lunes, 31 de agosto de 2009

16/08 Budapest

El domingo nos levantamos somnolientos pero dispuestos a afrontar la segunda parte de ese largo (o al menos más largo de lo normal) fin de semana. Esta parte nos debía llevar a Budapest, a unos 180 kilómetros de Bratislava, unas dos horas y media en tren … en teoría. A Budapest se puede ir también en un crucerito por el Danubio a un módico precio de 100 euros por barba así que decidimos que mejor confiábamos en las fantásticas redes ferroviarias de la zona.

Cogimos nuestro autobús, nos bajamos en la parada indicada (esta vez sí pues ya había aprendido a no fiarme ni de internet ni de los planos que hay por dentro de los autobuses) y llegamos a la estación de trenes. Yo ardía en deseos de volver a ver a mi amiga la de los billetes para Praga pero no sé si es que le habían dado el día libre o la pillamos desayunando o simplemente se quitó del medio en cuanto nos vio. El caso es que aquello estaba petado y en los mostradores había menos gente de lo normal (supongo que por ser domingo). Tras unos minutillos de espera sacamos los billetes y aguardamos que saliera la información de nuestro tren.

Una vez salió, fuimos al andén correspondiente y al minutillo o así de estar allí, llegó el tren y nosotros entramos raudos y veloces. La verdad es que aquello fue una experiencia casi inolvidable (mucho menos que la vuelta pero casi inolvidable). Por lo pronto yo vi llegar el tren y me imaginé que había retrocedido atrás en el tiempo, a los años 40-50 para ser más exactos. De hecho, si había algo raro en la imagen del tren viniendo hacia nosotros de esa forma era el color, en primer lugar, pues le hubiera pegado mucho más ser una imagen en blanco y negro y la ausencia de locomotora de carbón en segundo.

Aunque sobre todo, lo que más me recordaba a esa típica estampa, era el hecho de que los vagones tuvieran unos ventanales que se subían y bajaban y por el cual la gente asomaba la cabeza al llegar a la estación. El cuello erguido, la mirada atenta, todas las personas del anden sometidas a su escrutinio en pos de la persona o personas amadas … vamos toda una estampa.

Nos subimos en el tren y a los pocos segundos pudimos comprobar cómo este tren era diferente al de Praga. Efectivamente estaba dividido en compartimentos a la antigua usanza, con amplios ventanales que se podían subir y hacía un calor que te morías o se podían bajar y entonces entraban un montón de "abuelitos". En los años de máquinas de vapor imagino que también entraría hollín (se supone que en vagones parecidos, no en esos mismos). La verdad es que no es de extrañar porque los autobuses o tranvías de Bratislava, al menos muchos de ellos, también recuerdan a modelos de hace bastantes años.

Entramos en un compartimento que estaba aparentemente vacío y nos situamos allí. Ya en el tren de Praga habíamos visto que es muy frecuente reservar el tren de forma que ponen tu nombre en el vagón y nadie te lo puede quitar. Nosotros entramos en uno en el que no había nombres. Al poco rato se nos unió un chico de rasgos asiáticos que no dio un ruido en todo el camino pero sí que nos distrajo con el "camarón" de la isla que llevaba. Iba además perfectamente pertrechado con su portátil y supongo que un GPS con el que buscaba el mapa que fuera, le hacía una foto con el camarón y supongo que ya allí le haría zoom cuando creyera oportuno. También estuvo bastante rato haciendo fotos por el pasillo ya que ese lado daba al río y por último también se auto sacó varias fotos. Al preguntarle yo si quería que le sacara una foto me contestó en un educado inglés que no hacía falta mientras que pensaba que ni loco iba a dejarle el camarón a un manazas como yo.

Las dos horas y media del viaje no se hicieron demasiado largas. Además al final llegó un relaciones públicas de un hostal de Budapest ofreciéndose a dar información turística y de paso información sobre su hostal. Se ve que eso es más que común tanto en Praga como en Budapest. Es decir, tú te vas a la ciudad a la aventura y una vez allí ya buscas lo que sea.

Pregunté al chico que qué nos aconsejaba para ver y nos dijo que un parque y la ciudadela. Llegamos a la estación y al bajarnos vimos cualquier cosa menos una estación de trenes de España. Me imagino que así serían también las estaciones hace unos años, pero al menos no ahora. Las típicas tiendas de una estación no eran tiendas sino stands o puestecillos aunque vender vendían de todo, había puestos de libros, de chucherías, agua, cerveza ("ya can buy cheap beer here" o algo así), había máquinas tragaperras y no recuerdo más pero sí que recuerdo que en la planta -1, donde estaban los servicios, las tragaperras, las cervezas etc se condensaban prácticamente todos los vicios :-). También había unas salas de espera un tanto, por ser clemente, desangeladas y donde no se sabía muy bien qué podías esperar allí.

