Como comentaba en la entrada anterior, durante la semana el frío fue la nota dominante. Frío que se exacerbaba más cuando tenía que acercarme al Lidl a comprar y a la salida me encontraba con que no podía poner las manos dentro de la chaqueta, debía llevar una mano con las compras y otra con el paraguas.
El viernes al menos ya no llovía. Eso sí, no sé si el mismo viernes o justo el día antes, ya me habían enseñado algunas fotos de la Eslovaquia nevada. Ambas Eslovaquias, la profunda y la no tan profunda. Un panorama francamente diferente al que me pintaba la gente en Málaga con casi una ola de calor. Pero bueno, así es la climatología.
Así que nada, el viernes por la mañana cogí mi maleta, no cogí el paraguas porque aparentemente no llovería (no lo hizo) y para el trabajo. Una vez allí, el trabajo normal, lo típico de los viernes y sobre las tres y media, rumbo a Viena. Eso sí, iba sin la chaqueta, que había vuelto a dejar en el trabajo para tenerla ya allí a la semana siguiente, y conjurado en llevarme unos guantes y un gorro la semana siguiente, tal como así hice.
En el aeropuerto de Viena, volví a repetir lo de siempre, incluyendo la maleta, que dejé frente a la zona de los ordenadores y mientras yo me dedicaba a dar buena cuenta de las cosillas que ponían por allí. Lo último fue una botella de agua "de fresa" y es que también allí tienen numerosos tipos de aguas ... esta en particular, con gas.
Al final no usé el ordenador porque estaban ocupados y ya iba siendo hora de tirar para la puerta de embarque, tiré para allá con mi tarjeta de embarque impresa, acompañada de la "impresión" de Air France que decía que ya era cliente platino, por si algún incrédulo no se fiaba de mi palabra. Ese fin de semana, recibiría la tarjeta oro y ya no tendría que llevar la fotocopia, algo es algo.
Pues eso, con la tarjeta de embarque y la "fotocopia", llegué a la puerta de embarque y poco después ya estaba yo volando rumbo a París. A la llegada a París, saludé a mi ex-compañero, aunque después de haber sacado la tarjeta de embarque allí pues otra vez estábamos con las bromas de no poder hacerlo en Viena. Estuve en la sala unos minutos, lo justo para intentar tomarme un yogur, aunque sin mucho éxito pues los habían quitado todos. Al no encontrar el yogur, recuerdo que probé alguna galleta y una especie de rosquillos minúsculos de masa y zumbando para el avión.
Allí, me esperaba una de las filas más retrasadas y creo recordar que una pareja de hispanoamericanos mayorcetes, muy amables, que me preguntaban de todo y a cada pregunta se disculpaban y luego agradecían la respuesta. Les deseé que tuvieran una buena estancia en Málaga y que no hiciera tanto calor como había hecho durante la semana. Yo creo que al final tuvieron suerte pues la temperatura fue bastante buena.
Al final, el avión llegó, yo cogí mi maleta, mi taxi ... y a casa. Aunque en este caso la anécdota con los taxistas fue que el que me tocó andaba despistadillo y de repente me preguntó ... ¿Habíamos metido algo en el maletero?. Pues sí, habíamos metido mi maleta, que agradecería sacáramos antes de que se fuera :-).
Y ya está, en casa para pasar el corto fin de semana y dispuesto para la gastroenteritis que me tocaría vivir a la semana siguiente.
Un saludo, Domingo.
miércoles, 28 de octubre de 2009
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16/10 Vuelta al calor |
martes, 27 de octubre de 2009
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12/10 Un frío de ... |
Mil demonios. La verdad es que me pregunto si no será un poco paradójico eso del frío de mil demonios y probablemente lo es pero es que eso es lo que hacía esa semana. Poco importa si los demonios estaban o no en su medio natural. Poco importa si es que los demonios se lo llevaban a uno al infierno y uno hasta lo agradecía con tal de no soportar el frío de aquí. Lo que importa es que aquella semana rozamos los 0 grados casi todos los días ... y encima llovía.
Pero bueno, antes hay que llegar allí o aquí, según se mire. Para ello, cogí el Málaga-París de todos los lunes, con la diferencia de que esa vez vine en primera. Y no solo eso, resistí el sueño justo lo suficiente como para disfrutar del desayuno en primera, que por otro lado resultó ser más "lujoso" pero menos "apetitoso" que el bocadillo de jamón que yo me esperaba. Un bollito, jamón york, queso y alguna que otra fruslería más componían el desayuno, desayuno que acompañaba a la somera tacita de café con cereales/frutos secos que me había tomado en la sala VIP.
Después del desayuno, a dormir un rato y poco más. Llegando a París me despertaría para leer un poco y darme cuenta de que, efectivamente, ese lado es peor para viajar porque da el sol y se pone ardiendo. Y nada, el avión que llega, yo que me despido de mi ex compañero de trabajo y me dirijo a la sala VIP de París. Allí veo que hay un montón de aviones por salir y que, de los que salían, antes o a la misma hora que el mío, ninguno estaba embarcando todavía. Así que me dispuse a subir, acompañado de mi maleta pequeña, si no recuerdo mal.
Allí una chica, creo que con rasgos asiátidos, me atendió y muy amablemente me dijo que podía pasar. Entonces yo le pregunté que cómo iba de hora el avión pues había visto que no podía todavía nada. En esto que lo consulta y me dice que ... me vaya con viento fresco pues el avión iba a salir pronto. Yo me fui pensando que debería haberme callado pues todavía no se ve ningún movimiento en los monitores. Pero pronto cambiaría de opinión porque el embarque estaba empezando en ese momento y, de hecho, llegué para ponerme en la cola y al poco tiempo entrar en el avión.
Tras eso, avión hasta Viena, taxi hasta Bratislava y como de costumbre. Bueno no, como de costumbre no. Ya en París había notado un fresquete interesante y en Viena más si cabe. En Bratislava hacía frío y lo único que me salvaba es que la semana anterior me había dejado la chaqueta en el trabajo, con tal de no tener que cargar con ella.
El día pasó, salí tarde como casi siempre y me dirigí al apartamento ... a donde conseguí llegar a pesar del intenso frío. No sabía muy bien si era que hacía frío o si era que los veintitantos grados a los que estaba acostumbrado en Málaga, me habían estropeado el termómetro corporal. Comprobé que el termómetro corporal estaba bien porque, en primer lugar, notaba un frío tan intenso como el de los días más fríos que yo haya pasado nunca en Málaga (entre 3 y 5 grados) y además los pronósticos del tiempo confirmaban que esa semana los termómetros estarían precisamente alrededor de los 3 grados.
Las mismas predicciones anunciaban además posibilidad de nieve, algo completamente comprensible porque era cuestión de que hiciera menos de 0 grados y lloviera a la vez. Lo primero estaba cerca de producirse y lo segundo se produjo durante toda la semana.
Así que nada, con las manos embutidas en los bolsillos de la chaqueta, la calva perdiendo calor como si no costara y las orejas ayudando, llegué al apartamento ese lunes. El lunes iría algo mejor pertrechado aunque no mucho más pues lo fundamental eran el gorro y los guantes y ni una cosa ni las otras tenía yo en Bratislava. Eso sí, al día siguiente llevaría mi paraguas para cubrirme de la posibilidad de lluvia. Aunque como dijo un compañero, hacía viento y manejar el paraguas sería divertido.
