miércoles, 9 de septiembre de 2009

21/08 Más taxistas

El viernes de esa semana fue un tanto especial en cuanto a que me dejaba a gente en el apartamento pero creo que de lo más normal en cuanto a los viajes de no ser porque conocí a un nuevo espécimen de taxista, malagueño otra vez. La verdad es que no recuerdo nada destacable del viernes salvo que, sobre las 15:00 llamé al apartamento para despedirme. Ya, luego, lo normal, sobre las 15:30 saldría (como siempre) camino Viena y una vez allí lo de siempre.

En Viena sí recuerdo que me tocó una (la tercera) pelota de playa en los cacharros que te daban para rascar y con los que podías ganar diferentes premios. Ya en el avión, acabaría (por fin) la Eneida y empezaría el siguiente que no sé si era el de "Autour de la Lune" de Jules Verne.

Perdón, sí que pasó algo que recordar en el aeropuerto. Yo llevaba la maleta con los regalos, los juguetes para los niños etc. Al entrar en la puerta de embarque había una asiático-austriaca con muy mala uva diciendo a la gente que pesara la maleta y si pesaba más de 8 kilos tenía que facturarla. La mía pesaba 10 porque, entre otras cosas, la maleta vacía ya pesará 4-5 kilos y a pesar de que la mayoría de las cosas no pesaban mucho, sí que se pasaba de los 8 kilos que Austrian Airlines marca como límite.

Yo, como buena persona, intenté ejercitar mi derecho al pataleo. Aduje que iba a hacer escala y que eso significaba que perderían la maleta y tal. Me dijeron que no colaba. Dije también que para una persona con tarjeta oro (yo me había enterado el día antes al mirar el saldo de millas) el límite era 12, 8 de equipaje y 4 de portátil. Yo no llevaba portátil por lo que … tampoco coló. Y nada, por más que lo intenté no hubo forma así que me tuve que contentar con sacar las cosas más frágiles y llevármelas yo. Finalmente me despedí dándole la maleta a la azafata con la que había estado discutiendo todo el rato (que no era la asiática) y diciéndole que, con suerte, recibiría la maleta al día siguiente. Ella me dijo que no fuera pesimista, que con suerte estaría en el aeropuerto al llegar yo. Al final, por supuesto, yo acerté, no hubo suerte y la maleta llegó el domingo.

Pero bueno, volviendo al tema, una vez llegado a Málaga tras pasar por París, llegó el momento de echar a la lotería del taxi … y esta vez me tocó. Llevaba yo la bolsa con, precisamente, las cosas frágiles y al meterla el tío en el maletero lo hizo de mala manera. Le dije que tuviera cuidado pero no pareció prestar mucha atención.

A continuación, una vez ya dentro, le dije el destino y él empezó a golpear furiosamente los números del taxímetro hasta que consiguió ponerlo en la cantidad que él deseaba. Tras eso, dio un acelerón y se perdió en las penumbras de la noche … solo que yo iba con él. El tío corría … excesivamente. Le daban igual los badenes y yo sufría por mí y por los regalos que escuchaba rebotar en el maletero. Solo cuando ya estaba llegando al destino pareció calmarse y yo me tiré todo ese camino dudando entre si le pedía educadamente que fuera más despacito o que si tenía algún problema no lo pagara conmigo (no en vano después de 2 aviones y 2500 kms. Quedaba un tanto feo si me la pegaba en Málaga con un taxista loco). Como digo, al final parece que ya se moderó y yo llegué sano y salvo. Menos mal que los próximos taxistas ya sí serían más normales. A ver si sigue así la cosa.

Un saludo, Domingo.

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