Y llegó la primera odisea, mucho peor que la de Odiseo/Ulises, ¡¡dónde va a parar!!. Salimos de la estación (eso fue fácil) criticamos un poco que los alrededores de la estación fueran tan cutres (esto también fue fácil) y mientras temíamos que toda la ciudad fuera así, pusimos proa a un supuesto mercadillo que además estaba al lado del parque que nos habían aconsejado. Por si fuera poco, había una línea de metro directa desde el parque al centro de la ciudad donde teníamos el hotel. Así que todo se presentaba bien. Y todo se presentaba bien hasta que una buena señora que por motivos que no vienen al caso hablaba español, nos dijo que el mercadillo estaba en la otra dirección … y no se equivocaba. En ese momento llega por un lado una pequeña caminata para llegar al mercadillo, una gran decepción al ver ese mercadillo de segunda mano lleno de cosas viejas o antiguallas, que no antigüedades. Además había que encontrar algún sitio para comer y del grupo yo era el único que se había dado cuenta de que la señora había indicado la dirección opuesta pero simplemente pensé que todo el mundo quería ir allí.

Así que tocaba tirar de épica y hartarnos de andar hasta volvernos a meter en situación o buscar algún medio de locomoción que lo hiciera por nosotros. Por fortuna, estábamos al lado del estadio del equipo que juegue en Budapest, que no sé cuál es. Allí, en una pizzería que supongo será frecuentada por los aficionados de toda Europa que pasen por allí nos tomamos unas pizzas … y alguna que otra un baño de Nestea que como es bien sabido, es muy bueno para la piel. La camarera se disculpó con una intensidad aceptable aunque no excesiva y trajo las nuevas bebidas y las pizzas. La mía fue de queso de cabra o de oveja, no recuerdo y la verdad es que estaba muy buena además de ser muy grande. Eso sí, tuve pizza para por lo menos diez horas porque esa noche apenas cené.

Tras la pizza y algo de mareo en busca del metro, pregunté a un par de aldeanos que por allí pasaban (uno de ellos subido en su camión de la limpieza) y me señalaron los "bajos" del estadio. Allí nos dirigimos y, efectivamente, encontramos la parada. Mientras se sacaban o no los tickets, un hombre salía murmurando algo ininteligible. En esto que me preguntan: ¿qué habrá dicho?. Y yo respondí algo así como que seguro que había dicho que en todos lados igual que la gente es una incompetente o algo así. A continuación volvieron de la taquilla la mujer y el hijo del señor y empezaron a comentar con él en un español más madrileño que yo mismo (que por otro lado no soy madrileño). La señora también nos dijo que el dinero de allí no servía para nada, que te daban monedas de valor ínfimo y tal. Era cierto, un euro eran aproximadamente 250 florines o forintos o lo que sea húngaros.

Entramos en el metro y allí me encontré probablemente con uno de los mejores metros que haya visto yo nunca y el mejor en relación edad/conservación. Ciertamente las nuevas líneas de Londres eran futuristas con una pared de metracrilato en el borde de la vía y un hueco que se abría cuando llegaba y paraba el metro. Este no, este tenía unos vagones que deberían estar casi en un museo. Más antiguos, diría yo, que los vagones de tren en los que habíamos venido. Eso sí, casi podías comer en el suelo porque estaba todo reluciente … escamondaíto que dirían algunos.

El tren llegó a su parada y una vez fuera, me tocó coger de nuevo el mapa para orientarnos y conseguir llegar al hotel. Es lo que tiene uno, un instinto natural y un poderío de orientación que ni el Bear Grylls :-). Así que tras callejear un poco, llegamos al hotel. Nada más llegar tuve la sensación de que se trataba de un hotelito, casi un hostal a causa de su ajustada recepción y reducida zona de desayuno. Luego subiría a la habitación y vería que en absoluto. La verdad es que no recuerdo haber estado en habitaciones mejores ya que, de hecho, esta era prácticamente un apartamento.

Tras el refresco oportuno, bajamos para encontrarnos con que el último autobús turístico había pasado y habría que esperar al día siguiente. Casi al final del día encontramos otro puesto en el que nos ofrecían, prácticamente por el mismo precio, el viaje en autobús y un paseíto por el Danubio. Decidimos que el día siguiente lo pasaríamos en esas dos cosas. Así que dedicamos el resto de la tarde noche a hacer turismo por la zona central/comercial de Budapest. El centro es bonito y principalmente gira en torno a una calle principal partida casi en dos, una dedicada más a comercios y otra dedicada más a restaurantes.