El trabajo transcurrió como lleva transcurriendo los últimos meses y en particular las últimas semanas. Yo voy terminando mis cosas, voy enseñándoles a esta gente y día a día, se acerca el final de la asignación. Este día en concreto, casi se acerca también el final de mis manos. Con la chaqueta con el cuello hacia arriba como si fuera un vampiro y con la cremallera de la chaqueta subida y el cuello tapándome la boca, el frío en la cara se encontraba minimizado. Eso sí, en las orejas seguía haciendo un frío majete.
Y en las manos no digamos. Las manos las alternaba ora en el paraguas ora en el bolsillo para no congelármelas, a la vez que intentaba mantener el paraguas firme y no mojarme. Ahí me alegré también de haberme comprado un paraguas bueno porque por la calle se veía gente con su paraguas plegable ... plegado por el viento en la dirección contraria a la que el dueño estaba acostumbrado y sirviendo de poco, por no decir nada, contra la lluvia.
Y así pasaron el martes, el miércoles y el jueves y casi que el viernes cuando me volvería.
Un saludo, Domingo.
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08/10 Casi en tierra |
Otra vez se me ha acumulado el trabajo. Así que a ver de lo que me acuerdo de esa semana :-). Hay algo seguro y es que hizo un tiempo impresionante. Yo iba con mis manguitas cortas al medio día y pasaba calor. Luego, tanto por la mañana como por la tarde ya era otra cosa, ya tenías que tener la chaqueta pues refrescaba.
En sí de lo que es la semana, no recuerdo mucho. Sí que fue una sensación especial eso de estar el lunes a las 9 de la mañana en vez de a la 1 o las 2 de la tarde, descansado y sin haber pasado 8 horitas viajando. Por lo demás, creo que no mucho que comentar. Algún día seguramente lo utilicé en más o menos hacer la maleta. En la misma llevaba los pocos regalos que había comprado y posiblemente algunas de las primeras cosas que me empezaba a llevar, como por ejemplo algunas camisas de manga corta.
El caso es que, como quien no quiere la cosa, llegó el jueves. Y el juevés, si no recuerdo mal creo que tuvo lugar al típica reunión semanal, que habitualmente tiene lugar en la sala Málaga. Así que en cierta forma era premonitorio ... ¡¡volvía a Málaga!!. Aunque casi no vuelvo, pues esa fue probablemente la anécdota de la jornada.
El caso es que cogí mi taxi para Viena, llegué con mi tarjeta de embarque por internet (como siempre no había podido sacar la de París) y fui a embarcar la maleta. Me comentaron que no tenía la de París, yo respondí que no, que al parecer no se podía solo para ver con asombro que la chica me la daba. Mejor me hubiera quedado callado. Además, ya sé que me tengo que quedar callado con las tarjetas de embarque porque cada semana la situación es diferente.
Tras soltar la maleta, entré en la sala VIP, me estuve tomando mi refrigerio y, si no recuerdo mal, también estuve mirando mi correo en los ordenadores habilitados a tal efecto. Debí probar los "spread" de atún y el otro que suelen poner y los pastelitos. No sé si sería ese día pero recuerdo también haber probado algún pastelito que, aunque estaba muy bueno, parecía manteca pura.
Y poco más, llegado el momento fui para la puerta de embarque, esperé la cola de rigor y para el avión. En el avión me volví a poner púo, que decimos en el sur porque creo que me comí el sandwich y esa cosa parecida al flan que ponen con él y que en realidad está mucho más buena que el sandwich. A pesar de todo echo de menos las ensaladas, pero bueno. Y llegué a París.
En París, repetí la operación. Me cogí tres yogures, uno o dos de ellos de manzana con trocitos de la misma que estaba buenísimo y me senté al ordenador a la espera de que se acercara la hora del embarque. Aquel día además me extrañó no ver a mi ex-compañero de trabajo, aunque luego comprendería que era normal pues era jueves y no viernes. Y aquel día comprendí también su empeño por no esperar al último momento para embarcar. Si normalmente el embarque era a y 20, esta vez sobre y 10 empecé a recoger pues no quería tampoco colarme mucho.
Para asegurarme, fui al panel y me econtré con que todavía no había ninguna señal para ir a la puerta de embarque ni habían dicho nada por megafonía ni nada. No recuerdo muy bien si decidí ir al servicio aprovechando esta circunstancia pero lo que sí recuerdo es que salí, me dirigí a los rayos X de los clientes preferentes, me dijo la muchacha (muy ocupada con el móvil) que era más adelante (me extrañó pues estaba casi seguro de que era allí), anduve un poco más y confirmé mis sospechas, retrocedí hasta volver al sitio de la muchacha y le aclaré que tenía una tarjeta oro, ella me dijo que pasara y en ese momento ya me estaban llamando por megafonía diciendo que me diera prisa que el avión se iba. Debían ser y 20 o así, la hora normal de empezar a embarcar. Aunque también es cierto que eso fue lo que debió pasar en junio cuando me quedé en tierra porque el de Viena llegó tarde, claro está.
Total, que crucé como un rayo las dos o tres puertas que me separaban de la mía, mientras escuchaba mi nombre por segunda vez. Llegué, le di la tarjeta de embarque a la única azafata que había por allí (estaba todo más solo que la una) y tomé camino del avión. Cuál no sería mi sorpresa al ver que no había camino del avión sino camino al autobús. Ya todo cobró sentido. Había que coger el autobús, por lo tanto había que embarcar antes y si me llego a descuidar un poco más ... hago noche en París. Entré en el autobús y como un minuto después, se cerraban las puertas y nos llevaban al avión. Se ve que aquella semana iba de coger medios de transporte a última hora :-S.
En el autobús, recuerdo que me hice un pequeño lío entre el jersey, la mochililla, la mochila etc., pero bueno, nada que no se pudiera solventar pronto. Entré en el avión donde hacía un calor infernal, sobre todo comparado con el frío y la lluvia de fuera y camino a casa. A casa llegué unas horas después, justo a tiempo para comprobar que la maleta no había llegado. La muchacha ya hasta se acordaba de haberme visto antes con el mismo problema. Tras eso, el taxi ... y a disfrutar de un fin de semana algo más largo de lo normal en el que el concesionario tampoco me avisó, llegué tarde y tuve que ir al día siguiente a recoger el coche. En la línea de la semana, vamos.
Un saludo, Domingo.
lunes, 19 de octubre de 2009
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04/10 El castillo |
El Castillo de Bratislava, Bratislava Castle o Hrad Bratislava fue lo que vi el domingo, efectivamente. Bueno, también vi más monumentos pero de eso mejor no hablamos que puedo cobrar :-P.
El caso es que el domingo decidí que no iba a madrugar, que ya estaba bien. Y eso hice, aunque la verdad es que tampoco me levanté excesivamente tarde para lo que hubiera debido. Me levanté, desayuné, haraganeé un poco por allí, comí temprano (vamos a la hora típica de aquí, entre las doce y la una sería) y me preparé para salir a ver lo que me quedaba de ver de Bratislava.
Saldría aproximadamente a las tres de la tarde por lo que me quedaban, según mis cálculos, entre tres y cuatro horas de sol. Tiempo más que suficiente porque yo tampoco iba a estar andando más tiempo después de la caminata del día anterior. De hecho, pensé en ir andando hacia el centro comercial con el parque al lado y, a partir de ahí, empezar ya a hacer turismo. Pero me lo pensé mejor y decidí coger el autobús. Pasé, eso sí, andando por el mercadillo solo para ver que aun siendo domingo estaban por allí los vendedores de flores, algunas muy bonitas.
