viernes, 28 de agosto de 2009

14/08 Praga

El día amaneció pintando mal. Según el pronóstico del tiempo iba a llover ese fin de semana en Bratislava aun cuando haría bueno en Praga. Pues sí, en Bratislava llovió esa mañana. Y además de llover me equivoqué en el cambio de parada para coger el autobús que llevaría a la estación de autobuses. A pesar de todo no debía ser problema porque según Google Maps nos bajaríamos cerca. Y cerca, más o menos, nos bajamos pero la estación de autobuses no estaba donde Google había señalado la noche anterior. De hecho, acabo de buscar ahora (desde entonces no lo había hecho) y ya me doy cuenta del fallo.

No sé muy bien por qué pero aparecen dos estaciones centrales y cuando pulsas en el mapa se centra en la primera, esa que no aparecía por ninguna parte, no sé si es que antiguamente lo sería o qué pasa. La otra, en vez de estar a 5 minutos de nuestra parada estaba a unos 10-15 minutos andando.

Total que mojándonos, maldiciendo Google Maps y con alguna que otra cara rara llegamos a la estación y compramos los billetes. Curiosa la cara de tu padre, que diría Melendi y que diría la señorita que me atendió tras el cristal. Le pedí dos billetes para Praga y me dijo que eran 48 euros. Entonces me recuerdan, de forma más que acertada, que tienen que ser ida y vuelta. Se lo digo a la señora (que ya de por sí no parecía muy contenta) y le faltó poco para escupirme a la cara. Yo creo que no lo hizo porque sabía que por mucho que tuviera la lengua como los ofidios, su veneno no podría traspasar el cristal.

Por lo pronto puso cara de "estos turistas son estúpidos" luego tecleó unos números en la calculadora y me enseñó que la ida y la vuelta eran 60 euros los dos billetes (curioso, 48 ida y 60 ida y vuelta). Luego, sin parar de refunfuñar en ningún momento, puso y quitó billetes hasta que finalmente me dio un único billete en el que, por la falta de costumbre, no podíamos entender nada. En primer lugar no sabíamos si era válido para dos personas o no pero la petición había sido clara, tan clara como su enfado. En segundo lugar tampoco aparecía nada sobre la vuelta. Creo recordar que pregunté si la vuelta era abierta y girando la cabeza como la niña del exorcista me dijo que sí. No pregunté más.

La siguiente pregunta fue para alguien con menos mala pipa, una chica que estaba esperando el tren y a la que pregunté cómo funcionaba aquello, si teníamos que esperar a que apareciera el andén en la pantalla etc. Muy amablemente me lo indicó y a los pocos minutos llegó el tren al andén número 1 por lo que ni siquiera tendríamos que pasar por debajo para acceder a los otros andenes sino que directamente podíamos coger allí el tren.

Subimos al tren un poco moscas por lo de tener un solo billete porque el 2Kl que aparecía por allí ya había deducido yo que se trataba de "segunda clase" como ya hace tiempo me pasó en los billetes de Zurich. Pero no pasó nada, llegó el revisor (bueno, pasaron varios durante el viaje), selló el billete y continuamos el viaje de 4 horas y media hasta la capital de la República Checa. Allí llegaríamos sobre las 13:30 después de haber desperdiciado una hora de sueño por culpa de Google y después de no saber muy bien cómo ponernos, de comer algunos que otros panecillos con sabor a cebolla, zumos multivitaminados, algo de bizcocho de chocolate y escuchar la radio del móvil.

Nada más salir nos encontramos con montones de carteles que nos avisaban de que la moneda en Praga no era el euro sino la corona checa. Estos bienintencionados anuncios tenían por objetivo que cambiaras tus euros por coronas en los sitios destinados a tal efecto en la estación. El cambio aproximado era de un euro, 25 coronas checas por lo que el cálculo de precios no sería demasiado complicado. Sacamos de cajero más que cambiar, nos tomamos unas pizzas en un puestecillo que había por allí y justo en ese momento empezó algo que no nos abandonaría durante todo el viaje a Praga: teníamos al lado gente hablando español.

Si bien en ese momento para mí supuso como un soplo de viento fresco, luego me acabaría hartando pues la ciudad estaba de turistas hasta la bandera y a mí este tipo de sitios no me gusta. De hecho esa debe ser la principal razón por la que en general no me gustó demasiado Praga. Tras la pizza, cogimos el metro y llegamos a la ciudad. Nos bajamos en una de las plazas principales y la verdad es que la cosa prometía. Pero, he aquí el segundo problema del día, la víspera no me había acordado de sacar los detalles del hotel por la impresora así que lo único que pude hacer en la casa fue meterlos en el pendrive. A pesar de todo, se suponía que estaba muy cerca, pero no lo veíamos Así que tras preguntar en un par de hoteles llegamos a la conclusión de que lo mejor era mirar en internet. Entramos en un hotel y por unos 3 euros o así contratamos media hora de internet.

