien en inglés, luego durante mucho tiempo en español y finalmente con otra persona en alemán. De hecho se tiró casi todo el viaje hablando con el móvil. No fue todo porque esperó a que el móvil cogiera alguna compañía austriaca.
Resultó ser un informático que había trabajado durante mucho tiempo en Viena y ahora estaba en Bratislava, junto a alguno que no sabía hacer la O con un canuto, o al menos algo así manifestaba. Llevaba además una maleta grande para recoger las últimas cosas que tenía en Viena pues aparentemente se estaba terminando de mudar.
Al final el tren llegó, me bajé, la estación muy bien y tras unas cuantas escaleras mecánicas ... el caso Gürtel que me explota en las narices. Allí había un cartelito del Wien Gürtel que supongo que es la circunvalación de Viena.
Salí y a unos 100 ó 200 metros a la derecha me encontré el Belvedere. Ya me habían comentado que estaba muy cerca pero no pensé que tanto. Entré en el jardín y empecé a hacer fotos a todo, se meneara o no. El lago estaba seco porque estaban haciendo obras pero la parte de los jardines era ciertamente muy bonita. Allí aproveché las características de mi siempre fiel Pentax para salir en algunas instantáneas.
Crucé todo el parque, incluyendo una paradita para hacer un par de fotos a un par de parejas y salí a lo que para mí era Viena, Viena. Muy cerca me encontré una pequeña iglesia con una estatua de Juan Pablo II. Y también bastante cerca una plaza con una gran estatua aparentemente dedicada a los rusos que cayeron en la segunda guerra mundial. En el centro de la plaza había una gran fuente que, de forma natural, nos obsequiaba con un enorme arco iris. Hice fotos a todo, el monumento, la plaza, la fuente y el arco iris. En un par de ellas también salí yo.
Y tras mirar el mapa, pensé que lo mejor sería acudir a la catedral para, una vez allí, coger los autobuses turísticos de forma que me pudiera hacer una idea de los mejores sitios de la ciudad y, en todo caso, volver al día siguiente.
Anduve un rato y llegué al parque de la ciudad, Stadt Park, parque por el que tenía que pasar para llegar a la catedral. El parque era también bastante bonito e incluía, en sitios estratégicos, monumentos a los principales músicos que alguna vez han estado vinculados a la ciudad.
Tras fotografiar el parque, seguí hasta la catedral a donde no tardé mucho en llegar. Allí, vi el autobús de turno, empecé a hablar con el vendedor de tickets quien debió reconocer mi acento o mi atuendo y rápidamente me dijo que si hablaba español. Él, al igual que la mayoría de sus compañeros, resultó ser ecuatoriano. El conductor del autobús, por el contrario, parecía ser italiano.
Me vendió el recorrido dos, que permitía hacer dos excursiones. Eso sí, me lo explicó fatal y tardé bastante en saber cómo iba todo. Por lo pronto no supe nada porque había llegado justo cuando el autobús se marchaba y debía esperar unos 15-20 minutos hasta que llegara el siguiente. Eso no era un problema porque todavía tenía que visitar la catedral y, en su interior, cambiar las pilas de la cámara que ya se habían agotado.
Entré dentro, no hice ninguna foto con flash tanto por respeto como por mantener vivas las pilas (sin mucho éxito) y unos minutos después, contento con las fotos que había hecho, salí de nuevo a ver si había llegado el autobús. Por cierto que la catedral era bonita pero probablemente más bonita por fuera que por dentro.
Me subí en el autobús y, una vez dentro, me tomé mi biodramina ... just in case. El autobús arrancó y 15 ó 20 minutos después paró en la Ópera. El vendedor ya me había dicho que allí tendría que esperar y yo ya estaba avisado pero el señor árabe mayor que iba con su esposa bastante más joven y su joven hija no estaba avisado y se sentía casi estafado.
Total que como debía esperar unos 30 minutos a que pasara el siguiente, me dispuse a recorrer toda la zona; zona que acabó resultándome muy bonita. Estaba la ópera, había un edificio que parecía una estación de trenes antigua pero que debía ser otra cosa, había una especie de mirador con una estatua ecuestre y había otro parque con una gran estatua de Beethoven si no recuerdo mal. Faltando unos cinco minutos para las cuatro, volví sobre otros pasos que no eran los míos temiendo que el autobús saliera sin mí ... otra vez.