Así que me subí en el autobús, que llegó poco después y en cosa de quince minutillos o algo así ya estaba en el centro comercial. Me sorprendió encontrarlo abierto y aproveché para comprar unas camisetas a mi hermano, de esas con las que te daban además un balón. Salí con la compra y los balones desinflados y me adentré en el parque, que estaba llenito de gente. El parque, que era la segunda vez que veía, me gustó si cabe más que la primera vez, llamándome especialmente la atención unos bancos semicirculares, unos 210 grados si me apuráis, que había distribuidos a lo largo de todo el parque. Además, cada banco tenía en medio una especie de estatua que simbolizaba cada uno de los símbolos del zodiaco.
Hice fotos por allí por el parque, a la fuente, los bancos, una especie de mini-templo gótico que hay por allí y ya me dirigí al castillo, paseando por el lateral del río. Hice algunas fotos desde un barco atracado en el río al que se podía entrar, hice algunas fotos al río desde el inicio del puente, desde la mitad del puente, desde el final del puente etc. Por cierto, ese puente es el nuevo, no el de tablas por el que yo había paseado. Ese es una mole de acero y cemento que me inspiraba menos ternura :-).
Como digo, pasé el puente y llegado a un lugar a partir del cual se suponía que se podía llegar al castillo, me adentré por el casco antiguo de Bratislava que está justo al lado de la iglesia/catedral con la corona de no sé qué rey húngaro (entonces todo era Hungría) en la antena. Luego me di cuenta que es que me había ido por la parte de la derecha en vez de por la izquierda por la que hubiera podido llegar al castillo sin dar tanto rodeo. Pero no me importó porque la parte antigua de la ciudad era cuando menos curiosa. Casi tanto como una chica al lado de la cual pasé y que estaba metiendo la cámara en todos los edificios abandonados para sacar fotos :-S.
Tras el pequeño rodeo llegué a la parte baja del castillo y empecé a subir y a subir y a subir y ya está porque ya llegué. El castillo es bonito, aunque tampoco es que tenga mucho que ver. Eso sí, para dar un paseo tranquilo está muy bien. Hice fotos desde las almenas de la parte superior y fui bajando poco a poco por una especie de parque que tiene dentro dando vueltas, virando y revirando hasta que ya empezaba la bajada a la ciudad. Allí me encontré con un señor mayor, eslovaco de nacimiento y americano de adopción que había vivido en el castillo hacía sesenta años y que estaba allí con uno de sus nietos, sueco, con el que hablaba en inglés.
Este señor fue el que me contó algunas de las historias del castillo y también de la catedral con la corona en todo lo alto. Tenía pinta de ser todo un personaje (en el sentido positivo) y haber vivido mucho ... en San Francisco que era donde vivía y donde supongo que vive.
Y una vez visto el castillo, ya solo me restaba volver. Aunque antes me pasé por la catedral para verla por dentro. Antes no había querido entrar porque estaban oficiando misa y luego, luego no pude porque estaba cerrada. Así que nada, seguí hacia abajo hasta llegar a mi amigo el de la alcantarilla. Allí estaba intentando poner la cámara para sacarme una autofoto con las pocas pilas que le quedaban cuando apareció un adolescente japonés también más raro que un perro verde. Por algún motivo se había metido él un pedazo de viaje por media Europa a solas con su cámara. La verdad es que reconozco que cuando me preguntó si estaba solo me mosqueé un poco. El caso es que amablemente se ofreció a hacerme la foto, yo le correspondí como era natural y tras una conversación a ratos insustancial (resultó ser un fan del Valencia C.F. que veía la liga española en Japón) nos despedimos deseándonos suerte.
Bueno, ya queda poco, casi nada. Tras la foto con el de la alcantarilla, di un paseo por una zona que no conocía y donde había una señora en un puestecito vendiendo castañas y maíz asado. Pensé en comprar pero al final pensé que no valdría la pena pues sería igual que en España. Por cierto, el día anterior estuve por coger alguna castaña de las muchas que habían caído al suelo en el Stadt-Park pero como no me gustan crudas ...
Tras eso, ya sí que me dirigí al apartamento. Volví a pisar terreno conocido, lleno de obras que no estaban la última vez que pasé por allí, pero conocido y llegué a la parada del tranvía justo a tiempo para ver cómo no llegaba justo a tiempo. No quise arriesgarme a cogerlo sin billete y me tocó esperar diez o quince minutos más. Ese tiempo, unido al otro tanto que tardó en llegar, fue lo que tardé yo en hacer lo propio al apartamento. Allí, me relajé y ... a descansar, que al día siguiente había que trabajar.
Un saludo, Domingo.
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03/10 Viena |
El sábado me levanté a la hora que tenía previsto, hice lo que tenía previsto (muchas de las cosas ya las había dejado preparadas la noche anterior, como los sandwiches, por ejemplo) y ... me di cuenta de que las pilas recargables no funcionaban. De hecho no sabía si serían las pilas recargables o mi fiel cámara. Así que me dirigí al Lidl con el temor de que el tiempo que perdiera allí me resultara finalmente valioso.
Ese no lo fue, pero el siguiente sí. Aproximadamente con 15 minutos de retraso sobre el plan previsto, salía del Lidl con mis 8 pilas (no recargables) y mi cámara funcionando. Me dirigí al tranvía/autobús que debía dejarme cerca del otro tranvía/autobús que debía dejarme en la estación. Pensé en caminar pues la parada estaba cerca pero como el 207 (ese es el número del tranvía en cuestión) estaba para salir, pues me esperé y ya está. Me monté y justo a la parada siguiente me bajé. Ahora ya era cuestión de ir a la otra parada ... y de acordarse cuál era esta, claro está. Y no, no me acordé.
Tan no me acordé que empecé a andar buscándola y lo que hice fue alejarme porque la tenía a mis espaldas. Cuando llevaba un rato andando me monté en otro autobús que iba para la estación de autobuses (yo iba a la de trenes) aunque finalmente decidí tomar el camino seguro, coger ir a la parada que conocía y desde allí caminar hasta la estación de trenes. Eso hice y por unos segundos no cogí un tercer autobús que me dejaba directamente en la estación. Así que el resto del camino, unos 10 minutos los hice andando.
Entré en la estación, saqué el billete, miré para el monitor y ... tenía que esperar 50 minutos. Eran las 11 en punto y hasta las 11:50 no pasaría el siguiente. Luego me di cuenta de que lo había perdido por un minuto ya que el billete fue imprimido a las 10:59 y el tren supuestamente salió a las 11:00. Es decir que mientras miraba el panel probablemente se iba el tren.
A pesar de todo, no cundió el desaliento entre mis filas. Cogí y saqué la guía de Viena, que hasta entonces no había podido mirar. Y así, ojeándola pasó el tiempo. Bueno ojeándola, comprando un recuerdo en la tienda (¡¡¡qué caros eran todos!!!) y por último sacando el almuerzo mientras esperaba, comiendo en un banco en el andén a que viniera el trencito de marras.
Acabé la comida y me puse a ojear el libro que llevaba mientras que el tren venía o no venía. En un momento dado, la megafonía empezó a emitir alaridos anunciando cambios de andenes. Yo no me preocupé porque no escuché el nombre de "Viena" por ningún lado. Pero en estas que miré el reloj y vi que casi era la hora y todavía no había venido mi tren. Es más, justo en el andén que estaba a mis espaldas había un tren y en esa parte del andén había un letrero que ponía "Viena" precisamente. Era un tanto extraño porque esas indicaciones estaban antes justo en la parte en la que yo me encontraba y no en la otra.