El ordenador, con su linux, nos indicó pronto que el hotel no estaba donde aparecía en el plano (ya era el segundo problema con internet ese día) sino más abajo. Metí el pendrive y vi que efectivamente la dirección que aparecía en la factura era esa misma por lo que ya no cabía duda. Nos tomamos el zumo que venía gratis con la media hora de internet, dimos las gracias y nos marchamos al hotel. Tras unos 5 minutillos andando llegamos al hotel donde un amable mozo checo, conocedor de las noches de Málaga, Benalmádena, Fuengirola etc, nos estaba hablando en español en cuanto vio los nombres y los carnets de identidad. Durante ese día no paré de referirme a él como Darek o Dudek aunque sabía que su nombre real era Radek o algo parecido. En cualquier caso, el chaval fue realmente amable con nosotros y nos ayudó en todo lo que pudo, incluyendo las pastillas para el dolor de cabeza que se habían quedado en Bratislava.

Subimos a la habitación, pequeña pero funcional y tras asearnos un poco, procedimos a bajar y posteriormente hacer el recorrido que Radek nos indicaría, primero el castillo y luego andando por el barrio antiguo. Cogimos un tranvía para subir al castillo y, además de unos jardines bastante bonitos, yo me quedé flipando (si es que se puede usar esa expresión para hablar de una catedral) con la catedral que había junto al castillo. Así de las que recuerdo es la más bonita, no demasiado grande pero estéticamente preciosa y, sobre todo, con muchas gárgolas :-).

Bajamos del castillo andando, llegamos a la zona antigua y allí probaríamos uno de los dulces típicos tanto de Praga como de Budapest y que no he visto en Bratislava. Se trata de una pasta que hornean sobre un molde cilíndrico, espolvorean con vainilla, canela, cacao, chocolate, almendras o lo que sea y te la sirven calentita. Ese dulce simplemente está buenísimo, sobre todo recién horneado.

A continuación dimos un par de vueltas por el centro encontrándonos para mi desolación que la mayoría de las cosas que se suponen turísticas están más negras que el hollín y su belleza a mí me parecía cuestionable, más allá del hecho de que se trate algo histórico empotrado en una ciudad turística. Tras las vueltas tocó dar más vueltas hasta el restaurante indio donde por defecto todo estaba muy picante. Cenamos a precio de España y finalmente regresamos al hotel con la intención de descansar para el día siguiente.

El día siguiente, más que de turismo fue de compras. Una vez superado el dolor de cabeza matutino, en uno de los recovecos del centro nos encontramos un puestecillo, bueno unos ochenta puestecillos de cosas de artesanía, objetos típicos y tal. En una primera pasada se identificaron las cosas que se iban a regalar (en mi caso sobre todo un caballito que bajaba solo por una rampa y que si mi ahijada no lo quería, ya me encargaría yo de darle uso :-D).

Tras esa primera vuelta en la que también se pudo observar que se podía pagar en euros (tal como yo había predicho antes del viaje pues me pareció lo más lógico) y que las conversiones además eran correctas, fuimos re-viendo el centro histórico, la orilla del Danubio etc. A continuación comimos en "La manzana" que sería la traducción al español de un nombre que ciertamente era muy parecido si no igual a "manzana" en eslovaco. Yo me pedí un "plato de los montes" pero de allí compuesto por carne de pato, de cerdo y de no sé qué. Y casi con las mismas seguimos los pasos de la tarde anterior para, desviándonos convenientemente, volver al mercadillo donde ya sí efectuamos las compras.

Cargados y bien cargados, salimos del hotel con dirección a la parada de trenes que en este caso era una diferente. Una vez allí, nos encontramos con que había que pagar un recargo pues ese tren era el "AVE" de allí y había que pagar la diferencia. Serían aproximadamente las seis y media y sobre las 10 y media, tras acabar con la batería del móvil jugando creo que por primera vez a los juegos que traía, llegamos de nuevo a Bratislava. Una vez allí tuvimos que esperar al segundo autobús debido a que en el primero falló la organización y sobre las 11 y media o así estábamos ya en el apartamento dispuestos a descansar para el viaje a Budapest …. Que eso tendrá también tela que cortar y que contar.

Un saludo, Domingo.

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