No fue así, esta vez lo cogí y empecé el recorrido de la línea azul, que cruzaba los puentes un par de veces, iba hasta un parque/bosque y sitio de recreo, volvía y poco más. Bueno sí, las casas de colores creo que estaban también por el camino, aunque a la ida. De la vuelta me acuerdo de poco. De hecho el final de ese recorrido es posible que lo hiciera adormilado debido a la biodramina.
Me bajé ... como pude pues no sabía muy bien si el autobús iba a empezar con el segundo viaje o si era el mismo. Mientras dudaba, una gran cantidad de gente empezó a entrar, se acumularon en la puerta y me impedían salir. Conseguí zafarme y al preguntar en el autobús de al lado me dijeron que subiera, cogí un mapita de los que había a la entrada y ya entonces lo entendí todo. Había tres líneas de autobuses y con el ticket que yo había comprado tenía derecho a coger dos de ellas.
Así que nada, cogí la segunda que en realidad era la continuación de la primera que había cogido como una hora antes. Pasamos por el centro de la ciudad, vimos algunos sitios importantes a la par que bonitos y en cuestión de escasos minutos ya estábamos otra vez en la catedral. En la parada siguiente, habida cuenda de que iba a volver a la Ópera, me bajé.
Definitivamente los autobuses me sirvieron para saber que, andando, ya había visto probablemente lo mejor del centro. Volví para atrás, entré en una tienda (un supermercado Spar), compré algunas cosas típicas y de nuevo para la catedral. Pasé junto a ella por una calle que no había visto antes y al final desemboqué en la calle comercial o al menos la más comercial.
La paseé mientras empezaba a anochecer (así resultaba especialmente atrayente) incluyendo un convento franciscano que había por allí cerca y que me resultó especialmente extraño ver. Y ya viendo que la noche se me echaba encima, puse proa al Belvedere.
La verdad es que el Belvedere se me resistió porque al principio me pasé de frenada y volví al parque. Allí tuve que dar un par de vueltas hasta que ya, con la ayuda del plano que había pedido por la mañana en un hotel, conseguí centrarme. Seguí aquella calle y llegué a la plaza con la fuerte y posteriormente a la iglesia con la estatua de Juan Pablo II.
El Belvedere estaba a escasos metros. Entré por una puerta por la que no sabía si se podía entrar pues aparentemente era para visitar el interior o para asistir a alguna representación y yo la utilicé simplemente para pasar hacia dentro de los jardines. En realidad creo que sí que no había ningún problema, pero yo no estaba seguro.Y además de no estar seguro estaba preocupado por la posibilidad de perder el tren. Crucé a paso ligero el Belvedere y hacia la zona media vi una salida lateral. Dudé si cogerla pero pensé que mejor irme de Viena con el recuerdo del paseo por el Belvedere ... hice mal. Llegué al final del Belvedere y ese acceso ya estaba cerrado así que, de nuevo tuve que volver sobre mis pasos hasta salir por la puerta lateral. Hasta entonces calculaba que llegaría con entre 10 y 15 minutos de adelanto. Ya no lo tenía tan claro.
A pesar de todo, lo que quedaba de camino era corto y llegué a la estación en un momento, efectivamente con unos 10 minutos de antelación. Allí, me monté en el tren y cuando me disponía a leer escuché a unos españoles que preguntaban por la estación a la cual iba a parar el tren. Me acerqué y les comenté dónde era. Se alegraron, evidentemente, y luego me invitaron a ir el resto del viaje con ellos.
Resultaron ser dos mujeres, una de unos cuarenta y otra de unos 30, que trabajan en una aseguradora en Madrid y que estaban en Bratislava enseñando a las chicas que les van a quitar el trabajo a fecha uno de enero de 2010 y el novio de la joven que había ido a visitarlas a Bratislava.
Pasamos el viaje comentando cosas de la ciudad, sus problemas con el alojamiento y como al principio hasta tuvieron que compartir habitación porque a una le habían dado una habitación sin cama. Comentamos también las cosas curiosas del país y entre pitos y flautas el tren llegó a Bratislava. Allí, ellos se fueron para sus apartamentos y yo para el mío, que estaba completamente al otro lado de la ciudad.
Sobre las 9 o así llegaría yo al apartamento y ya fue cosa de ducharse cenar y lo normal de todos los días. Bueno, decidí también que no volvería al día siguiente a Viena sino que lo dedicaría a ver lo que me quedaba por ver de Bratislava.
Un saludo, Domingo.
lunes, 19 de octubre de 2009
03/10 Viena
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