Así que, algo preocupado, pregunté al señor que había fuera del tren, algún tipo de revisor, si era el tren para Viena. Me dijo que sí, me abrió la puerta pues estaban todas cerradas y subí. 20 segundos después el tren salía y yo me sentaba aliviado, muy aliviado.
Luego ese mismo hombre pasó pidiendo los tickets, le di el mío y ya está. El viaje de ida la verdad es que lo pasé fundamentalmente leyendo y de vez en cuando escuchando a un chico sudamericano al que primero escuché hablar con alguien en inglés, luego durante mucho tiempo en español y finalmente con otra persona en alemán. De hecho se tiró casi todo el viaje hablando con el móvil. No fue todo porque esperó a que el móvil cogiera alguna compañía austriaca.
Resultó ser un informático que había trabajado durante mucho tiempo en Viena y ahora estaba en Bratislava, junto a alguno que no sabía hacer la O con un canuto, o al menos algo así manifestaba. Llevaba además una maleta grande para recoger las últimas cosas que tenía en Viena pues aparentemente se estaba terminando de mudar.
Al final el tren llegó, me bajé, la estación muy bien y tras unas cuantas escaleras mecánicas ... el caso Gürtel que me explota en las narices. Allí había un cartelito del Wien Gürtel que supongo que es la circunvalación de Viena.
Salí y a unos 100 ó 200 metros a la derecha me encontré el Belvedere. Ya me habían comentado que estaba muy cerca pero no pensé que tanto. Entré en el jardín y empecé a hacer fotos a todo, se meneara o no. El lago estaba seco porque estaban haciendo obras pero la parte de los jardines era ciertamente muy bonita. Allí aproveché las características de mi siempre fiel Pentax para salir en algunas instantáneas.
Crucé todo el parque, incluyendo una paradita para hacer un par de fotos a un par de parejas y salí a lo que para mí era Viena, Viena. Muy cerca me encontré una pequeña iglesia con una estatua de Juan Pablo II. Y también bastante cerca una plaza con una gran estatua aparentemente dedicada a los rusos que cayeron en la segunda guerra mundial. En el centro de la plaza había una gran fuente que, de forma natural, nos obsequiaba con un enorme arco iris. Hice fotos a todo, el monumento, la plaza, la fuente y el arco iris. En un par de ellas también salí yo.
Y tras mirar el mapa, pensé que lo mejor sería acudir a la catedral para, una vez allí, coger los autobuses turísticos de forma que me pudiera hacer una idea de los mejores sitios de la ciudad y, en todo caso, volver al día siguiente.
Anduve un rato y llegué al parque de la ciudad, Stadt Park, parque por el que tenía que pasar para llegar a la catedral. El parque era también bastante bonito e incluía, en sitios estratégicos, monumentos a los principales músicos que alguna vez han estado vinculados a la ciudad.
Tras fotografiar el parque, seguí hasta la catedral a donde no tardé mucho en llegar. Allí, vi el autobús de turno, empecé a hablar con el vendedor de tickets quien debió reconocer mi acento o mi atuendo y rápidamente me dijo que si hablaba español. Él, al igual que la mayoría de sus compañeros, resultó ser ecuatoriano. El conductor del autobús, por el contrario, parecía ser italiano.
Me vendió el recorrido dos, que permitía hacer dos excursiones. Eso sí, me lo explicó fatal y tardé bastante en saber cómo iba todo. Por lo pronto no supe nada porque había llegado justo cuando el autobús se marchaba y debía esperar unos 15-20 minutos hasta que llegara el siguiente. Eso no era un problema porque todavía tenía que visitar la catedral y, en su interior, cambiar las pilas de la cámara que ya se habían agotado.
Entré dentro, no hice ninguna foto con flash tanto por respeto como por mantener vivas las pilas (sin mucho éxito) y unos minutos después, contento con las fotos que había hecho, salí de nuevo a ver si había llegado el autobús. Por cierto que la catedral era bonita pero probablemente más bonita por fuera que por dentro.
Me subí en el autobús y, una vez dentro, me tomé mi biodramina ... just in case. El autobús arrancó y 15 ó 20 minutos después paró en la Ópera. El vendedor ya me había dicho que allí tendría que esperar y yo ya estaba avisado pero el señor árabe mayor que iba con su esposa bastante más joven y su joven hija no estaba avisado y se sentía casi estafado.
Total que como debía esperar unos 30 minutos a que pasara el siguiente, me dispuse a recorrer toda la zona; zona que acabó resultándome muy bonita. Estaba la ópera, había un edificio que parecía una estación de trenes antigua pero que debía ser otra cosa, había una especie de mirador con una estatua ecuestre y había otro parque con una gran estatua de Beethoven si no recuerdo mal. Faltando unos cinco minutos para las cuatro, volví sobre otros pasos que no eran los míos temiendo que el autobús saliera sin mí ... otra vez.
No fue así, esta vez lo cogí y empecé el recorrido de la línea azul, que cruzaba los puentes un par de veces, iba hasta un parque/bosque y sitio de recreo, volvía y poco más. Bueno sí, las casas de colores creo que estaban también por el camino, aunque a la ida. De la vuelta me acuerdo de poco. De hecho el final de ese recorrido es posible que lo hiciera adormilado debido a la biodramina.
Me bajé ... como pude pues no sabía muy bien si el autobús iba a empezar con el segundo viaje o si era el mismo. Mientras dudaba, una gran cantidad de gente empezó a entrar, se acumularon en la puerta y me impedían salir. Conseguí zafarme y al preguntar en el autobús de al lado me dijeron que subiera, cogí un mapita de los que había a la entrada y ya entonces lo entendí todo. Había tres líneas de autobuses y con el ticket que yo había comprado tenía derecho a coger dos de ellas.
Así que nada, cogí la segunda que en realidad era la continuación de la primera que había cogido como una hora antes. Pasamos por el centro de la ciudad, vimos algunos sitios importantes a la par que bonitos y en cuestión de escasos minutos ya estábamos otra vez en la catedral. En la parada siguiente, habida cuenda de que iba a volver a la Ópera, me bajé.
Definitivamente los autobuses me sirvieron para saber que, andando, ya había visto probablemente lo mejor del centro. Volví para atrás, entré en una tienda (un supermercado Spar), compré algunas cosas típicas y de nuevo para la catedral. Pasé junto a ella por una calle que no había visto antes y al final desemboqué en la calle comercial o al menos la más comercial.
La paseé mientras empezaba a anochecer (así resultaba especialmente atrayente) incluyendo un convento franciscano que había por allí cerca y que me resultó especialmente extraño ver. Y ya viendo que la noche se me echaba encima, puse proa al Belvedere.
La verdad es que el Belvedere se me resistió porque al principio me pasé de frenada y volví al parque. Allí tuve que dar un par de vueltas hasta que ya, con la ayuda del plano que había pedido por la mañana en un hotel, conseguí centrarme. Seguí aquella calle y llegué a la plaza con la fuerte y posteriormente a la iglesia con la estatua de Juan Pablo II.