En la que estaba más dedicada a los comercios realizamos las compras de última hora. Mejor dicho, realizamos las compras que habían quedado pendientes de Praga. En mi caso unas camisetas para los niños y creo que ya está. Tras dar varias vueltas por la zona, incluyendo el "paseo riítimo", ya era lo suficientemente tarde como para cenar algo para las pocas ganas que la pizza había dejado y, por supuesto, repetir el dulce típico de Praga … que también es típico en Budapest. Eso sí, curiosamente no lo he visto en Bratislava. Habrá que investigar.

Ya por último, paseando de vuelta al hotel, nos encontramos con señoras mayores vendiendo paños hechos a mano. La verdad es que eran muy bonitos y tenían pinta de tener "una trabajera grande". La primera, nos abordó parloteando un poco de italiano, inglés etc. Le dijimos que eran muy bonitos pero que no nos quedaba moneda local y entonces ella de forma diligente se ofreció a cobrar en euros. Fueron 15 euros aunque posiblemente se hubiera podido regatear algo pero, la verdad, en un viaje de este tipo regatearle un par de euros a una señora anciana (por mucho que luego resulte ser peor que un dolor) como que no apetece. Unos metros más adelante vimos a otra señora todavía más anciana pero … esta no pudo tener tanta suerte.

Al final, llegamos al hotel, soltamos las cosas y a descansar, que ya no veas cómo se notaba el cansancio en las piernas. A la mañana siguiente, desayunamos, hicimos el check in y nos dispusimos a coger el autobús y el crucero que habíamos visto la tarde anterior. Si el de la tarde anterior chapurreaba cuatro palabras en español, la chica de ese día hablaba muy aceptablemente. ¡Qué caña esta gente!. Compramos los tickets y nos subimos a uno de esos autobuses … no al autobús rosa de la Barbie no, que ese era para la visita express; nosotros nos subimos al otro.

Lo primero que hice al subirme fue pedir un sombrerito de paja ya que la paja, además de otros muy nobles oficios, también tiene el de protector de calvas. Y menos mal porque me quemé, ligeramente es verdad, pero me quemé el brazo que estaba más expuesto al sol. En cuanto a lo que es el viaje en sí, creo que cuando vayamos a algún lado va a ser prácticamente lo primero que hagamos. En cuestión de un par de horas y por un precio aceptable te haces una idea de los mejores sitios turísticos de la ciudad con la ventaja de poder subirte y bajarte donde te dé la gana. Además suele venir con algún que otro descuento que nunca está de más.

Por ejemplo, uno de los descuentos era para un parque/museo lleno de estatuas de la época comunista que se han ido quitando de Budapest y que han ido almacenando allí. No íbamos a ir de todas formas porque ya había suficientes cosas para ver allí como para encima irse fuera de la ciudad pero bueno, el descuento estaba allí. También había para un helado del MacDonads con un menú o algo así :-).

El viaje comenzó y ya casi desde el principio me empezó a gustar porque Budapest es eminentemente una ciudad de arquitectura neoclásica y yo debo ser algo así como el tonto del neoclacisismo. Poco después llegamos al parque que nos habían indicado y en particular a una plaza rodeada por un conjunto escultural bastante bonito y estos a su vez rodeados por varios edificios también bastante interesantes y cada uno con su historia, claro está. De allí seguimos visitando la ciudad, la parte judía, la parte universitaria con premios Nobel cada tres pasos y alguna que otra cosa más. Posteriormente fuimos a la Ciudadela, cruzando el río y ya en la parte de Pest. Desde allí hay unas vistas extraordinarias de Budapest y del Danubio. Allí el autobús paró durante unos 10 minutos que la verdad es que estuvieron bien y aprovechamos para estirar las piernas. Además aprovechamos casi por obligación porque el autobús en marcha estaba bien pero parado era un pequeño horno a pesar de ser descapotable como ya se habrá deducido del hecho de que cogiera un sombrero de paja :-).

Tras la Ciudadela llegó la parte del Castillo y luego del Parlamento. Lamentablemente no hubo tiempo para ver ninguna de las cosas con calma pero bueno, al menos las vimos. Por último el autobús nos dejó donde habíamos salido a una hora prudencial para comer. Comimos cerca de la calle central en un restaurante llamado algo así como "La Oveja" y cuya decoración estaba basada en elementos "establiles". Yo no podía irme de Budapest sin probar el auténtico goulash o lo que parecía allí más típico, la sopa de goulash. Me lo pedí y me gustó mucho, no en vano es calcado a estofado con caldo que hace mi madre :-). También me pedí unos albondigones de cordero rellenos de queso que tampoco estaban del todo mal, aunque me gustó más el goulash.

Tras la comida fuimos al barquito y en el muelle nos llevamos la sorpresa de ver que había un paréntesis en las salidas debido a las celebraciones del día grande de Budapest. De hecho, durante todo el día habíamos podido ver aviones sobrevolando el río haciendo maniobras acrobáticas. Se ve que querían evitar que los pilotos de los aviones hicieran algún viaje gratis en el barco o que algún pasajero del barco hiciera un viaje gratis en el avión.

