Pues sí, ya había sido mucha suerte. Ahora mismo no recuerdo el número de viajes de avión que he hecho, pero hasta ahora no me había ocurrido nada con el equipaje. Ciertamente tampoco han sido tantos, pero sí que han sido unos cuantos. Y claro, parece que hayan visto que en el próximo proyecto casi que iba a igualar todos los desplazamientos anteriores para que Air France se haya decidido a perder mi maleta. Bueno, en realidad la responsabilidad es de Air France pero el causante de la pérdida ha podido ser bien Air Europa o bien Austrian Airlines que han sido las dos compañías que operaban el vuelo de Air France.
Pero no adelantemos acontecimientos. Todo empieza esta mañana a las 5 y poco cuando me despierto y procedo a vestirme para lo que pensaba que iba a ser un viaje agotador. El caso es que tampoco ha sido para tanto. Ciertamente, sobre las 7 arrancó el primer vuelo con destino París. Algo más de un par de horas después, llegaba a la ciudad del Sena donde se suponía que tenía casi una hora para cambiar de avión. Al final hizo falta algo más porque el vuelo hacia Viena se retrasó. Vete a saber si no sería por algún problema con los equipajes pues, que yo sepa, al menos han sido dos. En cualquier caso, yo eso todavía no lo sabía.
El segundo vuelo pasó más o menos como el primero, entre cabezadas y un aperitivo. Eso sí, con la diferencia de que el sandwich de Austrian Airlines era gratis además de estar bueno :-). Pero bueno, el caso es que llegué a Viena y tras cambiarme con el fin de llegar algo más presentable al trabajo, descubró muy a mi pesar que la maleta no ha llegado. Hago la reclamación oportuna y salgo afuera donde me esperaba el señor del taxi que debía recogerme. Es una pena pero entre lo de la maleta y la premura del tiempo se me olvidó hacerle una foto al caballero con el letrero que no en vano era la primera persona que iba a recogerme a un aeropuerto letrero en mano :-).
Salimos de Viena, enfilamos la proa hacia Bratislava y entre numerosos coches de potente cilindrada, a una velocidad constante de 140km/h procedimos a cubrir los 45 minutos que separan las dos ciudades en coche. Estuve tentado de preguntarle cuál era el límite de velocidad aquí pero al ver que la mayoría de coches iban más rápido y tras haber intentado, con escaso éxito, entablar conversación con anterioridad, me decidí a dejarlo pasar.
Del viaje, creo que las tres cosas que vale más la pena señalar son:
1.- Hay una cantidad enorme de molinos de viento ... y no como los de la mancha precisamente. Se ve que tienen que sacarse su dinerillo en energía eólica por aquí porque vi varios parques y en uno de ellos conté fácilmente 40 de estos molinos.
2.- El verdor de estas tierras es comparable al de cualquier otro sitio que no sea España o al menos Andalucía. Se hace raro ver hierbas al lado de la autovía y que no estén ya amarillas del sol y el calor :-).
3.- La entrada a Bratislava es curiosa. Hay edificios con pinta de tener no menos de 50 años, descuidados y con pinta de colmenas. No sé por qué pero me recordó a Cuba o al menos a la imagen que tengo de ella. Curiosamente, entre tanta "colmena" gris había alguna que otra pintada de vivos colores que resultaba hasta bonita. Creo que si se gastaran unos cuantos millones de euros (ahora que ya tienen euros en vez de coronas eslovacas) en pintar todos esos edificios antiguos, Bratislava ganaría mucho.
Sobre las 14:00 llegué al trabajo donde pude ver con un cierto asombro que las recepcionistas de los edificios no hablaban inglés. Menos mal que luego las de la empresa sí. Ya me lo habían advertido pero yo pensaba que en edificios grandes donde va gente de fuera sí que lo hablarían. Pues va a ser que no. En la empresa, me recibió el que parece que va a ser mi contacto directo durante el tiempo que esté aquí. Peter, un chico bastante majo, aparentemente.
Tras enseñarme un poco las dos plantas en las que se suele mover la gente y pedir el portátil que me han asignado, llegó el turno al café rapidillo para intercambiar opiniones así como para hacer tiempo para recoger la máquina. Previamente había telefoneado a Air France para hacer las primeras pesquisas sobre la maleta. Al igual que un par de horas después, la respuesta fue que todavía era demasiado temprano para saber algo. Eso sí, luego me dijeron que me darían 100 euros por las molestias con el fin de que pudiera comprarme algo de ropa hasta que apareciera la dichosa maleta.
Finalmente, cogí el portátil, me dediqué a instalar el software que voy a ir necesitando y en esto que llegó la hora de salir. En otra ocasión, al haber llegado a las 2, probablemente me hubiera quedado algo más pero esta vez se habían ofrecido a acompañarme al centro comercial donde podría hacer mis compras. Me acompañaron, me instruyeron de forma más que satisfactoria y finalmente, cargado con dos mochilas, las bolsas de la ropa y la bolsa de la cena pedí el taxi que tendría que traerme aquí al hotel.
Por el camino volví a ver las "colmenas" así como el Danubio, majestuoso, y un puente con un cierto parecido al famoso de Sevilla de la Expo. Y también como anécdota, cuando pedí el recibo al conductor, este dijo de forma automática "lo escribo" en alemán, cosa que entendí perfectamente. Así que quizás no estaría de más si refresco mis conocimientos de alemán ya que al menos los números y cuatro cosas básicas es posible que me sean útiles.
Y ya para acabar, llego a la habitación, que es coqueta, como suelen ser las habitaciones de los sitios que no están mal y además tiene sus cosillas como precisamente una buena conexión por cable de red (la wifi no me la detecta). Mañana probaré el desayuno a ver qué tal y durante la semana quisiera probar también el gimnasio así como lo que llaman la "cueva de sal" que según parece es algo así en plan spa pero compuesto fundamentalmente por piedras de sales. Ya me informaré.
Bueno, pues a descansar, que lo que es por hoy yo creo que ya está bien :-).
Un saludo, Domingo.
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