El Belvedere estaba a escasos metros. Entré por una puerta por la que no sabía si se podía entrar pues aparentemente era para visitar el interior o para asistir a alguna representación y yo la utilicé simplemente para pasar hacia dentro de los jardines. En realidad creo que sí que no había ningún problema, pero yo no estaba seguro.Y además de no estar seguro estaba preocupado por la posibilidad de perder el tren. Crucé a paso ligero el Belvedere y hacia la zona media vi una salida lateral. Dudé si cogerla pero pensé que mejor irme de Viena con el recuerdo del paseo por el Belvedere ... hice mal. Llegué al final del Belvedere y ese acceso ya estaba cerrado así que, de nuevo tuve que volver sobre mis pasos hasta salir por la puerta lateral. Hasta entonces calculaba que llegaría con entre 10 y 15 minutos de adelanto. Ya no lo tenía tan claro.
A pesar de todo, lo que quedaba de camino era corto y llegué a la estación en un momento, efectivamente con unos 10 minutos de antelación. Allí, me monté en el tren y cuando me disponía a leer escuché a unos españoles que preguntaban por la estación a la cual iba a parar el tren. Me acerqué y les comenté dónde era. Se alegraron, evidentemente, y luego me invitaron a ir el resto del viaje con ellos.
Resultaron ser dos mujeres, una de unos cuarenta y otra de unos 30, que trabajan en una aseguradora en Madrid y que estaban en Bratislava enseñando a las chicas que les van a quitar el trabajo a fecha uno de enero de 2010 y el novio de la joven que había ido a visitarlas a Bratislava.
Pasamos el viaje comentando cosas de la ciudad, sus problemas con el alojamiento y como al principio hasta tuvieron que compartir habitación porque a una le habían dado una habitación sin cama. Comentamos también las cosas curiosas del país y entre pitos y flautas el tren llegó a Bratislava. Allí, ellos se fueron para sus apartamentos y yo para el mío, que estaba completamente al otro lado de la ciudad.
Sobre las 9 o así llegaría yo al apartamento y ya fue cosa de ducharse cenar y lo normal de todos los días. Bueno, decidí también que no volvería al día siguiente a Viena sino que lo dedicaría a ver lo que me quedaba por ver de Bratislava.
Un saludo, Domingo.
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01/10 La Fiesta |
Pues al final sí que pasó algo el jueves, algo que he recordado hace poco. El jueves, yo estaba más que hecho a la idea de que iba a salir tarde, tal como llevaba haciendo esa semana. Sin embargo, sobre las cuatro de la tarde o así, empiezo a ver desfilar a mis compañeros con dirección a la puerta. Esto no es nada nuevo, de vez en cuando tienen reuniones a las que van todos y a las que, obviamente, yo no voy porque no pinto nada.
Pero curiosamente esta vez me preguntaron que si yo iba. Pregunté que qué tipo de reunión era y me dijeron que una que hacen con carácter trimestral para ver el estado de la cosa. Yo entendía que no debía ir porque al fin y al cabo soy de la misma empresa pero de otro país. Pero no, me dijeron que no había problema en que fuera. Total que salimos y, pasado aquel sitio donde me llevaron a comer halusky la primera semana, a unos 15-20 minutos de distancia andando, todo el mundo entró en un edificio. El edificio era cuando menos extraño, con murales llenos de gráficos en plan cómic. Algunos de los personajes de tan curioso retablo me eran conocidos, o al fueron reconocidos por mí. En particular estaba Marilyn Manson, Prince y alguno que otro más. Pregunté por la peculiar decoración y me comentaron que aquello era un pub que se llenaba hasta arriba los viernes por la noche.
Entramos y en lo que normalmente debe ser una pista de baile había dispuestas multitud de sillas. Nos sentamos de cara al sitio donde supongo que actuarán los grupos en directo y de espaldas al bar. Sobre nuestras cabezas pendían las típicas bolas "multiespeculares" y focos de colores ... convenientemente apagados. Allí estuvimos durante casi una hora, tiempo durante el cual los peces gordos de Bratislava explicaron lo que tenían que explicar dando en la sección final de ruegos y preguntas, toda una lección de arte y tronío que ni José Tomás en sus mejores tardes en la Monumental (que por cierto, parece que van a cerrar).
Entre los contertulios allí presentes, (contertulios oradores, claro está) destacó uno de los jefes a nivel mundial o cuasi mundial dueño de un acentazo francés tan grande que yo casi estaba por pedirle que hablara en francés ya que probablemente lo entendería mejor :-). Este mismo señor estuvo presente en la reunión del día siguiente haciendo preguntas que, si bien eran fáciles, la gente no tenía especialmente preparadas y les llevó su tiempo salir airosos del tema.
Pero bueno, volviendo al tema de la fiesta, la reunión acabó y tras ella se suponía que todo el mundo se trasladaría a un pub/restaurante llamado "Road 69" que no debía estar muy lejos. Un compañero se ofreció a llevarme y, como quiera que yo tenía todas las cosas en la oficina, tuve que volver a por ellas. Allí me encontré con otro compañero que no iba a la fiesta porque tenía partido de Badminton :-).
Bajé y me encontré a Vlado, que así se llama el compañero, esperándome en su Skoda Octavia o algo así. Un coche bastante grande aunque también con sus añitos. Lo de los coches de aquí no termina nunca de sorprenderme porque claro, los nombres que para nosotros son conocidos desde hace poco allí, aquí tienen historia y más historia a sus espaldas.
Me monté en el coche y pusimos rumbo a la calle donde debía estar aquello. Era más o menos cerca de donde estaba el Carrefour, pero bastante alejado de mi apartamento. Enfilamos la calle hablando y comentando las diferencias entre los jefes eslovacos y los españoles y mirando a ambos lados a ver si veíamos algo. Eso hicimos hasta que la calle (una calle bastante larga) se acabó y comenzaba ya la autovía. Así que dimos la vuelta y empezamos a buscar en la dirección opuesta. Incluso nos paramos en una gasolinera y yo le pregunté al dependiente si conocía el lugar.
No ha colado, ¿no?. Pues sí, era difícil, pero había que intentarlo :-). Evidentemente no fui yo el que preguntó. Pero hubiera dado igual porque el dependiente tampoco sabía donde estaba el sitio. Así que Vlado llamó a nuestro jefe y él ya le explicó. De hecho, unos 200 metros más adelante, yo mismo vi el cartel indicatorio o indicativo hacia la derecha. Entramos y aparcamos en una amplia explanada que había a tal efecto.
Con paso decidido y algo de frío, entramos en el sitio mirando a diestra y siniestra a ver dónde estaban el resto de compañeros que habían ido en autobús porque decían que querían llegar antes ... no fuera a ser que se acabara la comida, supongo. Tomamos asiento y procedimos a llenar nuestros platos. Yo en la primera andanada probé el pollo, las verduras a la plancha y creo que algo de jamón york con ensalada o algo así. En la segunda andanada cayeron el salmón con salsa de mostaza o tártara (no recuerdo) y no sé qué más. Tras ello, el postre a base de manzana y diferentes tipos de queso :-).
Una vez bien cenados, llegó el turno de la música en vivo. Esta vez fue un grupo local con mucha fama y predicamento entre la juventud bratislaveña. En particular había más de uno y más de dos descoyuntados bailando al ritmo que tocaba la banda. Esto fue curioso porque el cantante me recordó a mi antiguo compañero de instituto Pablo, que también cantaba, aunque él era cantautor. Pero lo más curioso no fue eso, fue que antes de actuar lo vi con una camiseta un tanto extraña con un lema en inglés como de pertenecer a una banda de música y pensé que vaya personajes había por allí y las camisetas que me llevaban como si fueran músicos. Y al final resultó ser el cantante, tócate los ... teclados.