Como teníamos que esperar un rato, volvimos a la zona de las tiendas y de los dulces. Por allí dimos otra vuelta justo para hacer tiempo y volver al muelle. Cuando llegamos el barco ya estaba medio lleno y poco después se terminó de llenar. Al rato partió y durante unos 45 minutos fue remontando la corriente comentando todo acerca de los edificios que se veían en la parte de Buda o de la isla que estaba allí en mitad del río. Luego, unos 15 minutos de descenso y listos para ir al hotel a recoger las cosas.

Recogimos las cosas, tiramos para la estación y llegamos a tiempo … de estar esperando un rato. Aunque si llegamos a saber lo que nos esperaba casi nos quedamos en Budapest :-D.

Por no hacerlo muy largo, teníamos que salir a las 8 y salimos a las 9. El tren estaba más que petado, petadísimo. La gente en los pasillos, no tirada porque al no haber aire acondicionado sacaban las manos por las minúsculas aberturas, en otros sitos llamados ventanas, para refrescarse. Los que iban en los compartimentos no quiero ni pensarlo. De hecho, nosotros en un primer momento nos metimos en un compartimento pero al poco tiempo llegaron sus dueños legítimos y nos tuvimos que salir. Y casi fue lo mejor que hicimos porque nos apalancamos en la entrada al vagón, en las escaleras para ser más exactos, que allí hacía menos calor. Allí estuvimos esperando la hora de rigor hasta que el tren quiso salir. Poco después de salir, ¡¡¡pasa el revisor!!!. A ver, señor, ¿por qué no pasa usted antes de salir que ha tenido una hora y si tiene que echar a alguien que no tenga billete lo echa y nos hace un favor?.

Pues no, al revisor además le daba lo mismo ocho que ochenta. Más tarde intentó pasar al vagón contiguo pero al estar el paso cubierto de maletas, simplemente desistió. Y todo esto con un calor infernal porque el aire acondicionado no funcionaba y los vagones solo tenían mini-ventanas ya que se suponía que con el aire era suficiente.

Durante el viaje, algo continuo fue el trasiego de pasajeros que entraban y salían de los pasillos o de los vagones para ir al servicio. Uno de ellos a tirar el aceite del atún, a lavar unos tomates … con agua mineral porque tampoco había agua en el lavabo etc. Aparte, también entablamos conversación con unos gaditanos que iban para Bratislava. No les pregunté pero por las pintas creo que ellos, así como la mayoría de gente, venía del festival de música que se había celebrado en Budapest los días anteriores. Algo parecido a Sigest creo que se llamaba.

Bueno, pues así estuvimos durante dos horas y media, sentados en el suelo lo que a la postre tendría sus efectos para el día siguiente ya que nuestras posaderas están ellas más acostumbradas a mullidos asientos que a duros suelos. ¡¡¡La juventud de hoy no vale nada :-S!!!. Parar pararíamos un par de veces. En una de ellas me alegré porque vi bajarse a mucha gente. Eso sí, duró poco porque subieron otros tantos. Yo creo que era gente que ya se conocía el percal porque los de esa estación prácticamente todos tenían sus asientos reservados. Lo que no contaban era con el calor, claro.

Ya cerca de Bratislava, se subió un fornido agricultor que llevaba un par de bolsas llenas de pimientos de diferentes colores, incluidos unos "béticos desteñidos" pues eran de un verde blancuzco o de un verde blanquecino. Llevaba también una bolsa de viaja en la que, entre otras cosas, tenía una litrona que llegado el momento se apresuró a consumir. El calor es que es muy malo, ya se sabe.

Y sobre las 11 y media o así, pisamos andén dando gracias a Dios de que no hubiera pasado nada (es que luego así es como pasan las desgracias) y prestos a coger un taxi, nada de autobuses a esa hora, para el apartamento. Llegamos al apartamento y supongo que me ducharía y a dormir porque no recuerdo mucho más.

Al día siguiente o al otro comenté lo del viaje y, para mi sorpresa, me encontré con que es bastante "típico" aquí. Así que nada, esta gente debe flipar cuando va a otros sitios, primero con los precios (mucho más caros, eso sí) y luego con los trenes. Y con eso se acabó la primera gira por Europa Central.

Un saludo, Domingo.

P.D.: se me olvidaba decir que desde la mitad del viaje de vuelta en adelante, me abanicaba (el único en todo el tren :-O) con un folio plastificado que había en la puerta indicando el número del tren y el destino. Al final, no sé muy bien cómo, se me olvidó devolverlo y me lo llevé de recuerdo :-P.

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