El espectáculo me gustó algo más que el de la otra fiesta al que me invitaron aunque como me dijo Vlado al día siguiente, el de la primera fiesta era mejor porque la cantante era una señorita de buen ver por mucho que no se supiera en qué idioma cantaba y que incluso alguna canción la acabara con un "Spasiva" con lo cual ya sí que no quedaba claro si estaban cantando en eslovaco o en ruso. Eso para ellos, para mí por supuesto era absolutamente indistinguible, a la par que indiferente e incluso inverosímil si se hubiera dado el caso.
Aunque antes debería haber dicho las tres o cuatro canciones que escuché, más que el espectáculo, porque no llegué a quedarme para verlo entero. Mi chófer personal debía irse y yo aproveché para irme con él. Le pedí que me dejara en algún sitio donde no tuviera que desviarse mucho y me dejó en el Lidl para acabar yendo hasta mi apartamento porque no podía dar la vuelta antes. En cualquier caso, no me importó porque tenía que comprar para el fin de semana y ya pensaba que no iba a poder hacerlo.
Y ya está, el viernes sí que estuve trabajando hasta tarde y el sábado iría a Viena.
Un saludo, Domingo.
miércoles, 7 de octubre de 2009
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29/09 Air France |
Esa semana fue más cortita o mucho más larga de lo común, según se mire. Hacía más de un mes que tenía los billetes. De hecho hacía más de un mes que tenía todos los billetes, no solo los de esa semana, pero el motivo era precisamente esa semana. No tenía ni idea de por qué pero con más de un mes de antelación sabía que no era posible viajar el lunes y volver el viernes tal como suelo.
En su momento no supe por qué era. Imaginaba que habría algún tipo de convención en París que había pillado también las conexiones a través de Viena. Luego pensé que más bien sería al revés, alguna convención en Viena ya que lo de París explicaría quizás lo del viernes en todo caso, pero no lo del lunes. Llegado el momento, mi teoría cambió y pensé que lo mismo era todo por la elección de la sede de los JJOO para 2016 que se realizó en Copenhague. Pensé que lo mismo habían asistido una gran cantidad no solo de mandatarios sino también de políticos, politicuelos, politicuchos y demás especies.
Pero tampoco, a la semana siguiente me enteraría ya de cuál fue la razón. Y la razón no es otra más que la fe, que mueve montañas. Y en este caso la fe cristiana porque el Papa había estado en Praga durante esa semana. Naturalmente muchos eligieron Viena como etapa intermedia.
Pero bueno, el caso es que mi jefe no quiso pagar por un billete de avión lo que normalmente costaban dos y no me quedó más remedio que pasar el fin de semana en Bratislava, retocando también un poco las fechas de ida y de vuelta. Esa fue la razón por la que esta vez volaba un martes.
El martes en cuestión, me levanté, cogí el vuelo hacia París aunque no sin haber desayunado antes en Málaga, en la ya famosa sala. Allí por cierto me enteré de por qué me daban invitaciones en vez de pasar directamente con el billete y era por lo de ser un vuelo de Air France aunque operado por Air Europa. De hecho, esta vez no me dieron invitación, me dijeron que pasara simplemente a la sala. Llegué allí y la muchacha al no ver la invitación y ver la "tarjeta" que llevaba que no era más que la que se puede imprimir de internet y parece más bien una fotocopia que otra cosa, llamó de nuevo. Tardaron algo pero al final le dijeron que me dejara pasar y eso hizo. Yo vagabundeé un poco por la sala y encontré leche caliente y fruta seca con los que me fabriqué un tazón de cereales ... o algo así que me gustó mucho y que me propuse repetir cuando tuviera ocasión.
Tras eso, estuve prácticamente solo un rato más y finalmente procedí a embarcar. El viaje fue como siempre y al llegar a París me fui ipso facto para la sala VIP pues sabía que tendría que esperar más tiempo del acostumbrado. Otro de los efectos del cambio de fechas era que esta vez no cogía el vuelo que normalmente cogía sino uno más tardío. Estuve en la sala y allí desayuné nada más llegar, fui testigo de cómo cambiaban la "configuración" de desayuno a comida y entonces probé los sandwiches (también cogí una barrita de cereales) y finalmente, llegada la hora, fui al segundo embarque del día.
Allí me encontré con cierta sorpresa que el avión era de Air France y no de Austrian Airlines como había sido hasta aquel momento. Claro, el cambio de hora no solo era un cambio de hora, era también un cambio de compañía. Entré y me recibió la sobrecargo que me preguntó si hablaba francés y de dónde era. Me pareció que cumplía casi con excesivo rigor sus labores de seguridad pero luego me di cuenta de que probablemente es su costumbre. Es posiblemente la sobrecargo más "extraña" que jamás haya visto y proporcionaba realmente una atención casi personalizada. Debería tener unos 40 y tantos o 50 años y hablaba como mínimo inglés, italiano y francés pero no hablaba alemán. De hecho, nadie en el avión hablaba alemán ya que dijeron por megafonía varias veces que la tripulación hablaba francés, inglés, italiano y español (creo que esos cuatro idiomas).
No sé si se mostraban tan amables porque en ese vuelo debería haber alguien que hablara alemán y no lo había pero el caso es que efectivamente siempre fueron muy amables. Luego se pasó varias veces por el avión preguntando a todo el mundo como estaba y a mí me volvió a preguntar si era el español.
Por último, por si tuviera hambre, también nos sirvieron algo para comer, unos pinchitos con verduras, creo. Desde luego nada que ver ni con los sandwiches de Austrian Airlines ni, menos todavía con Air Europa que no da ni la hora. El resto del viaje bien, leyendo hasta casi acabar "El nombre de la rosa" y una vez en Viena, me esperaba el taxi para Bratislava a donde llegué un par de horas después de lo acostumbrado.
El resto de la tarde pues trabajando lo que pude, salir tarde como casi siempre y poco más. Al día siguiente más o menos igual. Eso sí, con la sensación de ser martes cuando en realidad era miércoles, pero más o menos igual. De hecho pasaba el tiempo y yo no preparaba nada para el fin de semana, aparte de saber que quería ir a visitar Viena.
Y lo mismo aplica para el jueves y el viernes. Ambos días estuve trabajando hasta tarde y, como mucho, me acercaría a comprar al Lidl. De hecho al Lidl sí recuerdo que fui porque compré jamón ahumado para hacerme unos bocadillos el fin de semana, compré también fruta, zumos, agua etc. Eso posiblemente sería el mismo jueves o incluso el viernes.
El viernes se dio la circunstancia especial de que mis compañeros por primera vez me vieron quedarme (la otra vez me pedí el viernes) y alguno a las 6 ó 7 de la tarde me preguntaba con una sonrisa en los labios que si ese día me quedaba ... cuando obviamente estaba claro que sí. Pero bueno, el humor no ha hecho nunca daño a nadie :-).
Y pasaremos ya al capítulo Viena con todas sus "cosas a última hora".
Un saludo, Domingo.
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25/09 Sala VIP París |
Miércoles y Jueves pasaron volados y viernes como siempre. El trabajo, el taxi y a casa. Dejé en el trabajo la mochila del portátil y pertrechado con la que le había comprado a mi hermano llegué al aeropuerto de Viena.
Había sacado previamente la tarjeta de embarque por internet, aprovechando las nuevas tecnologías y, lo reconozco, en un intento vano de sacar también la de Air Europa. En el aeropuerto intenté de nuevo sacarla pero también sin éxito. Además pude comprobar que mi intento para viajar con algo más de espacio tampoco había surtido efecto.
Sabiendo ya lo que había, me volví a dirigir a Air France en Viena para que me dieran el billete de Air Europa pero me dijeron que no, que naranjas de la China. Por lo visto antes tenían un acuerdo que ha finalizado y Air France ya no puede facturar así "en remoto". Al responder que hasta hacía un par de semanas se podía, me confirmaron que, efectivamente, así era, pero que esta nueva medida era muy reciente. De hecho me aconsejaron enviar una carta a Aire Europa quejándose. No lo hice, la verdad.
Tras la confirmación de los billetes, fui por segunda vez a la sala VIP donde probé de nuevo los alimentos que por allí había mientras comprobaba que se podía navegar perfectamente en los ordenadores que a tal efecto tenían dispuestos. No recuerdo si llegué a mover en la partida de ajedrez pero sí que recuerdo que la vi desde allí al igual que el correo. Tras ello, me fui para la puerta de embarque y, a diferencia de la vez anterior, esta vez la cola fue más llevadera.
Austrian me llevó, como siempre, sano y salvo a París y allí en París saqué el billete y armado con él entré en la tan traída y llevada Sala VIP. Allí, medio refugiado de molestas miradas estaba mi ex-compañero al que me uní. Aproveché los pocos minutos restantes para tomarme un zumo y un "algo", incluyendo unas galletitas que no estaban mal. Esa tarde me hinché de comer, lo reconozco. Eso sí, al menos eso me permitió no tener que cenar a las 12 de la noche.
Llegada la hora salimos de la sala y descubrí un pasadizo mágico por el que pueden ir los VIP, sin necesidad de esperar cola. Además está muy bien porque está justo en frente de la sala (¡qué casualidad!, ¿verdad?). Y así, mientras que él iba la servicio yo esperaba en la cola leyendo y descontando los minutos que faltaban para llegar.
El avión llegó como siempre, yo también y a empezar el fin de semana de tres días que debía ser el prólogo del fin de semana que iba a pasar en Viena.
Un saludo, Domingo.
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21/09 Primera Casi |
Sí, Primera Casi en vez de Primera Clase :-). En realidad fui en Primera Clase pero casi que se lo podían haber dado a otro que lo disfrutara más que yo. Pero bueno, no adelantemos acontecimientos.
Llegué como siempre al aeropuerto y, por tercera semana, me dirigí a la cola VIP para luego, por segunda semana, ir a desayunar a la sala VIP. Llegué a la cola y observé con sorpresa que su longitud era prácticamente la mitad de la de la otra cola, la de clase turista. Entonces pensé por un lado que, a veces, esa cola tampoco servía para mucho mientras pensaba en que era afortunado por tener que esperar la mitad de cola, sensación que probablemente contrastaría con la sensación de infortunio que más de uno sentirá cuando vaya a su cola VIP y se encuentre con que, a pesar de todo, sigue teniendo que hacer cola.
Eventualmente la cola pasó, saqué mi billete y para la cafetería. Allí me encontré a mi antiguo compañero y estuvimos charlando los cinco o diez minutos que transcurrirían entre que yo llegué y que, desayunado, nos dirigimos hacia la puerta de embarque. En ese lapso de tiempo, además del desayuno, también fuimos testigos de cómo un par de franceses se pimplaban su cervecita y sus aceitunitas a la nada despreciable hora de las seis y media de la mañana.
Camino a la puerta de embarque, se pararon para saludarlo y ahí me enteré de que será papá en unos meses. ¡¡¡Menudo trajín le espera!!!. Luego, hablando con él también me enteré de algo que ya había escuchado en la cola de facturación y es que había overbooking. Lo que no sabía yo es que ese overbooking podía acabar en un "upgrade" a Primera Clase para los que tuvieran la tarjeta Oro o Platino, que era nuestro caso, que fue precisamente lo que pasó. A él se lo dijeron directamente y conmigo se hicieron rogar. Cuando ya marchaba para el pasillo, camino del finger, me llamaron para decirme que yo también iba en primera.
Y no es que aquí se pare la historia, pero casi. Entré en el avión, leí unos minutos hasta que fue a despegar y me quedé dormido. Era algo que ya sabía y lo lamentaba sobre todo por el bocadillo de jamón que me hubiera tomado o incluso guardado para el vuelo de Austrian. Pero nada, me desperté ya llegando a París. Mi compañero de aventuras me preguntó si al final había desayunado en el avión, le dije que no y poco más. Tras eso le pregunté por la sala VIP de Air France, cuya ubicación desconocía, a pesar de haberla buscado la semana anterior, aunque sin mucha convicción. Me dijo donde era y entonces entendí por qué no la había encontrado, se encontraba antes de pasar los Rayos X y no después como en Málaga. En Viena realmente era también antes pero bueno, en ese momento no se me ocurrió que pudiera ser así. Ya no me daba tiempo de verla porque comenzaban a embarcar pero me prometí que el viernes la vería y así podría saber si estaba tan bien como este chico decía.
Luego el avión para Viena, y ya a partir de ahí lo normal ... lo normal de cuando llevas maleta. Me la habían perdido, tuve que reclamar, ayudé también a una pareja de recién casados gaditanos con el mismo problema y escuché con resignación a los trabajadores de Air France que venían a dar a entender que la culpa era mía por coger dos vuelos tan seguidos.
Y poco más, mucho trabajo, muchas prisas que les han entrado ahora y poco más. Eso sí, el martes llamé preguntando por la maleta pues estuve todo el día de reuniones y, si me habían llamdo, no me había podido enterar. Me dijeron que estaba allí pero que aparentemente no me habían llamado y aunque me ofrecieron un servicio de taxi para llevar la maleta, ya era mucho jaleo y preferí que la entregaran normalmente al día siguiente. Mientras, aproveché la tarde para ir a comprar las cosas que necesitaba en el Centro Comercial Aupark. Ya el resto casi que mejor en el vuelo de vuelta.
Un saludo, Domingo.
domingo, 4 de octubre de 2009
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18/09 Sala VIP Viena |
La vuelta de aquella semana tuvo dos elementos destacados. Y digo la vuelta porque lo que es del jueves y el viernes en el trabajo no recuerdo nada especial. Supongo que tendríamos la reunión de los viernes y poco más. Así que, yendo al grano, llegué al aeropuerto de Viena, saqué la tarjeta de embarque para París y, de nuevo, no me pudieron dar el París-Málaga porque decían que la máquina no lo permitía. A continuación me dirigí en busca y captura de la sala VIP de Viena, para ver qué tal. Llegué a una pero resulta que no, que era la de Austrian Airlines y, aunque yo volara con Austrian, tenía que ir a la de Air France.
Volví sobre mis pasos y unos metros detrás de por donde suelo entrar normalmente, allí estaba la sala. Llegué, tuve que enseñar mi billete y la "tarjeta" que todavía no me ha llegado. Así que nada, enseñé mi fotocopia sacada por internet y poco más. La sala era mucho más grande que la de Málaga (también lo es el aeropuerto, claro está). Tiene incluso una zona "panorámica" desde la que, imagino, se ven aterrizar y despegar los aviones. En lo que a la comida respecta, suelen tener rebanadas del pan integral típico de aquí y unos mejunjes en plan paté para untar. También hay fruta, zumos, cosas para picotear e incluso, tal como vería a la semana siguiente, ordenadores donde te puedes conectar a hacer lo que sea. Eso en Málaga falta o al menos yo no lo he visto.
Yo comí, (ya se sabe, si es gratis dame dos) y luego también comería en el avión y es que últimamente la gula me puede. Cogí una manzana para el camino pues tenía la idea de al menos no necesitar cenar cuando llegara a casa a las 12 de la noche. Metí la manzana en la maleta pequeña que llevaba y para el avión. Mejor dicho para la cola pues la cola aquel día era una cola apañada. Se ve que tenían las alertas al máximo porque lo revisaban todo y los detectores de metales también pitaban por todo.
Tras eso, el avión a París, allí saqué la tarjeta de embarque para Málaga y creo que ya está ... hasta el lunes siguiente.
Un saludo, Domingo.
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14/09 Sala VIP Málaga |
El día comenzó como comienzan todos los lunes. En particular comenzó como comienzan útltimamente los lunes, levantándome un par de horas antes de lo normal para luego recuperarlas en el avión. Ese día, además, sabía que llegaría y no habría casi nadie en la oficina pues al día siguiente era fiesta. De hecho el esquema era bastante similar, por no decir calcado, al de dos semanas antes. Bueno, calcado no porque, si no recuerdo mal, dos semanas antes no desayunaba en el aeropuerto. Esta vez tenía la resolución de desayunar antes de volar y, como no me urgía buscar un cajero, me dispuse a buscar una sala VIP que hubiera por allí. Como la semana anterior, antes de subir a los cielos, a los infiernos (la zona de compras del aeropuerto) subí, esperando encontrar allí la dichosa sala que no había visto por ningún lado. Y como la semana anterior no la encontré. Entonces fue cuando le pregunté a un amable caballero encargado de la seguridad que me indicó donde estaba ... justo al lado de la entrada :-S.
Así que, aunque tampoco quedaba demasiado tiempo para que empezara el embarque, procedí a comenzar a empezar a iniciar el movimiento que me llevaría hasta tan ansiado lugar donde se encuentra el maná caído del cielo de aquellos que pasan mucho tiempo en los cielos. Llegué a la sala y cuál no sería mi sorpresa al encontrarme la puerta cerrada y con un cartel avisando de que abrían prácticamente cuando yo tenía que irme. Así que, casi derrotado, me senté en los cómodos asientos que había fuera y me puse a leer. En ese momento, entró una pareja y se me encendió la bombillita de Sebastián que a mí todavía no me ha llegado: ¡¡Estaba abierto!!. Así que recogí el petate, es decir, cerré el libro y me dirigí al mostrador que la cerrada puerta ocultaba. Allí le di a la amable señorita el cupón (luego me enteré de que me daban un cupón por no ser viajero preferencial de Air Europa sino de Air France y no tener estas compañías su base de datos de clientes compartida. Bueno, eso último no me lo dijeron, eso lo deduje yo.
Una vez dentro, me encontré con un antiguo compañero de trabajo con el que había coincidido ya alguna vez y que yo sabía que volaba todos los lunes a París y volvía los viernes, en el mismo vuelo que yo. Ahora mismo no recuerdo si lo había visto la semana anterior o no porque hacía poco que había vuelto de sus vacaciones. El caso es que ya sabía con certeza lo que me imaginaba, que él esperaba en la sala VIP e iba justo para ponerse en la cola. Pues eso, entré, lo saludé, le pregunté si podía ponerme en su mesa y, tras contestarme que sí, procedí a comenzar a empezar a iniciar un rápido reconocimiento de la sala que acabó con la conclusión de que los vasos que parecían de decoración no lo eran (un señor cogió uno en mis narices y además no había más vasos por ningún lado). Además, había croissants con mantequilla y mermelada (aunque la mezcla la tenías que hacer tú) y zumos. Así que, ni corto ni perezoso, agarré mi zumito, mi croissant, mantequilla y mermelada y desayuné.
Tras acabar el desayuno, leí durante unos 5 minutillos que fue más o menos lo que el otro chico tardó en toquetear el Vista de su portátil y preguntarme si tirábamos ya para la puerta de embarque. Llegamos allí, entramos, cada uno se fue para su sitio (él el que quiere pues siempre pide el mismo y yo el que me toque) y dirección a París. Por cierto, hay que reconocer que desde que duermo durante todo el vuelo Málaga-París, el avión va mucho más rápido. Vamos se me pasa el vuelo en un santiamén :-). Y nada, una vez en París ya nos despedimos, él en dirección al edificio del aeropuerto en el que trabaja y yo en dirección a la puerta de embarque para coger el vuelo a Viena.
Del vuelo a Viena no recuerdo mucho así que supongo que sería normalito. Después el consabido taxi a Bratislava y trabajar prácticamente solo hasta las 7 o las 8 que me darían allí.
Al día siguiente, fiesta local en Bratislava, se repitió prácticamente lo mismo que pasó dos semanas antes, con la diferencia de que aquella vez me llevé para comer parte de la ensalada que había comprado en el Lidl el día anterior y unos deliciosos sandwiches de jamón y queso que fueron prácticamente engullidos con delectación. El jamón creo que debía ser un tipo de jamón ahumado que, definitivamente, estaba muy bueno. Quizás era el hambre, no lo sé.
Pero antes del almuerzo tuvo lugar la entrada, firmar en el libro de visitas, enseñar el DNI etc. Luego en el trabajo pues nada, todo normal para, a pesar de todo, acabar saliendo bastante tarde. Salí, volví a firmar en el libro de visitas y para el apartamento. Una vez allí pues lo de siempre ... como siempre.
El miércoles además iría al Carrefour donde no recuerdo exactamente qué pude comprar, pero sí me suena que fui al Carrefour aunque esta vez no podría asegurarlo. De hecho estoy por decir que no y que me estoy confundiendo con lo que pasó dos semanas antes. En cualquier caso, da igual, tampoco es que sea demasiado relevante. Bueno, a decir verdad la mayoría de las cosas que cuento, si no todas, no son relevantes :-D. Bueno, la mayoría pero no evidentemente todo. Hay cosas como la que se me había olvidado contar que son de gran trascendencia: ¡¡¡En el Lidl de Bratislava ya no venden noodles instantáneos!!! :'(.
Así que nada, lo siguiente ya entra dentro de la vuelta de esa semana, que pasaremos a contar a continuación.
Un saludo, Domingo.
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Fotos con el móvil |
Hoy aprovecho para subir alguna de las fotos que tenía pendientes y que, de hecho, todavía no había sacado del móvil. El orden la verdad es que no es el bueno. De hecho no sigue ningún orden en concreto pero es tal y como se han subido y no tengo ganas de andar retocando :-). Así que nada, primero las vemos y luego las comentamos rápidamente, que todavía tengo muchas cosas pendientes.
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- Pedazo de socavón que apareció de la noche a la mañana y que señalizaron de esa forma tan curiosa. Eso fue un jueves/viernes y creo que al lunes siguiente ya estaba arreglado. ¿Cómo?. Pues asfaltando un parche rectangular que se une al resto de parches que suelen componer un asfaltado o una acera.
- Puesta de sol desde el trabajo. Tampoco tiene nada de especial. Quizás que a esa misma hora en Málaga todavía es completamente de día pero bueno, es lo que tiene compartir huso horario y estar a unos 2500 kilómetros en dos aviones y taxi.
- Este es un cartel pequeñito pero hay otros mucho más grandes invitando a los inmigrantes ilegales a regresar a sus casas con todos los gatos pagados. Eso sí, supongo que solo si prometen no volver.
- No sé si sería cosa de algún sorteo cuando salieron las películas o si bien es simplemente un fan de TLOTR pero ahí estaba el microcar en el aparcamiento del Lidl.